Deja ya de preocuparte, de angustiarte tanto por el mañana. Para la inmensa mayoría el mañana... es el hoy.
Deja
ya de preocuparte, de atormentarte por tantas cosas secundarias que no
necesitas ni son esenciales para tu vida. Evitarás muchas congojas.
Deja ya de preocuparte y de inquietarte por nimiedades y por pequeñeces que tu mente suele acrecentar, agigantar.
Deja
ya de preocuparte y de apurarte por todo aquello que no depende de ti
ni está en tus manos ni bajo tu control. Eso sí, ten anclada tu voluntad
en la del Señor: «El viento mueve la veleta... no la torre». ¡Tú sé
torre!
Deja ya de preocuparte y de torturarte por lo que han
dicho o lo que dirán. Tú actúa rectamente y sigue adelante.
Desaparecerán muchos de tus problemas.
Deja ya de preocuparte y
de inquietarte porque no has podido ser ni
has obtenido aquello que tanto deseabas. La felicidad estriba en: «Ser
lo que ahora eres... y buscar la felicidad para los demás».
«Las preocupaciones acaban por comerse las unas a las otras, y al cabo de diez años... uno se da cuenta que sigue viviendo».