Con
el dinero ocurre algo parecido a lo que ocurre con el aire que
el hombre necesita para respirar. Si el oxígeno disminuye, sufre
grandes penurias y hasta puede morir.
Si lo recibe en demasía también sufre, aparecen mareos, alteraciones de su percepción y, al final, la muerte.
Para
sentirte bien, para decir que tu respiración es saludable,
debes recibir una determinada cantidad de oxígeno, aquella que
te permite satisfacer tus necesidades, pero no menos y tampoco
más.
Así
debería ser con el dinero, del que no se puede prescindir por
ser el sistema de transacción en el mundo; todos deberían
acceder a la cantidad necesaria para una vida armónica y que
abasteciera sus requerimientos de educación, salud, vivienda y
los elementos para una existencia digna, decorosa y amable.
Pero
nadie debería acumular mas que éso, porque el exceso de dinero
fomenta en el hombre los apegos que le impiden crecer hacia la
dimensión espiritual donde se encuentra su verdadero ser.
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