Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
General: EL PAN DE CRISTO
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Caroly  (Mensaje original) Enviado: 04/07/2011 14:49
 
 
 

El pan de Cristo

 
 
El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor.
Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a
recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente.
Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club
privado cuando observó a un hombre y su esposa que
entraban al mismo.
Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.

—Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio —replicó éste.
La mujer, que oyó la conversación, preguntó:
—¿Qué quería ese pobre hombre?
—Dinero para una comida.

Dijo que tenía hambre —respondió su marido.
—¡Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida

suntuosa que no necesitamos y dejar a un

hombre hambriento aquí afuera!
—¡Hoy en día hay un mendigo en cada esquina!

Seguro que quiere el dinero para beber.
—¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.
Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron.

Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese

momento oyó la amable voz de la mujer que le decía:
—Aquí tiene unas monedas.

Consígase algo de comer.

Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas.

En alguna parte hay un empleo para usted.

Espero que pronto lo encuentre.
—¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted

ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado

a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza.
—Estará usted comiendo el pan de Cristo. Compártalo

—dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un

hombre y no a un mendigo.

Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo.
Encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo

que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le

sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días.

Una vez más, aquella descarga eléctrica

corrió por su interior. ¡El pan de Cristo!
—¡Un momento! —pensó—. No puedo guardarme

el pan de Cristo solamente para mí mismo.
Le parecía estar escuchando el eco de un viejo

himno que había aprendido en la escuela dominical.
En ese momento pasó a su lado un anciano.
—Quizás ese pobre anciano tenga hambre

—pensó—. Tengo que compartir el pan de Cristo.
—Oiga —exclamó Víctor—.

¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?
El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.
—¿Habla usted en serio, amigo?
El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta

que se sentó a una mesa cubierta con un hule y le

pusieron delante un plato de guiso caliente.

Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía

un pedazo de pan en su servilleta de papel.
—¿Está guardando un poco para mañana? —le preguntó.
—No, no. Es que hay un chico que conozco por

donde suelo frecuentar.

La ha pasado mal últimamente y estaba

llorando cuando lo dejé.

Tenía hambre. Le voy a llevar el pan.
El pan de Cristo. Recordó nuevamente las palabras de la

mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer

Convidado sentado a aquella mesa.

A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a sus

oídos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza.
Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que

comenzó a engullírselo.

De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
—Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad —dijo el niño.
El pan de Cristo. Alcanzaría también para el

hermano cuadrúpedo. San Francisco de Asís habría hecho lo mismo —pensó Víctor.
El niño había cambiado totalmente de semblante.

Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.
—Hasta luego —dijo Víctor al viejo—.

En alguna parte hay un empleo para usted.

Pronto dará con él. No desespere.

¿Sabe? —su voz se tornó en un susurro—.

Esto que hemos comido es el pan de Cristo.

Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas

monedas para comprarlo. ¡El futuro nos deparará algo bueno!
Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró

con el perro que le olfateaba la pierna.

Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía

un collar que llevaba grabado el nombre del dueño.
Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño

del perro y llamó a la puerta.

Al salir éste y ver que había encontrado

a su perro, se puso contentísimo.
De golpe la expresión de su rostro se tornó seria.

Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había

robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo.

Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo.

En cambio dijo:
—En el periódico vespertino de ayer

ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!
Víctor miró el billete medio aturdido.
—No puedo aceptarlo —dijo quedamente—.

Solo quería hacerle un bien al perro.
—¡Téngalo!

Para mí lo que usted hizo vale mucho más que eso.

¿Le interesaría un empleo?

Venga a mi oficina mañana.

Me hace mucha falta una persona íntegra como usted.
Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida,

aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió

a sonarle en el alma. Se titulaba Parte el Pan de Vida. . . .

 
 
EXTRAS2_BUENAS-TARDES
 
 
 



Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: mujervirtuosa8 Enviado: 05/07/2011 15:08
 
 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Caroly Enviado: 05/07/2011 17:46
GRACIAS♥
EXTRAS2_BUENAS-TARDES


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados