Enderezando cuadros mientras la casa arde
La escritora cristiana Carrie Ten Boom halló la manera dramática de ilustrar lo que muchas veces hacemos de nuestras vidas sin darnos cuenta. En realidad, ella hablaba de otra cosa, pero la ilustración me pareció válida para este mensaje.
Conocí a una persona que con inusitada frecuencia estaba afrontando conflictos, desgracias e infortunios en su vida. El robo de las máquinas de trabajo de sus hijos, un incendio en su casa, un choque que dejó su automóvil completamente inservible, y una relación con una pareja que le dio dos hijos pero luego de unos pocos años tuvo un amargo final, entre otras cosas. Cualquiera diría “demasiado en tan poco tiempo”. Otro, tal vez diga: “mala suerte”.
Quien esto escribe, y habiendo conocido a esta persona durante al menos unos diez años, obviamente no está en condiciones de dilucidar el motivo de cada una de las desafortunadas situaciones. Lo cierto es que ninguno de nosotros tenemos un “certificado de garantía” ni una “póliza” extendida a nuestro favor que nos diga a ciencia cierta que siempre vamos a gozar de bonanza en esta vida y que siempre vamos a obtener el éxito en cada proyecto que emprendamos. De hecho los tropiezos y los fracasos existen y son parte de nuestra vida, al igual que alguno de estos infortunios puede estar aguardándonos a la vuelta de cualquier esquina sin que podamos advertirlos con anticipación.
Lo que sí puedo discernir es que esta buena mujer andaba por la vida en forma alocada, vertiginosa, con “todas las cosas colgadas”, improvisando cada momento. En nuestro país tenemos un dicho popular que expresa: “el que mucho abarca, poco aprieta” y quiere decir que a menudo adquirimos más compromisos de los que nuestra mente puede resolver y nuestro tiempo físico y esfuerzo no alcanzan para poder atenderlos a todos.
Muchas personas andan así por la vida. Improvisando. Cargan sobre sí tantas cosas y su ritmo de vida es tan vertiginoso como desordenado. Andan tan rápido y sin mirar por dónde que viven tropezando todo el tiempo. No se permiten parar un momento para organizarse, para reflexionar, para mirar con atención en qué parte del camino se hallan. No lo hacen, no por que no quieren. No lo hacen porque no pueden. Es la máquina la que los lleva a ellos en un ritmo de locos, no ellos los que controlan la máquina que es su vida. En algún momento un desarreglo no atendido debidamente, se hace evidente y ya es tarde para evitar males mayores. En pocas palabras… viven enderezando los cuadros de las paredes mientras no advierten que tienen un incendio en su casa.
Hay cosas que son inevitables, pero tómate como hábito de vida, un tiempo para planear con cuidado tu agenda de cada día. Tómate un tiempo para la reflexión, para el examen de los resultados de las acciones pasadas. Pronto notarás dónde están “los tornillos flojos”, dónde tu vida y la de tu familia necesita “ajustes”. Tómate un tiempo para estar apaciblemente mirando el cielo con tus hijos. Te darás cuenta y aprenderás que una conversación franca con tu hijo mientras miras las estrellas, hará que él se meta en un problema menos. Pronto verás que puedes delegar cosas en tu trabajo, la tarea en equipo será mucho más provechosa. Pronto descubrirás que esos cables no estaban en condiciones y que ese incendio se puede evitar. En la quietud de tu reflexión advertirás la ventana abierta y ese robo también se puede prevenir. En la medida que aprendas a planificar, ordenar y organizar tu vida percibirás los mensajes de advertencia que te dicen que “ese hombre o esa chica no te conviene”… un fracaso menos.
Amado/a: La mala suerte no existe, toda vez que los hechos presentes son la cosecha de hechos sembrados con anterioridad y resultado de las decisiones que vamos tomando.