La
capacidad de imaginar de los niños es asombrosa. No tenemos más que
acercarnos a un parque, o a una guardería para observar lo expertos que
pueden llegar a ser en el arte de la imaginación. Con la mirada pérdida,
viajan a mundos maravillosos, en los que de pronto se convierten en
héroes, princesas, magos, astronautas, indios o vaqueros o cualquier
personaje que se pueda imaginar. A ellos les da
igual el mundo que les rodea, no le prestan atención. En cambio, tienen
una capacidad enorme de evadirse y vivir la historia que crean en su
mente como si fuese real. A medida que crecemos, vamos dejando de
lado este maravilloso juego, y obviamente, todo lo que se deja de
practicar, al final se olvida. La realidad que nos rodea se impone y
nuestra mente no es capaz de ir más allá de lo que puede observar
directamente. Nuestros juegos comienzan a necesitar de líneas en el
suelo, balones, raquetas y otros instrumentos que podamos ver y tocar.
La vida es como un juego, lo que pasa es que se trata de un juego en el
que no tenemos líneas pintadas en el suelo, o una meta en la que meter
el balón. Para jugar el juego de la vida necesitamos más de otro
instrumento que dejamos olvidado en algún rincón de nuestra mente: la
imaginación. Comienza poco a poco a recuperar esa estupenda
habilidad, vuelve a imaginar y se nuevamente como un niño. Recuerda las
palabras del Maestro: "Sed como niños, pues de ellos es el reino de los
cielos".
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