Meditación breve
No tengo mejor amigo que Dios: un amigo que está
siempre ahí, dispuesto a escucharme o reconfortarme.
Cuando estoy atribulada, Dios está
conmigo, escuchando cada palabra mía.
Si estoy acongojada por la pérdida de algo o de alguien,
Dios toma tiernamente mi mano.
Si el dolor que me causa esa pérdida parece más
de lo que puedo soportar, Dios toma la carga sobre
sí, amándome tanto que me queda amor para compartir.
Aunque en un principio el dolor no desaparezca
por completo, con el tiempo aprendo a confiar
totalmente y de todo corazón en la
activa presencia de Dios en mi vida.
En cualquier momento puedo recurrir al consuelo
y la fuerza de Dios. Y lo hago.
Gra Baq