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General: EL ÁNGEL- Cuento de Hans christian Andersen
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Caroly  (Mensaje original) Enviado: 26/02/2012 18:12
 
 
 

El ángel - Cuento de Hans Christian Andersen

En la película “Código de honor”, el personaje que encarna

 Vanesa Redgrave le relata a Jack Nicholson este cuento cuando
 habla de su nieta asesinada y violada por un abusador de menores.

Cada vez que muere un niño bueno, baja del cielo

 un ángel de Dios Nuestro Señor, toma en brazos el
 cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas
 blancas, emprende el vuelo por encima de todos los
 lugares que el pequeñuelo amó, recogiendo a la vez
 un ramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que
 luzcan allá arriba más hermosas aún que en el suelo.
 Nuestro Señor se aprieta contra el corazón todas
 aquellas flores, pero a la que más le gusta le da un beso,
con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar
 en el coro de los bienaventurados.

He aquí lo que contaba un ángel de Dios Nuestro Señor

 mientras se llevaba al cielo a un niño muerto; y el niño
 lo escuchaba como en sueños. Volaron por encima de los
diferentes lugares donde el pequeño había jugado,
 y pasaron por jardines de flores espléndidas.

-¿Cuál nos llevaremos para plantarla en el cielo? -preguntó el ángel.

Crecía allí un magnífico y esbelto rosal, pero una mano

 perversa había tronchado el tronco, por lo que todas
 las ramas, cuajadas de grandes capullos semiabiertos,
colgaban secas en todas direcciones.

-¡Pobre rosal! -exclamó el niño-. Llévatelo; junto a Dios florecerá.

Y el ángel lo cogió, dando un beso al niño por sus

palabras; y el pequeñuelo entreabrió los ojos.

Recogieron luego muchas flores magníficas, pero

 también humildes ranúnculos y violetas silvestres.

-Ya tenemos un buen ramillete -dijo el niño; y el ángel

asintió con la cabeza, pero no emprendió enseguida
 el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba un silencio
 absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando
 en el aire por uno de sus angostos callejones, donde
yacían montones de paja y cenizas; había habido
 mudanza: se veían cascos de loza, pedazos de yeso,
 trapos y viejos sombreros, todo ello de
 aspecto muy poco atractivo.

Entre todos aquellos desperdicios, el ángel señaló

 los trozos de un tiesto roto; de éste se había desprendido
 un terrón, con las raíces, de una gran flor silvestre
ya seca, que por eso alguien había arrojado a la calleja.

-Vamos a llevárnosla -dijo el ángel-.

Mientras volamos te contaré por qué.

Remontaron el vuelo, y el ángel dio principio a su relato:

-En aquel angosto callejón, en una baja bodega, vivía

 un pobre niño enfermo. Desde el día de su nacimiento
 estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudo hacer en
 su vida fue cruzar su diminuto cuartucho sostenido en
 dos muletas; su felicidad no pasó de aquí. Algunos días
 de verano, unos rayos de sol entraban hasta la bodega,
 nada más que media horita, y entonces el pequeño se
calentaba al sol y miraba cómo se transparentaba la sangre
 en sus flacos dedos, que mantenía levantados delante
 el rostro, diciendo: «Sí, hoy he podido salir».
Sabía del bosque y de sus bellísimos verdores primaverales,
sólo porque el hijo del vecino le traía la primera
rama de haya.
Se la ponía sobre la cabeza y soñaba que se encontraba
 debajo del árbol, en cuya copa brillaba el sol y cantaban los pájaros.

Un día de primavera, su vecinito le trajo también flores

 del campo, y, entre ellas venía casualmente una con la raíz;
por eso la plantaron en una maceta, que colocaron junto
 a la cama, al lado de la ventana. Había plantado aquella
 flor una mano afortunada, pues, creció, sacó nuevas ramas
 y floreció cada año; para el muchacho enfermo fue el jardín
 más espléndido, su pequeño tesoro aquí en la Tierra.
 La regaba y cuidaba, preocupándose de que recibiese
 hasta el último de los rayos de sol que penetraban por
 la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueños,
pues para él florecía, para él esparcía su aroma y alegraba
 la vista; a ella se volvió en el momento de la muerte,
cuando el Señor lo llamó a su seno. Lleva ya un año junto
 a Dios, y durante todo el año la plantita ha seguido
 en la ventana, olvidada y seca; por eso, cuando
 la mudanza, la arrojaron a la basura de la calle.
 Y ésta es la flor, la pobre florecilla marchita que hemos
 puesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado
 más alegría que la más bella del jardín de una reina.

-Pero, ¿cómo sabes todo esto? -

preguntó el niño que el ángel llevaba al cielo.

-Lo sé -respondió el ángel-, porque yo fui aquel pobre

 niño enfermo que se sostenía sobre muletas.
 ¡Y bien conozco mi flor!

El pequeño abrió de par en par los ojos y clavó la

 mirada en el rostro esplendoroso del ángel; y

 en el mismo momento se encontraron en el Cielo

 de Nuestro Señor, donde reina la alegría y la bienaventuranza.

 Dios apretó al niño muerto contra su corazón, y al instante

 le salieron a éste alas como a los demás ángeles, y

 con ellos se echó a volar, cogido de las manos.

Nuestro Señor apretó también contra su pecho todas

 las flores, pero a la marchita silvestre la besó,

 infundiéndole voz, y ella rompió a cantar con el

 coro de angelitos que rodean al Altísimo, algunos muy

 de cerca otros formando círculos en torno a los primeros,

 círculos que se extienden hasta el infinito, pero todos

 rebosantes de felicidad. Y todos cantaban, grandes

 y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado

 y la pobre flor silvestre que había estado abandonada,

entre la basura de la calleja estrecha y

 oscura, el día de la mudanza.

FIN

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: mujervirtuosa8 Enviado: 26/02/2012 23:46


 
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