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General: En el camino a Emaus Por Héctor Spaccarotella
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: comunidadwebjec  (Mensaje original) Enviado: 10/06/2012 20:27

En el camino a Emaús

 Por Héctor Spaccarotella    

  La reflexión de hoy tiene que ver con esa necesidad que El Espíritu Santo pone en nuestro corazón, de acompañar a otros que van camino a Emaus, siguiendo un recorrido de dolor, llenos de la frustración por vivir cosas que no entienden, para  que podamos tener en claro y aprender qué es lo que Dios nos está pidiendo que hagamos tratando de ser un instrumento útil a su servicio.

En el mes de marzo estuvimos en Johannesburgo, (Sud África) con mi esposa. Por recomendación de cristianos locales, pasamos por una librería cristiana, un lugar realmente muy bonito. Como en ese país se habla inglés, la mayor parte de los libros, vídeos y el material discográfico estaba todo en ese idioma; pero encontramos una única película que tenía como opción subtítulos en español: “Camino a Emaus”; fue tan impactante para nosotros el haberla hallado que nos decidimos a comprarla.

De modo que la tengo desde que volvimos en mi videoteca y estando solo en casa días atrás, me decidí a verla y encontré que, realmente, es una película conmovedora, por muchos motivos.

Ahora que estoy en este momento de reflexión en el que me decidí a hablar con vos sobre el tema, empiezo a descubrirle un valor que no había encontrado antes.

Cuando yo digo “Camino a Emaus” si vos tenés un poquito de contacto con el Evangelio sabes que la base de la película es Lucas capitulo 24, después de que Jesús resucitó, a partir del versículo 13.

 

Lucas 24.13:  Y he aquí, dos (*) de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios (*) de Jerusalén.

 

*Se refiere a dos amigos de Jesús, dos de los discípulos y seguidores de aquel Mesías en el que tantas esperanzas tenían volcadas.

*Sesenta estadios son, poco más o menos, unas 120 cuadras de Jerusalén.

 

Lucas 24.14 a 27: E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.

Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: !!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

 

¿Por qué me conmueve todo esto? ¿Cuál es la razón por la que lo comparto con vos?

Porque de una forma o de otra muchas veces me toca (al igual que creo nos toca a todos en algún momento) acompañar al sufriente, a aquel que está pasando cosas que no termina de entender pero que le significan mucho dolor.

De pronto una enfermedad, de esas que son inesperadas y a las que el médico da un pronóstico que asusta, o tal vez la soledad repentina y no buscada producto del fallecimiento del compañero/a de toda la vida, quizás una ruptura matrimonial o los hijos que parten para irse a estudiar… o tantas otras situaciones que a todos, de una forma o de otra, nos tocan en la vida.

Esa persona, de pronto, se cruza en nuestro camino y podemos verla caminar, avanzar mirando hacia el piso, moviéndose lentamente envuelta en una enorme desazón. Sensibles a su dolor, nos preguntamos: “¿qué tengo que hacer?, ¿de qué modo puedo ayudar?”.

Claro, hay veces que la frustración o la sensación de impotencia es tan grande que terminamos no haciendo nada, quedándonos quietos producto del sentir que no hay nada en lo que podamos ser realmente útiles.

Pero yo te invito hoy a pensar de otra manera. Esa persona de algún modo creía y tenía la esperanza de que su propia vida pudiera ser distinta de cómo había sido. Muy posiblemente )como 9 de cada 10 personas en este mundo) tuviera fe en un Dios bueno que había prometido acompañarla a lo largo de sus días y no dejarla sola, así como tantas veces lo hemos escuchado nosotros: “Yo estaré a tu lado siempre, cerca de ti”.

Pero, de pronto, la vida pegó el golpe sin que uno pudiera entender por qué, y ese Dios bueno pareciera ya no estar tan cerca como se quería; y la tristeza que viene desde dentro mismo del corazón del hombre termina desarrollándose en un enorme signo de interrogación.

La gente termina preguntándose ¿por qué? ¿por qué me pasa esto? ¿por qué si Dios está a mi lado me tiene que suceder esto? ¿por qué razón tengo que padecer la enfermedad, el dolor, la soledad o el desprecio? ¿Por qué, si Él prometió estar cerca de mí, tengo que pasar por este dolor? ¿Por qué motivo no puedo envejecer como tantos otros y tengo este pronóstico de muerte temprana por delante?.

¿Cuál es la explicación?

Y allí va la gente, como alguna vez pudimos haber ido nosotros, caminando lentamente, saliendo de la Jerusalén, que significa la presencia de Jesús, camino a nuestra vida de todos los días, a nuestro Emaus, pensando mientras avanzamos esas 120 interminables cuadras:

¿dónde está Jesús?

¿dónde estuvo Jesús?

¿qué pasó?

¿por qué las cosas devinieron de este modo si soy una persona de fe y de oración?

¿por qué terminan las cosas siendo como son?

Y nosotros que vemos de lejos caminar a esa persona rumbo a su Emaus, nos terminamos quedando paralizados porque no sabemos qué hacer.

Entendemos que falleció su pariente y está allí al costado del cajón, esperando para que se cumpla el tiempo del entierro, pero nos quedamos en casa en lugar de ir a acompañar, porque: “¿qué le voy a ir a decir? ¿mi más sentido pésame? eso ya está demasiado remanido y no parece profundo ni real.

No sé qué decir, ¿entendes? por eso no voy, no sé cómo ayudar ni que explicación dar ni cómo ayudar a sobrellevar ese dolor.

Pero Jesús, aun sabiendo la respuesta, en aquel camino de Emaus, se dispuso a avanzar con ellos sin ser reconocido, solamente para escucharlos, acompañarlos y tratar de que pudieran sacar de su corazón lo que tenían y en silencio, la mayor parte del tiempo en silencio para escuchar la amargura que tenían en su interior producto de la incomprensión que genera el dolor.

Pero ¿es que esos discípulos de Jesús no habían escuchado que Él iba a morir pero que al tercer día resucitaría? ¿no habían entendido que el fin de la obra de Jesús en la Tierra no era la liberación de Jerusalén de los romanos si no la independencia y la liberación del corazón humano, la reconciliación con el Padre a través de Su sangre derramada en la cruz? ¿No comprendieron que en realidad esa muerte en la cruz no era el final ni un fracaso si no que era el principio, una puerta que se abría para que, a través de la resurrección, el alma humana fuera liberada?

Lo habían escuchado del mismo Jesús, tres años y medio acompañándolo, ellos habían estado caminando cerca de Él, junto a Él; pero ahora sus ojos estaban velados, como dice el texto bíblico y no podían ver. El dolor de enfrentarse a algo tan terrible que la mente escasamente podía comprender, una situación para la que nadie está preparado, había velado sus ojos y, con la cabeza baja iban camino de vuelta a su Emaus, a su vida de antes de tener esperanza, antes de haberle encontrado lo que creían era un sentido para siempre; ellos que habían anunciado también el Evangelio y la buena nueva, ellos que habían sentido en carne propia los milagros que ese Jesús había hecho en los cuerpos y en las almas de aquellos a quienes había tocado, ahora veían muerte, soledad, frustración, veían que todo aquello que había llenado sus vidas hoy estaba vacío.

Y Jesús apareció en ese camino de vuelta a Emaus a caminar con ellos y a escucharlos.

Te comparto esto porque, posiblemente, esa sea la tarea que Jesús nos pide a nosotros.

No que tengamos una respuesta para el sufriente ni que debamos dar con la palabra justa, no que nuestra mano pueda ser utilizada. Por ahí si ¿por qué no?, pero no necesariamente para la sanidad del cuerpo, no que nuestras palabras traigan la restitución del vinculo roto ni la explicación de aquello que resulta inexplicable.

Jesús nos está pidiendo algo distinto, nos pide que podamos ser sensibles a la llamada desesperada de ese corazón herido, lastimado, vacio, de ese corazón que cree pero no entiende y, simplemente, estar dispuestos a andar con ellos el camino hacia su Emaus.

Jesús no les pide que reflexionen y vuelvan a Jerusalén, Él los acompaña de camino a su aldea, a su Emaus, a su casa. No les da una explicación ni les llama la atención por su necedad, Él los acompaña en su dolor sin que haya explicación, sin que medie ninguna palabra milagrosa que venga a resucitar al muerto recién fallecido ni a tocar ese corazón lastimado por la soledad.

Jesús sabe que las personas de hoy muchas veces van de camino a Emaus y te pide a vos o a mí que estemos dispuestos a cumplir la tarea de acompañar espiritualmente al sufriente.

Solamente acompañar al que sufre, al que no la está pasando bien, a aquel que no encuentra esperanza porque el dolor es tan grande que no le cabe la esperanza dentro del pecho… solamente acompañar, tomar de la mano, poner el brazo sobre el hombro y avanzar juntos por el camino de Emaus.

Es eso, después lo que surja.

La explicación intelectual que la mente pueda dar, probablemente, en ese momento no tenga el sentido necesario; uno puede esgrimir un sinfín de justificaciones (bíblicas inclusive), citas en las que uno trata de encontrar consuelo, respuestas que alienten o que hagan reaccionar; el intelecto puede entenderlas y agradece, mira, comprende, pero el corazón sigue roto, lastimado.

¿Entonces?

Solo te está pidiendo a vos que lo acompañes en el camino de vuelta a su Emaus, para que sepa que de alguna forma, sin palabras, Jesús a través tuyo está caminando a su lado, Jesús decidió no dejarlo solo porque esa fue la promesa y encontró un hombre o una mujer que camina a su lado rumbo a Emaus, sufriendo y sintiendo su dolor, pero transmitiendo su Presencia Viva en el corazón, para que desde el silencio de la compañía pueda venir un consuelo que solo el Espíritu Santo puede traer en el duelo de la separación, la enfermedad y la muerte.

Ya va a venir el tiempo en el que van llegar a la aldea a donde iban, y como dice Lucas:

 

Lucas 24.28 a 35: Llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

 

Vos acompañá, caminá con ellos, tomá sus manos y en silencio abraza, apretá fuerte, llorá su dolor, acompañá su soledad.

Posiblemente no tengas palabras para el consuelo ni la pomadita justa para sanar las heridas de ese corazón lastimado, pero ellos van a reconocer en tu presencia al Jesús resucitado acompañándolos.

Yo te puedo asegurar y te prometo en nombre de Dios que el solo hecho de tu compañía silenciosa en el dolor, el solo estar ahí caminando con ellos rumbo a su Emaus, va a permitir que en algún momento, cuando el dolor pase, puedan entender que fue Jesús el que estuvo a su lado, el mismo que prometió no dejarlos fue quién a través de ese hombre o de esa mujer vino a traer el abrigo, el calor, la esperanza que hacía falta.

Realmente Él estuvo caminando a su lado no los dejó solos, vino a caminar con ellos rumbo a Emaus.

Posiblemente cuando vos ya no estés cerca, van a ponerse de pie otra vez, conscientes de la presencia de Jesús en sus vidas, para caminar rumbo a su Jerusalén, rumbo a la presencia de Dios, van a empezar a entender lo inentendible.

Frente al dolor la gente pregunta ¿por qué me pasa esto? ¿por qué yo tengo que vivir esto que estoy viviendo? y Jesús no da respuestas… el Padre nunca responde por qué; hay un plan que para la mente limitada del hombre no tiene una explicación razonable.

Dios no responde por qué, pero Él necesita del caminante que vaya a acompañar rumbo a Emaus; Dios necesita de aquel que tiene el Espíritu Santo morando en su corazón para ser portador de la Buena Nueva sin palabras (que en ese momento no sirven), a través del abrazo cariñoso, de la compañía; aquel que hoy sufre terminará reconociendo, al compartir el pan, al Jesús resucitado allí en medio de ellos.

Y aquel que siempre tuvo fe pero en medio del dolor no entendía, va a reconocer al Cristo vivo y presente cerca. Va a decir: “¡pero como no me había dado cuenta!” y entonces se va a poner de pie, allí en esa casa de dolor que significa Emaus y va a caminar de vuelta hacía la casa del Padre que es Jerusalén, allí va a encontrarse otra vez con un Padre amoroso que está siempre de brazos abiertos dispuesto a dar el abrazo que la persona necesita.

Pero esto no sucedería si vos que lo viste caminar hacia y desde su dolor, no te hubieras salido de tu quietud, de tu pasividad para ir a acompañarlo en ese camino a la Emaus en la que iban.

¿Te das cuenta?

La tarea de acompañante y asistente espiritual no es de unos pocos, no es de algún terapeuta especialmente entrenado, no. ¡Es tuya y es mía, es de todos los cristianos!.

Y si no tenés palabras para decir al padeciente en la cama, buscate una crema que puedas untarle en los pies para aliviar la fatiga. Si no sabes de qué modo ayudar, incorporalo con todo el amor para darle fricciones en la espalda y tratar de aliviar esas llagas producto del tiempo que lleva en cama. Ayudalo a lavarse los dientes, peinarlo, pasarle un agua de colonia agradable.

Y si no tenés palabras que vengan a traer una explicación razonable que llegue a conformar a la mente, no importa, ponete ahí cerca a llorar y a reír con ellos.

Yo te prometo, en nombre del Dios viviente, que va  a venir el tiempo en el que van a reconocer al Resucitado a través de la mano que acarició su pie con la crema hidratante, a través de la mano que peinó sus cabellos, por intermedio de ese que iba una vez a la semana, cada 3 días o todos los días si se puede, a acompañar en el camino a Emaus… aquel caminante que permitió que tengan la oportunidad de (más allá del resultado médico o de lo que termine pasando con la persona) volver a Jerusalén, volver a Casa, a la comunión de la Jerusalén en la presencia del Padre.

Se necesita mucha humildad para acercarse con pobreza a acompañar el misterio del hombre doliente, no se puede uno acercar al que va camino a Emaus con recetas o formulas pre-elaboradas, no sirve de nada lo que uno pueda llevar armado; ante la intimidad sagrada del enfermo hay que descalzarse.

Qué hermoso el ejemplo que vino a mi mente: ¿te acordás? en el libro de Éxodo capítulo 3, donde a Moisés le dice Dios que se quite las sandalias porque está en tierra sagrada.

Es necesario descalzarse de nuestra ciencia, de nuestro saber, de nuestros prejuicios; solamente así podremos escuchar qué nos quiere decir la persona enferma desde su ser más profundo.

Más que hablar hay que aprender a escuchar lo que el otro está necesitando decir desde sus palabras, pero también a través de su cuerpo, de su mirada; hay que aprender a estar y a amar, hay que bajarse del calzado ministerial y humano con el que uno viene, hay que saber ponerse en el lugar del otro para poder comprender lo que está padeciendo, para que la ayuda que se brinda sea útil.

¡Que importante es estar disponible y saber callar!

Cuando Jesús iba camino a Emaus con aquellos hombres frustrados y dolientes, tenía todas las respuestas que ellos necesitaban, Jesús sabía lo que tenía que decir y comprendía que era un error pensar que con la muerte en la cruz se terminaba todo, sabía que lo que venía por delante era maravilloso y que la muerte no había sido el final; pero en ese momento solo guardo silencio para escuchar el relato doliente de esos corazones sufrientes, para que tuvieran la oportunidad de decir y de expresar todo el dolor que tenían dentro.

El arte de estar disponible, el arte de saber callar.

¿Cuánto te agradecen que hayas ido al hospital a acompañar en el dolor?...

¿Cuánto te agradecen que hayas podido ir, simplemente, a llevar un plato de comida a la mujer que esta sufriente por una pérdida irreparable y que ya ni ganas de comer tiene?...

¿Cuánto te agradecen que les lleves un libro, un disco o una melodía y que vayas a hacerles compañía

…mientras van de camino a Emaus?

Probablemente no necesiten más que eso, la oportunidad de que alguien los acompañe a pies descalzos, aprovechando la sabiduría y el conocimiento de reconocer en el sufrimiento del otro el sagrado misterio de la presencia del dolor, que también es Cristo.

Para esto, solamente guardemos silencio, acompañemos y abracemos, porque ya va haber tiempo para el retorno a Jerusalén, si es que nos hemos dado a nosotros mismos y le hemos dado a Jesús la oportunidad de brillar a través de nuestro corazón silencioso que acompaña en el dolor del sufriente.

 

Héctor Spaccarotella

tiempodevocional@hotmail.com

Desgrabación del programa de radio Tiempo Devocional correspondiente al 04 de junio de 2012.



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 10/06/2012 21:14
Buenas noches
 
Gracias Patry!! Un besito!

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: MARYBEL R F Enviado: 12/06/2012 03:11
marybelrf.jpg

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Atlacath Enviado: 12/06/2012 18:20



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