EL GOZO DE LA MAÑANA
(Habiendo pasado por la noche de llanto, llegamos ahora, como nos recuerda Jonathan Edwards, al gozo de la mañana. La oración que prevalece por fin, ha traído su bendición, como la oración de Elías pidiendo lluvia.)
Crosweeksung, 19 de junio de 1745 He pasado la mayor parte del tiempo, desde hace mas de un año, entre los indios de Forks del Delaware, en Pennsylvania. Durante este período hice dos viajes al Susquehannah para hablar respecto al Cristianismo con los indios que Vivian cerca de este otro río; y no habiendo tenido, al parecer, ningún éxito notable en ninguno de estos dos sitios, mi espíritu estaba deprimido y muy desanimado. Habiendo oído que había cierto número de indios en un lugar llamado Crossweeksung, en Nueva Jersey, a unas ochenta millas al sudeste de Forks, o sea en la confluencia del Delaware decidí hacerles una visita y ver lo que se podía hacer a favor de la cristianización de ellos; en consecuencia, llegué allí el miércoles 19 de junio de 1745. Hallé muy pocas personas en el lugar que visité, y me di cuenta que los indios en estas partes estaban muy esparcidos. Sin embargo, predique a estos pocos que hallé; y me pareció que estaban muy bien dispuestos, serios y atentos, y no inclinados a objetar y discutir, como había ocurrido con los indios en otras partes. Cuando hube concluido mi mensaje, les informé que habiendo solo unas pocas mujeres y niños, les visitaría de buena gana al día siguiente. Al oírlo, ellos mismo emprendieron la marcha y recorrieron de diez a quince millas a fin de dar noticia a algunos de sus amigos ubicados a esta distancia.
20 de junio Visité y prediqué a los indios otra vez, como me había propuesto. Se habían congregado en gran número por las invitaciones de sus amigos que me habían oído el día anterior. Estos también me parecieron muy atentos, quietos y bien dispuestos como los otros; y ninguno hizo objeción alguna, como los indios de otros lugares acostumbraban a hacer. Hacia la noche prediqué a los indios de nuevo, y tenía mas oyentes que antes.
22 de junio Hacia el mediodía visité otra vez a los indios y por la noche les prediqué. Hallé mi cuerpo muy fortalecido y fui capacitado para hablar con mucha claridad y calor. El número, que al principio consistía en siete y ocho personas, fue aumentando hasta cerca de treinta, No solo había una solemne atención entre ellos, sino que era evidente que la divina verdad hacia una impresión considerable en sus mentes. Esta fue verdaderamente una tarde agradable para mi. Mientras cabalgaba, antes de llegar a los indios, sentía mi espíritu consolado y mi alma pudo clamar a Dios incesantemente durante varias millas.
24 de junio Prediqué a los indios según ellos me pidieron y a propuesta suya. El ver a pobres paganos deseosos de escuchar el Evangelio de Cristo me animó a hablar y platicar con ellos, aunque para entonces me sentía débil y mis ánimos estaban agotados.
27 de junio Visité y prediqué a los indios otra vez, El número había aumentado a unas cuarenta personas. Su atención y respeto todavía continuaban y era evidente un considerable interés por sus almas en gran número de ellos.
29 de junio Prediqué dos veces a los indios, y no pude por menos de sorprenderme de su seriedad y de lo riguroso de su atención. Vi, según pensé, la mano de Dios de modo manifiesto, y de una manera notable, en el hecho de que hizo provisión para su sustento corporal, a fin de que recibieran instrucciones en las cosas divinas. Pues este día, y el día anterior, solo andando un poco a partir del lugar en que teníamos nuestra reunión diaria, mataron tres ciervos, lo que era una razonable abundancia para sus necesidades, y sin lo cual no habrían podido subsistir juntos para poder asistir a escuchar los medio de gracia de la predicación.