EL S. 22
“ El Señor es mi pastor y nada me falta. Aunque haya turbulencias del mal a mi alrededor me recostaré tranquilo en su seno, como corderillo en la hierba primaveral…”.
Tú me conoces y sabes todo lo mío, yo te conozco, Señor, y confío en Ti sin temor a la tormenta que ruge y sin miedo al lobo rapaz. Porque, TÜ, eres mi Pastor y nada me falta, y nada puede hacerme temblar, porque me refugio en ti………………..
Es Domingo y no quiero faltar a la cita; sí, a la cita que todos los días de Domingo (día del Señor) tenemos los cristianos en el templo o casa del pueblo creyente, donde, según su promesa, “El está en medio de nosotros….” Allí vamos para escuchar la Palabra de Dios escrita en la Santa Biblia y el sacerdote del pueblo comentó. Me encontré con este bello y gratificante Salmo (22), donde fácilmente se nota el ambiente que es capaz de crear un buen pastor entre su rebaño. ¡Qué paz! ¡qué serenidad y confianza! Por algo se llama así mismo “Buen Pastor. (Jn. 10,1ss.)”
Disfrutando de la inmensidad de aquel cielo azul que envuelve la quietud y sosiego sin igual de aquellos viejos conocidos parajes de mi pueblo, llenaba yo mi tarde y no por casualidad me asaltaron las palabras que había leído en la reunión cristiana. Otro baño de gozada feliz que me ofrecían tantos regalos y que yo acepté con plena espontaneidad. “ Yo soy el Buen Pastor que conozco a las mías y ellas me conocen a mí, dice Jesús,… …… (Jn.10,34ss). Aquella hermosa tarde me invitaba a la profundidad y aparecieron las preguntas más lógicas y sencillas: La lectura primera del profeta Jeremías (Jr. 23,1-6) “ ¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño! Vosotros no os cuidasteis de ellas y yo os pediré cuantas por vuestro mal proceder…” había sido una diatriba fuerte y sangrante contra los malos pastores que en vez de cuidar con esmero el rebañito, el rebaño que Dios le había encargado, lo trasquilan para engordar ellos a su costa y no se molestan por buscar el carril certero y seguro que lo conducen a los buenos pastos para sanar y multiplicar a sus ovejas y corderillos. “ Sin querer me metí en un buen berenjenal y no pude menos de hacerme estas preguntitas: ¿ Qué actitudes, modales y conductas adornan al buen pastor y cuáles caracterizan el pastoreo del malo? Dirigente, consejero, padre/madre, sacerdote, orientador etc. etc.
Sin pensármelo dos veces, acompañé a dos vecinos de mi pueblo que iban al cuidado de sus respectivos rebaños. Me fui en días distintos para observar a ambos y ver reflejados en ellos la figura del pastor que Jesús presenta en el evangelio. Traté de clasificar a cada persona par ver si realmente era esa su vocación y fui viendo y escuchando la forma y manera de tratar a las ovejas y el cariño o desafecto (rencor) que manifestaban al hablar de ellas. El uno hablaba de estos animales, la otra, que era una señora, se refería siempre a sus ovejas. Esta, se vio rodeada de ellas al momento de entrar en el aprisco e incluso les hablaba con mimo del buen sitio que ese día le había buscado para pacer. Si alguna se desmandaba del pequeño rebañito, le reprendía alzando la voz pero sin amargura o rabia. Podían marcharse pero ¿hacia dónde mejor? Muy distinta fue la conducta del otro al que miraban las ovejas con cierta precaución y dispuestas a salir corriendo de él para evitar incluso los golpes. Nunca tuvo una palabra de agradecimiento a su rebaño y menos se acercó con afecto a aquel animalito que con su leche y corderos le permitía vivir. No les corregía su mal proceder, como si fuera indiferente a todo, y no preveía los peligros. Me marché a casa pensando:¡Pobre rebaño!”
Sí, amigos, os aseguro que hay también MALOS PASTORES. Lo he visto.