La vida es el más hermoso regalo que Dios nos ha dado. Debemos vivirla, sea en las condiciones que sean, dando gracias a Dios, agradecidos de vivir. No elegimos ni la familia en que hemos nacido, ni el entorno social o económico. Podemos sí elegír, vivir lo mejor posible en las condiciones que nos hayan correspondido según la Divina Providencia. Es nuestra vida como si nos hubieran adjudicado una parcela de terreno a estrenar, totalmente nueva, que debemos cultivar. Paso a paso, día a día desde que tengamos uso de razón para saber y entender. Nuestros mayores, padres, abuelos, maestros y profesores, nos enseñarán esa primera lección de la vida. Vivir. Roturar nuestra parcela, para que produzca bienes de bondad, generosidad y entrega, inigualables en nuestra existencia. La tierra será, según la de cada cual, más o menos productiva. Tendrá mejor o peor clima. Y esas condiciones naturales nos exigirán más o menos esfuerzo. O esfuerzos diferentes, para preparar el terreno. Como lo hace el campesino. Debemos luego elegir buena semilla, plantarla y cuidar su crecimiento, regando, podando, entre otras cosas. Y un día tendremos ante nuestros ojos un precioso jardín, que será nuestra alegría en la recompensa del trabajo realizado. Entonces, de rodillas, lo ofreceremos a Dios en acción de gracias. Pondremos en sus manos el esfuerzo de preparación del terreno, donde ejercimos dedicación, paciencia y perseverancia. Las semillas que sembramos serán nuestras buenas obras y nuestras cualidades y virtudes. El agua con que regamos, nuestras opciones y decisiones. El cuidado con la poda y los elementos que enriquecen el terreno y la siembra, nuestras oraciones. No estaremos solos. El Señor acompaña siempre a sus hijos todos, y sus hijos se acompañarán y ayudarán entre ellos, para que todos los jardines, en armonía, den sus frutos. Así, si hemos plantado árboles, cosecharemos sus frutos maduros. Si hemos plantado flores, recogeremos la belleza de su colorido y su exquisito perfume. Nuestra vida habrá sido productiva a los ojos de Dios. Y una alegría para nosotros mismos que contemplaremos la obra emprendida según va creciendo y mejorando, hasta que el Señor lo disponga. Gracias, Dios mío por la vida que nos entregaste. Gracias por vivirla a tu manera, con libertad y entrega voluntaria. Gracias por los frutos recogidos que alimentan y por las flores que embellecen. Gracias por el jardín cultivado con dedicación y amor; y que hoy resplandece a nuestros ojos, pero mucho más importante, brilla con luz sin igual, ante Tus ojos. Porque es el jardín de nuestra vida, tu regalo, Señor. En nuestra oración de hoy, te damos gracias también por regalarnos una Madre, que sostuvo en cada momento nuestra mano y nuestro corazón para seguir adelante, siempre construyendo, siempre amando. Tal como Tú, Señor, nos mandas.
Entonces, de rodillas, lo ofreceremos a Dios en acción de gracias. Pondremos en sus manos el esfuerzo de preparación del terreno, donde ejercimos dedicación, paciencia y perseverancia. Las semillas que sembramos serán nuestras buenas obras y nuestras cualidades y virtudes. El agua con que regamos, nuestras opciones y decisiones. El cuidado con la poda y los elementos que enriquecen el terreno y la siembra, nuestras oraciones.