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El edificio es la meta eterna de Dios
"Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que se me ha sido dada, yo como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire como sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca" 1 Corintios 3:9-12. La iglesia no sólo es la labranza de Dios, sino también Su edificio. Al crecer nosotros en la labranza, producimos materiales preciosos para que se edifique la habitación de Dios en la tierra. La meta eterna de Dios es el edificio, el templo edificado con materiales preciosos sobre Cristo como único fundamento. La edificación se lleva a cabo no sólo por personas tales como Pablo, Apolos y Cefas, sino también por cada miembro del Cuerpo, según se revela en Efesios 4:16. El fundamento es único, pero el edificio puede ser diferente porque los muchos edificadores tal vez usen diferentes materiales. Todos los creyentes de Corintios habían aceptado a Cristo como fundamento. sin embargo, algunos creyentes judíos trataron de edificar la iglesia con los logros adquiridos en el judaísmo, mientras que algunos creyentes griegos trataron de usar su sabiduría filosófica. No eran como los apóstoles que edificaban con su conocimiento excelente y sus ricas experiencias de Cristo. La intención del apóstol en esta epístola era advertir a los creyentes que edificaran a la iglesia con las cosas de su transfondo natural. Debían aprender a edificar con Cristo, tanto en el conocimiento objetivo de Su persona como en la experiencia subjetiva, como lo hacía Pablo.
Los creyentes filosóficos griegos que estaban en Corinto no comprendían que la meta eterna de Dios era obtener el templo. En lugar de interesarse por dicha meta, a ellos les interesaba su filosofía, su cultura y su sabiduría. Además, les preocupaban sus intereses, preferencias y gustos personales, lo cual se comprueba por el hecho de que en 1 Cor.1:12 Pablo les dijera: "Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo" Esto indica que algunos preferían a Pablo; otros escogían a Apolos; mientras para un tercer grupo, Cefas era de su agrado. Los creyentes de Corinto fijaron su atención en asuntos personales e individuales, pero pasaron por alto el edficio de Dios, Su meta eterna.
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"Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que se me ha sido dada, yo como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire como sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca" 1 Corintios 3:9-12.
La iglesia no sólo es la labranza de Dios, sino también Su edificio. Al crecer nosotros en la labranza, producimos materiales preciosos para que se edifique la habitación de Dios en la tierra. La meta eterna de Dios es el edificio, el templo edificado con materiales preciosos sobre Cristo como único fundamento. La edificación se lleva a cabo no sólo por personas tales como Pablo, Apolos y Cefas, sino también por cada miembro del Cuerpo, según se revela en Efesios 4:16.
El fundamento es único, pero el edificio puede ser diferente porque los muchos edificadores tal vez usen diferentes materiales. Todos los creyentes de Corintios habían aceptado a Cristo como fundamento. sin embargo, algunos creyentes judíos trataron de edificar la iglesia con los logros adquiridos en el judaísmo, mientras que algunos creyentes griegos trataron de usar su sabiduría filosófica. No eran como los apóstoles que edificaban con su conocimiento excelente y sus ricas experiencias de Cristo. La intención del apóstol en esta epístola era advertir a los creyentes que edificaran a la iglesia con las cosas de su transfondo natural. Debían aprender a edificar con Cristo, tanto en el conocimiento objetivo de Su persona como en la experiencia subjetiva, como lo hacía Pablo.
Los creyentes filosóficos griegos que estaban en Corinto no comprendían que la meta eterna de Dios era obtener el templo. En lugar de interesarse por dicha meta, a ellos les interesaba su filosofía, su cultura y su sabiduría. Además, les preocupaban sus intereses, preferencias y gustos personales, lo cual se comprueba por el hecho de que en 1 Cor.1:12 Pablo les dijera: "Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo" Esto indica que algunos preferían a Pablo; otros escogían a Apolos; mientras para un tercer grupo, Cefas era de su agrado. Los creyentes de Corinto fijaron su atención en asuntos personales e individuales, pero pasaron por alto el edficio de Dios, Su meta eterna.
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