ME LO MEREZCO
Exodo 4:2 al 4 Y el SEÑOR le dijo: ¿Qué es eso que tienes en la mano? Y él respondió: Una vara.
Entonces El dijo: Echala en tierra. Y él la echó en tierra y se convirtió en una serpiente; y Moisés huyó de ella.
Pero el SEÑOR dijo a Moisés: Extiende tu mano y agárrala por la cola. Y él extendió la mano, la agarró, y se volvió vara en su mano.
Hay situaciones ante las que una y otra vez actuamos del mismo modo y no terminamos de entender porqué.
Nos enojamos, lloramos, nos sentimos frustrados y prometemos que cuando volvamos a enfrentarnos a lo mismo vamos a actuar distinto… cosa que nunca pasa.
Me acordaba de esto cuando días atrás hablaba con un amigo sobre violencia doméstica y mujeres golpeadas.
Él me decía que por alguna razón al separarse del esposo golpeador y reiniciar su vida, en 8 de cada 10 casos volvían a repetir la historia formando pareja con otro hombre, que resultaba también una persona violenta.
Este es solamente un ejemplo de muchos en los que hombres y mujeres actuamos de este modo, y nos vemos envueltos en un círculo vicioso del que no podemos salir.
¿cuál es el mecanismo que hace que actuemos así?
A mí me pasaba con los autos. Cada vez que compraba un auto nuevo o cambiaba el que tenía, al poco tiempo lo chocaba. A ojos de la justicia no siempre era responsabilidad mía, pero por una u otra razón incluso aparentemente ajena a mí, el vehículo que estaba nuevecito terminaba con roturas o daños.
Quienes me conocen hace varios años recordarán que en el 2000 tuve uno de los primeros Renault Kangoo. Al poco tiempo de tenerlo fuimos a pasear con mi esposa a Chile y en la zona de Torres del Paine tuve un accidente que me hizo volcar el vehículo. Y se volcó de tal modo que tanto el techo como los dos laterales terminaron absolutamente abollados.
Intenté repararlo pero el costo era imposible de afrontar, así que decidí dejarlo así. Durante años mi vehículo rodó por mi ciudad arrugado como una pasa de uvas.
Y yo decía: “me lo voy a quedar hasta que aprenda cuál es el mecanismo que me hace protagonizar estos “accidentes”.
Finalmente el Señor me mostró que había encarado el proyecto del nuevo auto y me había metido con mucho esfuerzo en un plan de cuotas pero yo mismo me terminaba boicoteando.
Dicen los pastores Stamateas que “Boicot es pensar: lo quiero, pero creo que no me lo merezco”.
Yo pensaba que no merecía ese auto, y me avergonzaba de andar en él. Terminaba rompiéndolo para que la imagen de cómo quedaba se ajustara más a la imagen de lo que yo pensaba que me merecía.
Creo que pasa lo mismo con las mujeres golpeadas. Hay un proceso de culpa que viene desde su infancia.
Cuando el niño es castigado por sus padres, siempre piensa que se merece ese castigo. “Me pegan porque me lo merezco”.
Hace unos días me tocó predicar sobre algunos de estos temas en la iglesia y yo hablaba de cuando papá y mamá se separan. ¿Cómo reacciona el hijo? “papá, no te vayas de casa, te prometo que me voy a portar bien”. Probablemente lo escuchaste, lo viviste o hasta lo dijiste cuando eras chico.
Lo mismo pasa cuando siendo niños tenemos la desgracia de ser hijos de un padre golpeador. Hay una diferencia entre un papá que golpea a su hijo dándole un chirlo en la cola como castigo por lo que hizo y aquel que descarga su violencia interior en su hijo o en su esposa.
Pero a ojos del niño no hay tal diferencia. Él piensa que “siempre que me pegan me lo merezco”.
Y entonces, cuando ese chiquito crece y se hace adulto arrastra ese sentimiento de culpa sintiendo que permanentemente merece ser castigado. Como papá no está más porque ya somos grandes, hay que buscar alguien que nos siga pegando.
En algunos casos el golpeador es el esposo. En otros, somos nosotros mismos.
Somos malos y no nos merecemos un auto nuevo. Entonces lo rompemos o lo chocamos.
Somos malos y no nos merecemos una buena salud, así que vivimos fabricándonos enfermedades.
Somos malos y no nos merecemos ser felices, así que destruimos una y otra vez nuestra familia.
Somos malos y no nos merecemos prosperar económicamente, así que no duramos en ningún trabajo.
Somos malos y merecemos castigo, así que una y otra vez nos unimos a un hombre golpeador.
La mala interpretación que hacen algunos psicólogos e incluso abogados penalistas es “porque hay un principio de placer, se deja pegar porque en el fondo le gusta”. Eso no es cierto. Se deja pegar, permite ser castigado o se autocastiga porque cree que no se merece ser felíz. Porque cree que no merece una vida digna. Porque dentro de su corazón sigue habiendo un nene que piensa que es muy malo y necesita castigo.
Lo mismo pasa con las dietas que hacen las personas que tienen sobrepeso. Aquellos que sufrimos este mal, conocemos que a lo largo de los años hemos recurrido una y otra vez a distintas dietas. Algunas han resultado realmente muy efectivas… pero terminamos cayendo una y otra vez en el sobrepeso. Y cuando recaemos es peor que antes, batimos todos los records y llegamos a un peso que nunca habíamos alcanzado.
No es lo mismo decir, ‘ voy a hacer una dieta porque quiero verme bien' a decir ‘tengo que empezar una dieta porque el medico me dijo que si no adelgazo voy a tener problemas de presión' La dieta es la misma, pero una viene de la motivación interna y la otra viene de que alguien te dijo que lo tenías que hacer.
En un caso, hay un “click” adentro mío que hace que ya la imagen que miro en el espejo no me guste porque no se ajusta a quien siento que debo mirar, y entonces hago todo lo que esté a mi alcance para cambiarla.
En el otro es alguien de afuera a nosotros que nos dice “tenés que bajar de peso”. Nos convencen por un tiempo, pero hay una voz adentro que sigue diciendo “vos sos gordo porque te lo merecés, porque sos malo”… la consecuencia es que nos dura poco el entusiasmo porque la motivación no era interna… y terminamos como estábamos o peor.
Hay que reconocer en nosotros al niño abandonado, abusado, castigado física o psicológicamente. Vos por ahí me vas a decir que tu padre no te pegó nunca, o que nadie abusó de vos. Pero una vez que busques al niño que eras, terminás descubriendo que un viaje largo de tu mamá o tu papá o incluso el fallecimiento de uno de ellos generó adentro tuyo una sensación de abandono que por alguna razón pensaste que te merecías. Eras un niño, y los niños no entienden un viaje de 3 meses. Mucho menos entienden la muerte.
Creciste y el sentimiento de culpa crece con vos. “Mi papá se murió porque me porté mal”. “Mi mamá estuvo muchos meses fuera de casa porque yo era un hijo malo”.
Si me hubiera portado bien esto no me hubiera pasado. ME LO MEREZCO.
El camino es librarnos de esa culpa que nos está destruyendo.
Tenemos que aprender a reconocer cuando nos estamos castigando. Cuando nos metemos en proyectos que no tienen éxito. Cuando asumimos compromisos que no cumplimos, con los demás, con nosotros mismos o con Dios.
Si estás enganchado en esto que estoy compartiendo es porque sentís que de algún modo estoy hablando de vos. Parafraseando a alguna iglesia pseudoevangélica de moda, yo te digo hoy en nombre de Dios: “pará de sufrir”.
Él te está tocando hoy porque quiere hacer de vos una persona felíz. Lo que no te merecés es seguir sufriendo. Padecer este maltrato que vos mismo te estás dando.
Aprendé a quererte y a buscar el éxito, porque Dios quiere que seas una persona exitosa.
Hay cosas que no salen bien de una.
Si no estamos motivados, es posible que terminemos abandonando el proyecto.
Pero si podés cambiar ese pensamiento y entendés que Dios te puso en ese camino para lograr el éxito, si pudieras incorporar en tu mente y en tu corazón que El Señor quiere que seas felíz, que Él quiere que tengas tu auto nuevo, que Él quiere que construyas un matrimonio pleno, que es el mismo Dios el que te comprometió en ese ministerio, y que vas a poder llegar a buen término con el proyecto porque te lo merecés, porque sos la persona indicada para llevarlo adelante, porque nada de lo que te tocó vivir cuando eras niño es un condicionante, entonces la persepectiva cambia.
Cambia, porque entendemos que cuando un sueño cuesta, no tenemos que abandonarlo porque es un sueño de Dios; muchas veces hay cosas que nos cuestan porque El Señor nos está enseñando en el proceso; porque si el aprendizaje es lento aprendemos a amarlas y a valorarlas.
El salirnos de nuestras emociones e incorporar la idea de que eso que estamos viviendo es de Dios, que es él el que nos está motivando, nos propone una perspectiva divina, espiritual.
Dicen los pastores Stamateas que “cuando tu decisión es emocional, el entusiasmo dura poco ; pero cuando es espiritual, en el proceso sos perseverante porque Dios te está enseñando a amar ese llamado, a querer y a cuidar lo que Él te prometió”.
Pensar que ese proyecto en el que estás, se llame “auto nuevo” o “recuperar mi salud” o “matrimonio”, o “ministerio en la iglesia” fueron puestos en tus manos por Dios, te hace ver las cosas con otros ojos. Te hace disfrutarlas aunque tarden en concretarse. Te hacen vivir con gozo el proceso y llevarlo hasta el éxito.
No tenés que haber hecho méritos para conseguir tu sueño. Viene de Dios y SOLAMENTE TENÉS QUE DISFRUTARLO.
No te rindas, no te boicotees, el secreto del éxito es que nunca tires la toalla, que sigas adelante hasta lograr el objetivo.
Dios llamó a Moisés en la montaña a través de un arbusto que ardía y no se consumía. Luego le dijo: “Moisés, ¿qué tienes en la mano?
-“Una vara.”
–“Suéltalo”, le dijo. Y al soltarlo se convirtió en una víbora.
Pero después el Señor le mostró que aquello que a sus ojos era desagradable podría convertirse con solamente tocarlo, en algo maravilloso, en una herramienta poderosa para cambiar el destino de un pueblo.
Te pido que entiendas que aquello que Dios puso en tus manos siempre es para bendición. Siempre es para crecimiento, siempre es para felicidad.
Dios lo pide, lo usa y lo devuelve multiplicado.
Job 11:16 al 18 Porque olvidarás tu aflicción, como aguas que han pasado la recordarás.
Tu vida será más radiante que el mediodía, y hasta la oscuridad será como la mañana.
Entonces confiarás, porque hay esperanza, mirarás alrededor y te acostarás seguro.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos
Argentina
hectorspaccarotella@hotmail.com
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