Dios es mi juez
Reflexiones sobre el libro de Daniel
Me gustaría compartir con vos valores espirituales que rescaté a través de la lectura del libro de Daniel.
Alrededor del siglo VI antes de Cristo buena parte del pueblo judío fue forzado a desplazarse desde Palestina hasta la capital del imperio de Nabucodonosor II. Es un período documentado de la historia de Israel conocido como la deportación o cautiverio de Babilonia o Cautividad de Babilonia. Terminó con la conquista de Babilonia por los persas en el 538 a. C.
La deportación sucedió en dos fases: una en torno al 597 a.c. que afectó a las clases altas laicas, porque era necesario sacar de la ciudad los hombres fuertes, los preparados intelectualmente y aquellos que por su capacidad económica representaban un peligro potencial y desafío al poder.
La segunda deportación, más general, se produjo en el 586 a.c. a raíz de la destrucción de Jerusalén; este ataque y destrucción de la ciudad no afectó a los campesinos pobres (que son siempre la mayoría de la población). La liberación por Ciro significó la vuelta de muchos judíos a Palestina, pero la mayoría engrosó lo que se conoce con el nombre de diáspora o comunidad judía en el exterior, que ya era numerosa en algunos lugares, como Egipto.
Daniel era un adolescente cuando en el año 604 antes de Cristo fue deportado hacia Babilonia, donde vivió más de 60 años. Por la época en que suceden los hechos parece que pertenecía a la clase alta.
Daniel sirvió al principio como instructor en la corte de Nabucodonosor y más tarde como asesor de monarcas extranjeros.
El trasfondo histórico es más que interesante. Junto con los miles de prisioneros se trasladaron los tesoros de palacio.
Babilonia necesitaba para gobernar un imperio tan amplio, contar con esclavos educados y que hablaran los idiomas de las naciones vecinas. De modo que personas como Daniel se convirtieron en la mano derecha del imperio.
El principio del libro cuenta que por su visión, buenos conocimientos y buena presencia, fueron seleccionados cuatro jóvenes hebreos para el programa de entrenamiento.
Más allá del contexto histórico en el que vivió, más allá del valor teológico del libro, que aparece como un libro profético clave para entender gran parte de la Biblia, más allá incluso de que muchas de los teólogos piensan a Daniel como la puerta para entender el libro de Apocalipsis, lo que me trae a compartir con vos estas palabras es que después de leer una vez más recientemente el libro, rescato como te decía al principio, valores que resultan riquísimos y que seguramente tienen que ver con el tiempo que vivimos.
Nos enseña este autor inspirado por Dios qué es lo que podemos hacer para cambiar esta realidad social que afecta nuestra ciudad y nuestro país todo.
Daniel creía que podía revertir la suerte de su pueblo, la profesía con pronóstico de destrucción que pesaba sobre su ciudad que tanto amaba.
Sin duda uno de los más bellos temas de este libro, creo que el que más me conmovió , es el de la separación para Dios.
Pasajes que quedan marcados en nuestra memoria y en nuestro corazón.
Por ejemplo aquel en el que se niega a comer la comida del rey y decide alimentarse únicamente con vegetales volviendo a la dieta alimentaria para la que el cuerpo humano fue diseñado. Dice el texto bíblico que después de semanas de esta alimentación a base de legumbres y de agua, estaban más sanos, vitales y robustos que los otros jóvenes que se alimentaban con carnes, vino y harinas.
Luego aquel inolvidable pasaje en que se niega a inclinarse ante la estatua del rey, mostrando tanto él como sus amigos una seguridad espiritual que terminó abriendo la puerta para que Dios mostrara su poder.
Es un ejemplo para mi vida. Una proyección de la fortaleza que da la fe, una muestra de consagración a Dios que se con vierte en un reto para los creyentes de todas las épocas, una invitación a no renunciar al compromiso que Jesús mismo nos pidió como Iglesia, de no dejar de dar testimonio del Evangelio del Reino.
Aún cuando tengamos que soportar pruebas terribles, allí estará Jesús para protegernos.
Otro tema del libro es la absoluta superioridad de Dios sobre los intentos ocultistas y esotéricos por descifrar los temas espirituales. Aunque lo intentaron, ninguno de los magos, encantadores, sabios o astrólogos pudo descubrir la verdad.
2Corintios 10:3 al 6 Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo, y estando preparados para castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea completa.
Nadie puede resistir al poder y la sabiduría del Espíritu Santo. Dios mantiene su pleno dominio soberano sobre la historia del hombre.
Claro que no se lo menciona, ¿pero alguien podría desconocer la presencia del Espíritu Santo en el libro?
La habilidad de Daniel por interpretar sueños no estaba asentada en que él tuviera algún poder sobrenatural sino en el de Dios.
Las predicciones proféticas, aplicables tanto en los hechos históricos como en nuestra realidad de hoy, muestran la visión que da el Espíritu Santo a una vida de oración.
Y creo que esa es la clave. Daniel era un hombre fiel a Dios, alguien que reunció a los privilegios y aún a su propia vida por mantenerse fiel a Quien amaba y era la causa de su vida.
Lo que me impactó de este libro es que la palabra clave, puesta con todas sus letras u oculta entre los versos, es la ORACIÓN.
Cuando leí hace unos días otra vez el capítulo 9 me conmoví, porque ese hombre estaba orando por su ciudad, que podría ser la tuya, la mía.
Jeremías había profetizado que la restauración de Jerusalen comenzaría después de setenta años. Este plazo estaba por terminar y no había ninguna posibilidad de volver en el horizonte. Daniel está afligido porque piensa que la profesía sobre su ciudad no se cumple debido al pecado del pueblo.
Yo te pregunto si no hay profesías volcadas sobre tu ciudad. Sobre la mía sí la hay. En estos años que llevo caminando hacia Jesús muchos predicadores se levantaron, muchas voces anunciaron que Río Gallegos sería consagrada a Jesús.
Pero esta realidad parece muy lejana. Las calles de este Río Gallegos parecen invadidas por un espíritu de muerte. El número de creyentes no crece y no podemos superar el 10% de la población. Nuestros jóvenes se emborrachan, se drogan, se suicidan. Nuestros adultos solamente piensan en bienes materiales.
Ciertamente que estas profesías parecen lejanas.
Por eso me permití compartir con vos este día la oración de Daniel, cambiando su ciudad por la mía.
Dan 9:3 al 19 Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarle en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza.
Y oré al SEÑOR mi Dios e hice confesión y dije: Ay, Señor, el Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para los que le aman y guardan sus mandamientos, hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho lo malo, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.
No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaron en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tuya es la justicia, oh Señor, y nuestra la vergüenza en el rostro, como sucede hoy a los hombres de Santa Cruz, a los habitantes de RIO GALLEGOS y a toda la ARGENTINA, a los que están cerca y a los que están lejos en todos los países adonde los has echado, a causa de las infidelidades que cometieron contra ti.
Oh SEÑOR, nuestra es la vergüenza del rostro, y de nuestros GOBERNANTES, de nuestros REPRESENTANTES DEL PODER POLÍTICO Y DE NUESTROS HOMBRES Y MUJERES EN EMINENCIA, porque hemos pecado contra ti.
Al Señor nuestro Dios pertenece la compasión y el perdón, porque nos hemos rebelado contra El, y no hemos obedecido la voz del SEÑOR nuestro Dios para andar en sus enseñanzas, que El puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas.
Ciertamente todo ESTE PAÍS ha transgredido tu ley y se ha apartado, sin querer obedecer tu voz; por eso ha sido derramada sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra El.
Y El ha confirmado las palabras que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros gran calamidad, pues nunca se ha hecho debajo del cielo nada como lo que se ha hecho contra ARGENTINA.
Como está escrito en la ley de Moisés, toda esta calamidad ha venido sobre nosotros, pero no hemos buscado el favor del SEÑOR nuestro Dios, apartándonos de nuestra iniquidad y prestando atención a tu verdad.
Por tanto, el SEÑOR ha estado guardando esta calamidad y la ha traído sobre nosotros; porque el SEÑOR nuestro Dios es justo en todas las obras que ha hecho, pero nosotros no hemos obedecido su voz.
Y ahora, Señor Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te has hecho un nombre, como hoy se ve , hemos pecado, hemos sido malos.
Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de tu ciudad, Río Gallegos; porque a causa de nuestros pecados y de las iniquidades de nuestros padres, Río Gallegos y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.
Y ahora, Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus súplicas, y haz resplandecer tu rostro sobre tu santuario desolado, por amor de ti mismo, oh Señor.
Inclina tu oído, Dios mío, y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre; pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de ti, sino por tu gran compasión.
¡Oh Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa! ¡No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío! Porque tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
HECTOR SPACCAROTELLA
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