Cómo aprendemos a pedir como es debido? Jesús dijo: «Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá (Mateo 7.7–8)».
Estas palabras (pedid, buscad y llamad) me sirven de recordatorio de cómo orar a Dios de la manera que a Él le agrada. Creo que de la misma manera que me ha ayudado a mí también la ayuda será para usted:
PEDID: Cuando nos acercamos a Dios y le pedimos algo, esto implica que tenemos una necesidad que queremos que se satisfaga. De modo que, si queremos pedirle lo que es bueno, primero deberíamos examinar nuestras necesidades. Si son genuinas y están de acuerdo con la voluntad de Dios, podemos pedir con motivos puros y esto es crucial para lograr que sean contestadas (Santiago 4.3).
Mientras se prepara para acercarse a Dios y pedirle algo, responda las siguientes preguntas. Le ayudarán a examinar sus necesidades y dirigir mejor sus peticiones:
1. ¿Es mi petición buena y útil para todo a quien atañe?
2. ¿Está mi petición de acuerdo con la voluntad de Dios?
3. ¿Armonizará con mis dones?
4. ¿Me acercará más a Dios?
5. ¿Qué parte me toca hacer para lograr su respuesta?
Si puede examinarse a sí mismo y a sus peticiones sinceramente, esto le da libertad a Dios para obrar en usted cuando sus peticiones no son puras y para responderlas cuando sí lo son.
BUSCAD: Cuando la gente busca, como Jesús nos manda a hacer, pide sin hacer un esfuerzo. La búsqueda implica que Él espera que hagamos nuestra parte, aun cuando le pedimos que haga la suya. Así pues, cuando Jesús nos manda a orar diciendo: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy», no quiere decir que vamos a sentarnos y esperar que Dios nos mande el maná del cielo. Después de todo, las Escrituras dicen que el que no trabaja, tampoco coma (2 Tesalonicenses 3.10). Lo que Jesús quiere decir es: «Danos la oportunidad de ganar nuestro pan». Dios no provee para los haraganes.
La oración sin acción es presunción. Cuando oramos, debemos hacer nuestra propia inversión, tal como Jesús nos enseñó en la parábola de los talentos. El resultado es nuestra remuneración y Dios accede en darnos aun más, como dice en Mateo 25.29: «Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado».
Hay un refrán que probablemente haya oído alguna vez: «El que ora y ora, pero no actúa en lo que sabe, es como el que planea y planea, pero nunca siembra». Veo que esto es cierto. Dios no hará lo que solo Él puede hacer hasta que no hagamos todo lo que podemos hacer. Luego, cuando oramos, debemos estar listos para hacer nuestra parte.
LLAMAD: Cuando Jesús nos manda a llamar nos pide que seamos persistentes. La Versión Amplificada [en inglés] aclara de esta manera el pasaje de Mateo 7.7–8: «Continúen pidiendo y se les dará; continúen buscando y hallarán; continúen llamando [reverentemente] y la puerta se les abrirá. Porque cualquiera que siga pidiendo, recibirá, y el que sigue buscando, hallará, y a quien siga llamando, la puerta se le abrirá».
Cierta vez me visitó una dama de mi congregación. Hacía dos meses que le pedía a Dios que llevara a su hermano inconverso a los pies de Cristo y cada vez se impacientaba más porque este no le había aceptado aún.
«Pastor», preguntó, «¿por cuánto tiempo más debo seguir orando?»
«Hasta que venga la respuesta», contesté.
Eso es lo que Dios quiere de nosotros. Cuando nuestras oraciones no hallan respuesta, Él quiere que continuemos orando hasta que esta venga o Él cambie nuestra petición. Y siempre sucede así. O viene la respuesta o Dios cambia nuestro corazón y nuestra petición. Por ejemplo, vea el caso de Abraham y Sara en el Antiguo Testamento. Oraron por un hijo y Dios respondió su petición, aunque décadas más tarde de lo esperado. Pero Dios contestó. Y en el caso de Pablo, ¿recuerda cómo oró una y otra vez para que Dios le quitara su «aguijón en la carne»? Después de orar por tercera vez Dios le dijo: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12.9). Fue entonces cuando Pablo se dio cuenta de que el aguijón estaba allí por una razón, y entonces cambió su perspectiva en la oración. Alineó su voluntad con la de Dios y aprendió a contentarse. J.Maxwell