La falta de poder en la Iglesia
¿Por qué tantos hijos de cristianos están apartados, en una vida mundana, alejándose en su infidelidad, dirigiéndose a una tumba sin honor? Parece que hay muy poco poder en el Cristianismo hoy. Muchos padres piadosos hallan que sus hijos se descarrían. Esto procede de algún pecado secreto que se mantiene adherido al corazón. Hay un pasaje en la Palabra de Dios citado con frecuencia pero en el cual, los que lo citan, se paran donde no deben. En el capítulo 59 de Isaías leemos: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír». Y aquí se paran. Naturalmente la mano de Dios no se ha acortado, ni se ha endurecido su oído; pero deberían seguir leyendo en el versículo siguiente: «Vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no escucharos. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira; y vuestra lengua habla maldad».
Como dijo Matthew Henry: «No podía por menos que ocurrir; se interpusieron a la misma luz que recibían, cerraron su propia puerta. Dios se dirigía a ellos por el camino de la misericordia, y ellos le estorbaron. "Vuestras iniquidades han impedido que recibierais cosas deseables"».
Recordemos que si consideramos la iniquidad de nuestros corazones, o vivimos superficialmente y nuestra profesión de fe es vacía, no podemos esperar que nuestras oraciones sean contestadas. No hay ni una sola promesa para nosotros. A veces tiemblo cuando oigo que la gente cita promesas y dicen que Dios tiene que cumplirlas para ellos, cuando constantemente hay algo en sus propias vidas que no quieren abandonar aunque deberían hacerlo. Haríamos mejor en examinar nuestro corazón y averiguar por qué nuestras oraciones no son contestadas.
Hay un solemne pasaje en Isaías 1:10-18: «Gobernantes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de Mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; novilunios y sábados, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir, son iniquidad vuestras fiestas solemnes».
Incluso nuestras asambleas, nuestras fiestas solemnes. Si Dios no puede conseguir que nuestro corazón esté en los servicios y reuniones, no quiere saber "nada de ellos.
«Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, Yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejar de hacer lo malo; aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprimid al opresor, defended la causa del huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.»
En Proverbios 28:9 leemos: «El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable». Puede que asombre a algunos el pensar que sus oraciones son una abominación a Dios, y con todo, si vivimos en un pecado conocido, esto es lo que la Palabra de Dios dice sobre nosotros. Si no queremos apartadnos del pecado y obedecer la lev de Dios, no tenemos derecho a esperar que Él conteste nuestras oraciones. El pecado no confesado es pecado no perdonado, y el pecado no perdonado es lo más sombrío v dañoso de esta tierra maldita por el pecado. No podéis encontrar un solo caso en la Biblia de un hombre que fuera sincero en su actitud, respecto al pecado, al cual Dios no correspondiera y bendijera. La oración del corazón humilde y contrito es un deleite para Dios. No hay sonido que suene más dulce al oído divino procedente de esta tierra que la oración del justo. Moody