Sin mirar atrás
Cuando se pone el arado sobre la tierra, no importa si es empujado manualmente, tirado por un animal o por alguna máquina agrícola, siempre se debe mirar hacia delante. Mirar hacia atrás implica realizar mal el trabajo, surcos irregulares y direcciones erráticas.
La vida que nos ha sido entregada es el arado y la tierra que nos tocó trabajar es justamente nuestro propio mundo. Nuestro hogar, familia, trabajo, entorno social, todas esas cosas que forman parte de NUESTRO PROPIO MUNDO.
Igual que el labrador, a veces halla porciones de tierra blandas, otras veces las cosas se ponen duras. Piedras, raíces, malezas que hacen que pasar el arado sea en algunos sitios del campo más difícil que en otros. Pero si hay algo que no debe perder de vista, es que DEBE PASAR EL ARADO EN ESOS SITIOS y que justamente, si desea obtener mejores rendimientos en la cosecha, es absolutamente conveniente que el arado sea pasado inclusive varias veces por determinados sitios hasta que la tierra quede en condiciones de ser sembrada.
¿Y no es nuestra vida lo mismo? A veces es necesario que el arado de nuestra vida pase varias veces por un mismo sitio donde las piedras, las malezas y la tierra dura harán difícil plantar algo en ese lugar.
Es cuando pasamos por los peores momentos. Las cosas se ponen difíciles, las lágrimas afloran y sentimos que ya no podemos avanzar a pesar de los más denodados esfuerzos que hagamos.
Amada/o: PIENSA EN ESTO. Si hoy la salud no te acompaña, si la tristeza y la infelicidad baña tu rostro de lágrimas, si el dolor y el fracaso han llegado a tu vida, hay una forma de que no se instalen para siempre. Ya no mires hacia atrás, pon la vista adelante y encomienda al Señor tu camino. Andarás más despacio y con esfuerzo, PERO ANDARÁS.
Un arado siempre deja una huella fácilmente reconocible. Permite que tu vida deje huella en quienes te rodean, sólo así tu adversidad de hoy no habrá sido inútil.
Autor: Luis Caccia Guerra