Hay vida en ti.
Con tu vida sesgada diste vida eterna.
Con cada herida, cada laceración provocaste el milagro de la redención.
Cuando me allego a ti descubro una vida de excelencia.
Gracias por permitirme entrar libremente hasta donde tú estás y poder hablar contigo sabiendo que mis palabras son oídas.
La tumba quedó vacía, ese vacío produjo una obra inigualable.
Tú que quitas la piedra del sepulcro y abandonas la muerte orlado de vida me pides cada día que abandone mi tumba y salga victoriosa venciendo la oscuridad.
Quiero dar sentido a la palabra triunfo, dejar a un lado todo lo que me esclaviza y con valentía vencer mis temores.
Quiero Señor que me ayudes a remover la piedra y así poder vivir una existencia plagada de ti.
Cuando me afano con las cosas de este mundo, cuando susurro lo que he de decir muy en alto, cuando lamento el momento presente sin ser capaz de ver la belleza de cada instante, cuando tropiezo una y otra vez con la desidia, cuando abandono la lucha y cuestiono tu poder, cuando obstinada creo que puedo hacer las cosas por mí misma, entonces… la piedra del sepulcro sigue cubriendo la salida y yo me quedo dentro escrutando en la oscuridad un resquicio de luz que me devuelva el vigor.
Quiero ser hechura tuya. Transformada en tus manos, ilimitada en fe, sobrada de amor.
Quiero que crees en mí un corazón dispuesto, paciente, esperanzado. Un sentir de viveza y pasión hacia todo lo que emana de ti. No quiero permanecer encerrada en una sepultura roída por un cruel desapego a la vida.
Quiero deshacerme del exceso de equipaje y mostrarme ante ti con el atuendo más humilde, para así acercarme a la sencillez sin nada que me lo impida.
Desdoblo hoy mi corazón para dejarlo a la intemperie, rocíalo Jesús de tu sabiduría. Calma el dolor que me provoca tu ausencia y sigue enseñándome como llegar hasta ti.
No me dejes cavando en la oscuridad, disipa las sombras con tu fanal de sol.
Áspero es el recuerdo de lo no alcanzado, de aquello que huyó en el ayer aderezado de lágrimas.
No quiero que mis frases lamidas por el uso acaben empobreciendo el aire con su sonoridad cansina.
¡0h Señor! Remueve la piedra y haz que salga a la luz. Hoy es el día de salvación no permitas que permanezca entre los muertos.
Con tu vida sesgada diste vida eterna.
Con cada herida, cada laceración provocaste el milagro de la redención.
Cuando me allego a ti descubro una vida de excelencia.
Gracias por permitirme entrar libremente hasta donde tú estás y poder hablar contigo sabiendo que mis palabras son oídas.
La tumba quedó vacía, ese vacío produjo una obra inigualable.
Tú que quitas la piedra del sepulcro y abandonas la muerte orlado de vida me pides cada día que abandone mi tumba y salga victoriosa venciendo la oscuridad.
Quiero dar sentido a la palabra triunfo, dejar a un lado todo lo que me esclaviza y con valentía vencer mis temores.
Quiero Señor que me ayudes a remover la piedra y así poder vivir una existencia plagada de ti.
Cuando me afano con las cosas de este mundo, cuando susurro lo que he de decir muy en alto, cuando lamento el momento presente sin ser capaz de ver la belleza de cada instante, cuando tropiezo una y otra vez con la desidia, cuando abandono la lucha y cuestiono tu poder, cuando obstinada creo que puedo hacer las cosas por mí misma, entonces… la piedra del sepulcro sigue cubriendo la salida y yo me quedo dentro escrutando en la oscuridad un resquicio de luz que me devuelva el vigor.
Quiero ser hechura tuya. Transformada en tus manos, ilimitada en fe, sobrada de amor.
Quiero que crees en mí un corazón dispuesto, paciente, esperanzado. Un sentir de viveza y pasión hacia todo lo que emana de ti. No quiero permanecer encerrada en una sepultura roída por un cruel desapego a la vida.
Quiero deshacerme del exceso de equipaje y mostrarme ante ti con el atuendo más humilde, para así acercarme a la sencillez sin nada que me lo impida.
Desdoblo hoy mi corazón para dejarlo a la intemperie, rocíalo Jesús de tu sabiduría. Calma el dolor que me provoca tu ausencia y sigue enseñándome como llegar hasta ti.
No me dejes cavando en la oscuridad, disipa las sombras con tu fanal de sol.
Áspero es el recuerdo de lo no alcanzado, de aquello que huyó en el ayer aderezado de lágrimas.
No quiero que mis frases lamidas por el uso acaben empobreciendo el aire con su sonoridad cansina.
¡0h Señor! Remueve la piedra y haz que salga a la luz. Hoy es el día de salvación no permitas que permanezca entre los muertos.
Autor: Yolanda Tamayo