Habemus Ecclésia
Pr. Carlos Mraida
(Iglesia Bautista del Centro, Buenos Aires)
De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos (1 Crónicas 12.32).
Una de las funciones principales de los líderes del pueblo de Dios es ayudar a sus hermanos en el proceso de discernimiento de los tiempos, es decir, animar y asistir a una interpretación de los acontecimientos que se dan en el mundo y en la historia, desde una perspectiva del Reino de Dios.
En estos días la información ha estado concentrada en la elección de Jorge Bergoglio como nuevo Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana. ¿De qué manera los evangélicos leemos este hecho que ha sacudido a todo el mundo? ¿Cuáles son las implicancias que esto tiene para nuestras vidas y misión?
A través de estas líneas quisiera contribuir a ese proceso de discernimiento espiritual que como creyentes todos debemos hacer, y en particular compartir esta reflexión con tantos pastores que me han escrito y llamado preguntándome y pidiéndome una interpretación. Por cuestiones de espacio, quisiera resumir mi análisis en tres pensamientos principales.
I. Lo que podemos vislumbrar:
Es evidente que el nombramiento de Jorge Bergoglio como nuevo Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana ha provocado una conmoción en nuestro país. Una gran expectativa se ha generado. Y esto también produce de aquí en más que los efectos de su liderazgo no pasarán inadvertidos.
Al tratar de anticipar lo que vendrá, creo que su liderazgo tendrá consecuencias tanto en el plano religioso como el marco social. En el plano religioso uno vislumbra al menos tres cosas.
La primera es un freno al proceso de desacralización de la sociedad que algunos sectores han pretendido imponer en nuestra nación. De desestimar lo espiritual, lo religioso. La respuesta masiva de los argentinos, no sólo de católicos, ante este nombramiento, demuestra que esos intentos de pérdida de valores, de cambios en la educación, de inmoralidad en los medios de comunicación, son generados por una pequeña minoría de nuestra nación.
Que la inmensa mayoría de los argentinos creemos en Dios, y queremos vivir según valores y conceptos que compartimos prácticamente todos. Y que uno no tiene que pedir disculpas por ser alguien de fe, por vivir coherentemente con esa fe, y por opinar y participar activamente en los diferentes niveles de nuestra sociedad, no a pesar de nuestra fe, sino a causa de nuestra fe, respetando y dialogando creativamente con esa minoría que no comparte la fe.
La segunda cosa que en el plano religioso uno vislumbra es la posibilidad cierta de un fortalecimiento de la Iglesia Católica en el mundo y en Argentina en particular. Luego de varios años de pronunciado declive, tanto en el número de feligreses, en el número de vocaciones, en el nivel espiritual y aún moral, el liderazgo de Francisco I hará que muchos católicos que estaban decepcionados con la Iglesia tengan una apertura nueva.
Creo que ese declive sostenido del catolicismo en su bastión principal que es Latinoamérica, además de las cualidades personales de Bergoglio, fue lo que motivó a los cardenales a elegir un Papa latinoamericano.
La impronta del nuevo Papa traerá un nuevo acercamiento de los católicos a su Iglesia. Pero esta posibilidad de fortalecimiento se verá confirmada en el tiempo, únicamente si los obispos y sacerdotes argentinos toman y replican las características del liderazgo de Bergoglio, es decir: un corazón pastoral y cercano a la gente; una voz profética ante las injusticias sociales; una apertura humilde y práctica hacia las otras Iglesias Cristianas; un diálogo fluido con las otras religiones que permita un clima de convivencia y armonía en la diversidad; un perfil personal de despojo, humildad y respaldo moral; y sobre todo un compromiso con la evangelización centrada en Jesucristo como Señor y centro y no meramente una “iglesificación”.
De lo contrario, si los agentes pastorales no replican el liderazgo de su Papa, toda la expectativa generada quedará focalizada únicamente en admiración hacia la persona de Francisco I, pero no redundará en fortalecimiento de la Iglesia Católica Argentina, sino que como viene ocurriendo en todo el continente, seguirán perdiendo gente.
¿Esta posibilidad de fortalecimiento de la Iglesia Católica debe preocupar a la Iglesia Evangélica?¡No! Porque nosotros predicamos a Cristo y no a la iglesia evangélica. Seríamos no sólo muy mezquinos sino contrarios al espíritu de Cristo, si pensáramos en términos de competencia.
Así que no creo que debamos preocuparnos. Pero sí debemos ocuparnos en llevar adelante una misión más relevante, más activa en donde precisamente prediquemos a Cristo y nos aseguremos de esta manera que la personas no siguen una religión, sino que tienen una relación personal con Jesucristo y viven como verdaderos discípulos de él, en todos los ámbitos de la vida.
En esto de intentar anticipar lo que vendrá, el otro nivel de influencia del nuevo Papa supera el marco religioso. Y creo que en medio de una crisis profunda de liderazgo a nivel mundial, el nuevo obispo de Roma encarnará un paradigma diferente de liderazgo: el del diálogo en lugar de la confrontación, el de la cercanía con la gente en lugar de conducir desde entornos cerrados, el de la pluralidad en vez del pensamiento único, el de ser la expresión de los que no tienen voz y no de los poderosos, el de la integridad en vez de la falsa dualidad ética entre vida privada y vida pública, el de la humildad y el servicio en lugar de la arrogancia y el servirse de la gente para beneficio propio.
En realidad este nuevo paradigma es algo del viejo paradigma de liderazgo vivido y enseñado por Jesús cuando dijo: “Los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”.
Este estilo de conducción afectará al liderazgo en todos los ámbitos de la realidad mundial, y también de manera especial en Argentina, porque la repercusión mediática que de ahora en más tendrán los actos del Papa provocará que la gente, al ver que es posible otro tipo de liderazgo, reclame de sus dirigentes que abandonen el gastado y fracasado paradigma.
Y como Francisco I es el jefe de un estado, es el líder principal de una Iglesia, y una de las personalidades más destacadas a nivel de los medios de comunicación, este “nuevo-viejo” paradigma tendrá influencia sobre el liderazgo político, religioso, social, de los medios de comunicación.
¿Qué implicancia tiene esto para el liderazgo de la Iglesia Evangélica?
Creo que la mayoría de los pastores de América Latina viven este modelo de liderazgo establecido por Jesús. Son pastores que lloran con los que lloran y se alegran con los que se alegran, con un fuerte respaldo ético, familiar, sirviendo a la gente en todas sus necesidades. Siervas y siervos de Dios que sacrificadamente dan todo por la extensión del Reino. No son pocos los que su nivel de consagración a Dios y a la gente los lleva a descuidar su familia, a vivir con muchas carencias materiales, pero aún cuando estas actitudes sean desbalanceadas, lo hacen porque su entrega al Señor y a la gente es total.
Sin embargo, hay una tendencia peligrosa y creciente que impulsa el ejercicio de un modelo mundano de liderazgo. Entendido lo de mundano, como el seguir criterios de éxito mundanos.
A veces uno ve con tristeza y cierta vergüenza lo que se presenta en algunos programas de la TV evangélica, con pastores haciendo ostentación de poder, de prestigio, de recursos, que exclusivamente predican prosperidad, que entronizan el yo, con una actitud de superioridad y que en lugar de darle herramientas a la gente para su realización plena como hijos de Dios, usan a la gente como mano de obra gratis para su propia realización. Que encarnan modelos más de gerentes de una multinacional, o de emperadores que la de pastores de la grey.
Ya que estamos con todo el ambiente papal, recordemos lo que Bernardo, en el siglo XII le dijo al Papa Eugenio III: “recuerda que no eres el sucesor del emperador Constantino sino el sucesor de un pescador”. Más importante aún, el liderazgo cristiano, nuestro modelo no es ni siquiera aquel pescador, sino que el ejemplo a seguir en todo, y también en el estilo de liderazgo es nuestro único líder que es Jesucristo.
Estos modelos mundanos caerán, principalmente porque Dios así lo dice en su Palabra. Pero además, porque la gente va a ver todos los días en todos los canales de TV secular, el modelo del Papa, y comparará con esos liderazgos pastorales mundanos que irán perdiendo influencia y gente. Hasta ahora el pueblo sin discernimiento miraba esos modelos por televisión y luego los comparaba con su pastor, muchas veces pobre, limitado, sin el halo de éxito que ven esos modelos televisivos, y creen que el paradigma a seguir es el de la pantalla. Pero ahora en la pantalla verán otra cosa, y a cada rato, y la comparación será inevitable, y estos ministerios mundanos, irán cayendo. Esto no es una justificación para que los pastores no se preparen, no crezcan en todo, no mejoren su imagen, no persigan el crecimiento. Pero sí es una advertencia, para que si hemos “comprado” el modelo pastoral marketinero, nos volvamos al ejemplo de Jesús. Y si somos líderes conforme al modelo de nuestro único Líder Jesucristo, nos afirmemos en él, y en lugar de perseguir ser “grandes”, persigamos ser fieles, para que Dios sea el que nos levante a más.
Hay otras cuestiones más que tienen que ver con lo que uno percibe más allá del ámbito religioso. Sólo a modo de ejemplo, el uso político que le dan y le darán al tema, de un lado y del otro, en un contexto de polarización nacional. Especialmente los medios de comunicación contrarios al gobierno nacional, ante la ausencia de figuras significativas en la oposición, usarán esta figura para hacer oposición. Y del otro lado, también usarán la figura del nuevo Papa con fines políticos. Pero para no ser presa de esta polarización que pretende dividir a los argentinos, prefiero no entrar en estas líneas en el análisis político del tema. Sino que además de vislumbrar estos tres elementos de lo que viene por delante, mi segunda reflexión tiene que ver con:
II. Lo que NO deberíamos esperar:
Lo primero que los evangélicos NO debemos esperar es que el nuevo Papa deje de ser católico. Es decir, va afirmar doctrinas y prácticas que son católicas. Y que por lo tanto los que somos evangélicos no compartimos.
- Nosotros creemos que la única regla de fe y práctica es la Palabra de Dios, la Biblia.
- Nosotros creemos que el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo y sólo él.
- Nosotros creemos que la única forma de obtener el perdón de los pecados viene a partir del arrepentimiento y la fe en Jesucristo de cada persona, y no por medio de indulgencias que alguien decrete y que deja a la gente en su misma condición delante de Dios.
- Nosotros creemos que el único redentor es Jesucristo. Reconocemos a la virgen María como la madre de Jesús y admiramos su ejemplo de fe, pero no la consideramos ni co-redentora, ni objeto de adoración.
- Nosotros creemos que la única forma de ser justificados y tener paz con Dios es por medio de la fe y no por los méritos u obras humanos.
- Nosotros creemos que el Creador es el único que puede ser adorado, y no ninguna criatura, y que Dios nos exhorta permanentemente a abandonar todo tipo de idolatría.
- Nosotros creemos que al único a quien tenemos que orar es a Dios Padre, en el nombre de Jesús por medio del Espíritu Santo.
Y así podríamos seguir con otras convicciones que los evangélicos tenemos y que derivan de la Palabra de Dios, y que no podemos negociar. Y como se puede apreciar, estas cuestiones y otras no son sólo aspectos dogmáticos, o meramente de interés para los teólogos, sino que son esenciales a nuestra fe y a la vida de la gente.
Y los católicos creen sobre estos temas otras cosas. Esperar que el líder de la Iglesia Católica no viva en función de lo que cree, es humanamente algo que no deberíamos esperar. Digo humanamente, porque el Espíritu Santo puede hacer los cambios en ellos y en nosotros que él quiera. Y estamos orando para que eso ocurra.
Por eso, los pastores que estamos involucrados en CRECES (Comunión Renovada entre Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo), no hacemos ecumenismo institucional, no afirmamos nuestra unidad con la jerarquía de la Iglesia Católica, ni siquiera con el Movimiento Carismático Católico, sino con hombres y mujeres que tienen una clara experiencia con Jesucristo y que han sido llenos del Espíritu Santo, y que tienen la firme convicción de que deben ser fermento para una renovación dentro de la Iglesia Católica y para salvación de los inconversos así como nosotros creemos también que debemos ser levadura para la renovación de la Iglesia Evangélica, como sal y luz para el mundo.
Pero estas diferencias y otras, no obstaculizan que podamos compartir visiones, tareas, luchas, hasta que el Espíritu Santo traiga luz y produzca los cambios en aquello que todavía hoy nos separa. Y esto principalmente por dos razones. La primera es porque hoy nuestra batalla no es contra la Iglesia Católica, sino contra la no fe. En un mundo secularizado, hedonista, inmoral, individualista, de absoluta desigualdad e injusticia, hay tanto que podemos hacer para que esa realidad vaya siendo modificada. Sin dejar de lado nuestras convicciones, son tantos los campos en los que podemos colaborar unos con otros para que los valores del Reino se establezcan.
La segunda razón es que podemos enriquecernos unos a otros, con nuestras riquezas y fortalezas. Considerar que sólo nosotros podemos enseñar y no aprender de otros, es como mínimo un signo de soberbia. Y en aquellas cosas que nosotros consideramos como esenciales para la salvación de la gente, la mejor manera de avanzar es que podamos tener influencia sobre cientos de millones de personas, que necesitan de Cristo, pero que no están dispuestos a dejar su Iglesia.
Y en un contexto como el que nos tocó vivir, en Argentina, en donde el que hasta hace poco era el Cardenal Primado de la Argentina, y ahora es el Papa, quien nos ha dado libertad absoluta para predicar a sus líderes y a su pueblo, lo que nosotros creemos según nuestra lectura de la Palabra, de predicar la conversión a Cristo, sin ninguna condición ni condicionamiento, como lo hizo Jorge Himitián a los sacerdotes, a pedido de Bergoglio, o como lo hicimos Omar Cabrera y yo a miles de católicos en el Luna Park, no podemos desperdiciar esa oportunidad que la gente reciba a Jesucristo como Señor.
Y mi tercera reflexión tiene que ver con:
III. Lo que debemos hacer:
Creo que hay varias cosas que podemos y debemos hacer como evangélicos. Primero, orar por el nuevo Papa. Que Dios lo use para traer una renovación profunda de la iglesia, de tal manera que como le dijo a los periodistas, Cristo sea el centro de la Iglesia y no Pedro.
Para que el mensaje de Jesucristo como Señor se propague por todos los medios, de manera tal que veamos la tierra llena del conocimiento de la gloria de Dios.
La segunda cosa que debemos hacer, es limpiarnos nosotros de nuestras idolatrías y de nuestras impurezas. Porque cuando Jesús tuvo que denunciar la principal idolatría, no habló de Baal, ni de Astarté, ni de ningún otro de los ídolos de su tiempo, ni de estatuas de yeso, sino de Mamón, es decir de las riquezas.
- Y ese modelo de liderazgo centrado en el poder humano, en el poder económico, en el poder de los números, que muchas veces vemos en la iglesia evangélica es una forma de idolatría.
- Iglesias y ministerios donde el nombre del pastor es más grande que el de Jesús, son formas de idolatría.
- La Iglesia Evangélica como estructura más importante que Cristo, también es una forma de idolatría.
- La Iglesia Evangélica centrada en sus programas y sin compasión por los que se pierden y sufren, también es una forma de idolatría.
- El evangelio que en lugar de conducir a la negación y crucifixión del yo, encamina a la gente a la afirmación del yo, también es la raíz de todas las formas de idolatría y es el pecado que da origen a todos los pecados.
Nosotros no nos arrodillamos ante estatuas, pero si no nos limpiamos de estas y otras formas de idolatría no podremos ayudar a sacar la paja en el ojo ajeno, ni tendremos la autoridad moral para hacerlo.
Si no nos limpiamos de nuestros liderazgos que lastiman a la gente, centrados en sí mismos, que se privilegian a sí mismo en lugar de privilegiar a Dios y a su gente, nosotros también experimentaremos que cada vez más número de evangélicos lo son nominalmente ,pero que no viven como tales ni se congregan, ni son sal y luz en el mundo.
La tercera cosa es acelerar nuestro proceso de unidad. Hoy gracias a Dios entre las diferentes iglesias y denominaciones evangélicas no tenemos mayores diferencias, al menos en las cuestiones esenciales. Tenemos que romper con las paredes personalistas que nos separan, con los caudillismos que impiden el avance del proceso, porque Jesús dijo que de nuestra unidad dependerá que el mundo crea. Y para que nuestra nación y nuestro continente sea impactado por el mensaje necesitamos cada vez más que el mundo vea a una iglesia unida misionando en unidad en cada ciudad. No una super iglesia, sino el Cuerpo de Cristo funcionando como tal, de manera visible, organizada, articulada, de manera que la gente vea y crea.
La cuarta cosa es que esa unidad tiene como propósito que el mundo crea. Es decir la misión.
- Debemos predicar más y más de Cristo y a Cristo.
- Discipular a las personas para que vivan según el estilo de vida del Reino. Que no sean sólo creyentes sino convertidos.
- Servir a los necesitados desinteresadamente, aunque ese servicio no nos redunde en crecimiento numérico.
- Los evangélicos tenemos un aporte único no sólo a nivel de la salvación individual de las personas sino también a nivel de nuestra influencia para la transformación de nuestras naciones, porque la cosmovisión protestante es diferente en cuanto a conceptos como el trabajo, la pobreza, progreso. Para nosotros, por ejemplo, la pobreza no es una virtud, sino que es el resultado de la injusticia y el pecado. Desde la sociología nos dicen que estas diferencias de cosmovisiones explican porque los países protestantes son prósperas y las católicas pobres. Este es un aporte con el que podemos bendecir a la gente en general y también al catolicismo.
- Hacer de la Iglesia lo que bíblicamente es, una familia y las primicias de la nueva humanidad que Cristo vino a formar.
- Y adorar al único que merece ser adorado, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que está sentado en el trono, y al Cordero, el Hijo de Dios, nuestro único Salvador, llenos del Espíritu Santo.
La noticia con la que los medios de comunicación sacudieron al mundo fue: Habemus Papam, es decir, tenemos Papa. Y obviamente por la trascendencia espiritual y social que eso tiene miles de millones de personas se conmovieron. Pero parafraseando la expresión latina, hay otra noticia más extraordinaria y es: Habemus Ecclésia. Es decir hay Iglesia, o sería mejor decir: somos la Iglesia. Los representantes de Dios en la tierra. Una Iglesia unida en cada ciudad para que el mundo crea. Una Iglesia sin manchas ni arrugas, limpia de idolatrías y de impurezas. Una iglesia gloriosa, llena del Espíritu Santo. Una iglesia multitudinaria de toda lengua y nación, como resultado de que misiona todo el Evangelio a todo el mundo en todas sus necesidades.
Hay Iglesia. Y esa Iglesia es la esperanza del mundo. Y pronto veremos que la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Dios, y que toda la gloria, la honra, el honor y el dominio sean para Él por siempre y siempre.