¿Quién decís vosotros que soy yo?
Mateo 16:13-18 Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas.
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
La pregunta colgaba en el aire como una espesa niebla matinal. Había un silencio absoluto. El pequeño grupo que estaba alrededor de Jesús miraba con estupefacción, demasiado asustados o inseguros para poder hablar.
No sabían qué decir en respuesta a la pregunta del Señor: ?¿Quién decís vosotros que soy yo?? (Mt. 16:15).
¿No sabían la respuesta o no se animaban a darla?
Entonces, como si una mano invisible hubiera accionado un interruptor, dándole un discernimiento perfecto, Simón Pedro levantó su cabeza. Sostuvo la mirada de Jesús, y dijo:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”
Pedro no se equivocó.
Llamar a Jesús ¿Cristo? ¿Hijo de Dios?
No era una cosa sin importancia en los tiempos bíblicos. Tal afirmación llevó a la muerte a muchos valientes creyentes, ya que las autoridades judías y romanas perseguían a los cristianos que estaban dispuestos a dar la cara por su fe.
Aún algunos que caminaban lado a lado con Jesús y que con emoción tomaban parte en Su ministerio, a veces dudaban en llamarlo Cristo.
Era un riesgo enorme. Por eso, a veces permanecían callados mientras seguían adelante con su trabajo en favor del Reino.
Jesús ha estado trabajando con ellos durante muchos días y les dice ahora: “bueno, ahora que vieron lo que vieron, ahora que los envié a predicar y ustedes vieron como en mi nombre ponían la mano sobre los enfermos y se sanaban, ahora que vieron que con la autoridad que les dí pudieron hacer milagros, ahora que me vieron alimentar a cinco mil personas con cinco panes y dos peces…
… Ahora yo les pregunto: ¿quién dice la gente que Soy? Y lo más importante… ¿quién dicen ustedes que Soy?.
Y yo creo que igual que pasaba con sus discípulos de entonces, la iglesia hoy tiene el mismo problema.
Muchas personas se apresuran a exclamar “¡Jesús es el Señor!”, lo cantan en sus canciones, lo anuncian en sus radios, lo muestran en canales de televisión, pero luego no se ocupan de Su obra y de Su ministerio.
Termina habiendo tal incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se proclama y lo que se actúa, que dejamos de ser creíbles.
¿Hay disparidad entre lo que profesamos con nuestra boca, y lo que estamos haciendo para el reino de Dios?
Jesús nos llama hoy a ser íntegros en testimonio y en hechos.
Si estamos viendo que el enemigo se ríe de nosotros invitando con todas las herramientas del mundo a la gente a distraerse y alejarse de Dios, si estamos viendo que nuestro enemigo espiritual les hace creer a las personas que no es cierto que sea un tiempo de definiciones, que los tres temblores que vivió la Tierra en cuatro meses, los volcanes que entran en erupción, los tsunamis, son solamente una casualidad natural, que los cientos de miles de muertos son producto de una selección natural, que los millones de damnificados en todo el mundo son solamente una cuestión de hechos cíclicos que en algún momento terminarán en un nuevo período de estabilidad… y viendo todo esto nos seguimos escondiendo en nuestros templos,
si confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor pero nuestra vida no refleja esta posición espiritual, creo que tenemos que ponernos de rodillas ante el altar del Señor y pedirle perdón porque no estamos a la altura espiritual de llamarnos Iglesia. No mercemos el nombre de cristianos.
Jesús nos pregunta a vos y a mi: “¿quién dice la gente que Yo soy?”
“Ustedes que están en la calle, en el trabajo, en la escuela, en la cola del supermercado o del banco, ustedes que se cruzan con la gente que no cree en mí, díganme: ¿quién dice la gente que Yo soy?
¿Qué respuesta darías al Señor?
…Pero cuidado, porque la siguiente pregunta tiene que ver con vos… “¿Quién decís vos que soy Yo? dice Jesús.
¿quién es Jesús para vos realmente?”.
¿Cuál es la respuesta que le vas a dar?
Porque esta respuesta que le darás a Jesús ahora que no hay nadie que te esté mirando, ahora que estas a solas con Él, te esta pidiendo que con la mano en el corazón, te animes a decir quién creés que es Jesús, qué representa en tu vida en este momento.
¿Cuánto hay de Jesús en tu vida?
¿Quién le decís a la gente que es Jesús?
¿quién dicen tus actos, tu palabra, tu actuar en el mundo, que es ese Jesús al que estas siguiendo?.
“¿Quién dice la gente que soy Yo?”te pregunta. ¿Quién decís vos que soy Yo?.
Yo me imagino que hay una respuesta de corazón a corazón con Dios para cada uno de nosotros. Hay una respuesta aprendida intelectualmente, de memoria, pero esa no sirve ahora.
Lo que nos enseñaron en la escuela bíblica o en el catecismo, los versículos aprendidos de memoria, los mensajes profesionales no sirven en este momento en que en la absoluta soledad y frente al Dios altísimo, tenés que ser auténtico en la respuesta.
Es que lo que verdaderamente importa, lo que cambia vidas, la nuestra y la de los que están afuera esperando el mensaje, no es lo que dicen las palabras sino lo que anuncia nuestro corazón; no es un mensaje aprendido de la Biblia; no pasa por lo que sepamos ni por lo que aprendimos; no pasa por lo que enseñan en la escuela de teología ni por los libros que escriben los pastores y teólogos famosos.
Jesús nos esta pidiendo que demos una respuesta de corazón “¿Quién decís vos que soy Yo?, ¿qué respuesta me das?”.
Es que admitir con el corazón que para nosotros Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre, significa seguirlo a Jesús por el camino de la cruz, seguir Su invitación y dejarlo todo, es el camino de asumir que soy esclavo de un Dios de amor, un Dios que me invita a seguirlo por Amor.
Quedar desnudo ante Su Presencia.
Hace falta estar desnudo para subir la cruz, desprenderse de todo lo que a uno le impida tocar la cruz con la piel para poder sentirla, todo lo que impide mostrarme tal cual soy ante Dios, y exponerme a la cruz; levantar mi brazo para que pueda ser clavado, en un acto voluntario, de amor.
Desde que era chico y hasta los treinta y pico de años, llevé un crucifijo colgado del cuello, una cruz con Cristo colgado de ella; lo usaba para identificarme frente a los demás como un cristiano.
Cuando entré en el Evangelio me enteré que esa cruz con Cristo colgando, es una muestra incompleta de los que es un testimonio cristiano, porque ese es un Jesús que no resucita nunca y permanece colgado en la cruz; la gente lo sigue viendo ahí, muerto, colgando de esa cruz.
Entonces, durante más o menos diez años, llevé colgada del cuello y en en el orillo de mis sacos una cruz vacía, pensando que eso sí me identificaba como cristiano, porque estoy anunciando Su resurrección.
Pero cuando llegue a esta iglesia donde me congrego ahora, el pastor Edilson me dijo que esa cruz tampoco me representaba.
Entonces, dije yo, ¿qué debo llevar para que la gente se de cuenta de que soy cristiano?
¿dónde llevo la cruz?.
En este tiempo aprendí algo nuevo: La cruz de seguirlo a Jesús no tengo que llevarla colgada del cuello, ni en el ojal de mi saco. La tengo que llevar en mi espalda, no para que la vean los hombres, sino para que el mundo espiritual, El Cielo y el infierno, ángeles y demonios, se enteren que estoy cargando mi cruz, para que todo el mundo espiritual entienda que soy de aquellos que lleva su cruz, de aquellos que siguen a Jesús.
Lucas 9.23: Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Si alguno quiere “seguir Mi Camino” dice Jesús; si alguno quiere animarse a ser de los que siguen a Cristo y se llaman cristianos, si alguno quiere anunciar al mundo con sus actos que Dios amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo para que quien en Él crea tenga Vida Eterna, entonces deberá renunciar a todo, negarse a sí mismo, renunciar a su propio ego, a su rebelión, a su falta de perdón, a sus deseos egoístas, a su ambición material, a su vanidad, a su falsedad, a sus mentiras… tomar su cruz y seguirlo al camino del Gólgota.
Aprendí que no importa que los hombres no me vean con la cruz colgando, no importa que no me vean con un crucifijo ni con ninguna otra señal externa; lo necesario es que todo el mundo espiritual, ángeles de Dios y demonios, se enteren que llevo una cruz sobre mi espalda, que asumí llevar y cargar esa cruz, asumí el costo de cargar esa cruz.
Jesús nos pregunta hoy ¿quién dicen ustedes que Yo soy?
Cuando los representantes espirituales de satanás nos quieran mantener dentro de nuestros templos para seguir sembrando odio, destrucción, divisiones, muerte.
Cuando como va a pasar por ejemplo hoy en el Congreso de la Nación, las voces de los que se ríen del matrimonio como lo pensó Dios para el hombre pretendan convertir en ley una parodia de lo que es una pareja de varón y mujer, cuando pretendan hacernos creer que un hijo puede ser criado adecuadamente por dos personas del mismo sexo, teniendo dos mamás o dos papás, cuando el mundo pretenda aislarnos dentro de nuestras burbujas cristianas mientras sigue evolucionando hacia el vacío y la oscuridad, es Jesús quien nos pregunta:
¿quién dicen ustedes que Yo soy?
¿Vas a seguir con la novela de seguir jugando al héroe de la fe? ¿Vas a seguir jugando al cristiano dentro de la seguridad de tu templo?
¿O vas a salir a la calle a gritar que esto no es lo que quiere el Señor? ¿Que estas decisiones que pretenden orientar el destino del país hacia la muerte, no son congruentes con una nación que dice llamarse “cristiana”?
Por favor, ya no calles.
Por favor salí de la comodidad y el calorcito de tu rincón en el mundo porque el futuro está en juego, la vida de tus hijos o tus nietos está decidiéndose hoy en el Congreso de la Nación.
Salgamos a anunciar al Cristo, al Dios hecho hombre muerto y resucitado por cada una de las personas del mundo, a un Cristo vivo que debe tomar de una vez por todas en la humanidad el lugar que le corresponde, ganado con cada gota de su sangre derramada en la Cruz.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
(tomando contenido de un devocional de “TU SERMON.COM” y de un mensaje que dí a la iglesia.
Desgrabación María Clara Spaccarotella para www.puntospacca.net)