¡Qué triste!
Cuando te veo ahí, sentada en ese sillón lamentando tu presente, pienso en todo lo que te pierdes.
Te hablo a media voz. Evito pronunciar palabras que puedan hacerte daño, pero admito no tener la capacidad para verte mermada y pasar de largo.
En un desgarrado intento por parecerme a Jesús me dan ganas de gritarte: ¡Levántate y anda!
Pero ya ves, cuando te tengo cerca me limito a decirte lo que ya ni oyes. Estás tan cansada de que repita las mismas cosas que has aprendido a ignorarme.
Vives lamentándote por tu pasado. Por haber tenido una infancia tan desprovista de cariño. Entristecida ante el permanente recuerdo de un lugar donde los niños vivían aislados de sus padres, asolados por el permanente goteo de palabras lastimeras.
Aquello pasó, tienes que aprender a vivir sin tener que recurrir diariamente a escenas que te producen un insondable pesar.
Cuando tus continuas recaídas hacen que la vida se vuelva más y más gris, te limitas a pedir clemencia, a expresar con susurros que deseas morir.
Una vez más y de seguro no será la última, escribo con la intención de hacerte ver a través de mis frases que el pasado no puede eclipsar el presente.
Que todo lo que te aconteció ha de quedar en el ayer como un capítulo a olvidar. Y aunque ciertamente los recuerdos están ahí, tienes el deber de no hacer uso de ellos con la asiduidad que lo haces.
Sé que lo propuesto no es tarea fácil, pero te animo a que lo intentes. Me gustaría que aprendieras a reconvertir el recuerdo.
Administrar esencias nuevas a esos olores rancios que irradia tu cabeza y que percibes con desagrado. Olores que consiguen mitigar el perfume del presente haciendo que éste se vuelva irrespirable.
Hay pequeñas reformas que producen grandes cambios.
Comienza por hacer inventario de todo lo que hay en ti. Desecha lo que no sirve, lo inútil, lo vacuo, la mentira, el rencor, la ira, el desolado e ingrato recuerdo de una vida sin vivir.
Cuando poco a poco vayas consiguiendo tener la mente más limpia, verás con claridad la belleza que te rodea, las pequeñeces que te engrandecen, los matices insignificantes que te hacen única.
Hoy es primer día del resto de tu vida. Disfrútalo, vívelo.
Te quiero.
Autores: Yolanda Tamayo