A veces los conflictos parecen muy difíciles de solucionarse, pero el Señor es capaz de darnos la solución y libertad.
Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro". Salmos 56:8
Cuando tenemos una angustia Dios quiere consolarnos y ayudarnos a ser libres. El Señor tiene en cuenta cada una de las angustias, dolores y preocupaciones de sus hijos.
Él quiere llevarnos a la sanidad, liberación y bendición plena.
Para ser libres de las preocupaciones y angustias debemos darle lugar a la presencia de Dios en nuestras vidas.
Permanecer en un estado de ansiedad y estrés por preocupación, trae también problemas físicos como pueden ser: Contracturas musculares, obesidad, agitación, mareos, insomnio, irritabilidad, presión alta, sudoración en las manos, bajas defensas, ataques de pánico y posibles problemas cardíacos.
Todos pasamos distintas dificultades, y no solo con problemas financieros o físicos, a veces son otro tipo de conflictos, como por ejemplo malos entendidos que generan mucha ansiedad, o palabras violentas, muy hirientes que han soltado sobre nosotros, que duelen y hacen sangrar nuestra alma. Otros padecen temores, confusiones, culpa, intimidaciones, traiciones, fracasos, estafas y opresiones de todo tipo. Nadie esta exento de atravesar alguna situación estresante y dolorosa. Pero el Señor es nuestro consolador y quién nos librará de todas ellas, quién nos ayudará paso a paso a salir de la tribulación.
A veces los conflictos parecen muy difíciles de solucionarse, pero el Señor es capaz de darnos la solución y libertad.
Vivir preocupados y ansiosos no soluciona nada, algunos consejos para dejar la preocupación son:
1. Deja que Dios sane tu corazón, deja que él tome tu ansiedad, no te dejes llevar por impulsos emocionales desbordados, por impulsos violentos, enojos, iras, no pienses, ni decidas en la marea emocional alta. Dios es paz, es perdón, es amor. (1 Pedro 5:7)
2. Presenta todas tus cargas y preocupaciones en oración a Dios. (Fil. 4:6-7 NTV) 3. Concéntrate en la solución y no en el problema. Hay solución eficaz para todo, es posible vivir en paz. Piensa y busca todas las soluciones y alternativas posibles. No te cierres en la obstinación.
4. Cuéntale tus preocupaciones a personas que te quieran sinceramente y que puedan darte una contención emocional y espiritual.
5. Controla tus pensamientos, no dejes que la imaginación se te dispare y cree un montón de cosas fantasiosas en tu mente, temores de todo tipo que no existen. Resiste a los pensamientos negativos y fatales.
6. No suponga cosas, no saque conclusiones de aquello de lo que todavía no ha podido comprobar. Manténgase en el sentido común y no actúe por rencor u odio.
7. Haga suyas las promesas de Dios. Aliméntese más de la palabra de Dios que de los noticieros. Busque cosas edificantes y enfóquese en cumplir sus sueños evitando las distracciones inertes.
Lo que podemos capitalizar de los problemas es que podremos comprender a quienes estén pasando por lo mismo. Todo lo que padeciste y sufriste, te da el pleno entendimiento cuando otro lo esta pasando, y cuando hemos salido tenemos autoridad para ayudar y consolar con eficacia a quién ahora este sufriendo. (2 cor. 1:3-4)
Recuerdo alguien que siempre se ocupaba de visitar conocidos y vecinos a quines le había fallecido algún familiar, esta persona concurría a muchos velorios porque había sufrido la muerte de un hijo y de varios seres queridos, sabía perfectamente lo que es sufrir distintos duelos, por eso se ocupaba de consolar a quienes pasaban por lo mismo. En cierta medida los problemas nos hacen más sensibles, menos frívolos y menos egoístas. Nos hacen alguien que puede restaurar a otros.