Una carta de Dios
Pastor Tony Hancock
Cierto día, alguien vio un carro sospechoso que iba pasando por todos los buzones de correo en su calle. De inmediato, llamó a la policía para reportar el robo de correo. Después de investigar, la policía descubrió que la persona que se paraba en todos los buzones de la calle era el cartero.
En este caso, resulta que no hubo crimen; pero todos sabemos que no debemos leer el correo destinado a otras personas. Cuando era niño, me enseñaron que nunca debemos leer una carta que lleva el nombre de otro. Es señal de mala educación. Es más, robar el correo destinado a otra persona para leerlo es un delito federal.
Cuando llegamos a la Biblia, sin embargo, descubrimos algo extraño. De todos los libros del Nuevo Testamento, la mayoría de ellos son cartas. Desde romanos hasta Judas, todos estos libros son cartas escritas por Pablo, Pedro, Juan, Santiago y Judas. Al incluirlos en la Biblia, su Palabra, ¡Dios nos invita a leer el correo de otras personas!
¿Por qué será así? ¿Por qué habrá tantas cartas incluidas en la Biblia? Dios sabía que los problemas que se resolvían mediante estas cartas son los mismos problemas que seguimos enfrentando hasta el día de hoy. Las mismas explicaciones y enseñanzas que los apóstoles dieron a las Iglesias y a las personas de su día nos sirven a nosotros también. Estas cartas son importantes porque cada una de ellas es, en realidad, una carta de Dios para nosotros.
Dicho esto, podemos entender mejor el mensaje que Dios tiene para nosotros si entendemos algo acerca de la situación de las primeras personas que leyeron estas cartas. Vamos a pasar las próximas semanas conociendo la carta de Pablo a los Colosenses. El escribió esta carta mientras estaba en la cárcel, probablemente en Roma. Le habían llegado noticias de la Iglesia en Colosas, sobre todo acerca de ciertas falsas enseñanzas que se estaban difundiendo en la Iglesia.
En la carta que Pablo escribió a los creyentes de esta Iglesia hay muchas buenas enseñanzas para nosotros. Vamos entonces a abrir nuestras Biblias para leer esta carta que fue escrita primeramente a otras personas, pero que es también una carta de Dios para nosotros. Leamos los primeros dos versículos del capítulo uno:
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia a vosotros y paz de Dios nuestro Padre. Colosenses 1:1-2
El apóstol Pablo escribe a la Iglesia de Colosas, pero no usa la palabra "Iglesia". Más bien, nos explica qué es una Iglesia. Mira esta excelente definición: "los santos y fieles hermanos en Cristo en Colosas". Una Iglesia hace muchas cosas: comparte el evangelio, alaba a Dios, ayuda a los necesitados, y otras cosas más. Pero lo que una Iglesia es se describe así; una Iglesia es el grupo de personas santas y fieles, que han llegado a ser hermanos por su fe en Jesucristo y que se congregan en cierto lugar. Vamos a considerar estas cosas individualmente.
Comencemos con esta frase: "en Cristo". Llegamos a pertenecer a la Iglesia cuando decidimos confiar en Jesucristo y seguirle a Él. Una Iglesia es un grupo de personas que están en Cristo porque confían en El y se han entregado a Él. No puede ser otra cosa. Lo que nos une, más que nuestra raza o nuestro idioma o el simple hecho de llevarnos bien, es la realidad de estar en Cristo.
El momento en que se nos olvida esto es el momento en que empezamos a ir a la deriva. Si tú te consideras parte de esta Iglesia, tiene que ser porque confías en Jesucristo, porque lo amas y le estás tratando de seguir lo mejor que puedas. Si tú nos visitas, eres bienvenido a quedarte el tiempo que quieras. Pero no vamos a ocultarte esto: nuestra meta es que llegues a conocer a Jesús, porque Él es la razón por la que estamos aquí.
Juan Newton fue un marinero malhablado, capitán de un barco negrero. Su vida no valía nada, ni para él ni para nadie. Pero llegó el día en que las oraciones de su madre, una mujer creyente, fueron contestadas. Llegó a conocer a Cristo, y se convirtió. En su vejez, recorría el país de Inglaterra compartiendo su fe.
Por su edad, un ayudante tenía que apoyarlo mientras se paraba en el púlpito para predicar. Casi ciego y con la voz ronca, no permitía que nada lo detuviera de predicar. Cierto domingo, mientras daba su mensaje, repitió dos veces la frase: "Jesucristo es precioso". Su ayudante le susurró: "Señor Newton, usted ya lo dijo dos veces". Juan Newton miró a su ayudante y dijo, con voz fuerte, "Sí, ya lo dije dos veces, y lo volveré a decir. ¡Jesucristo es precioso!"
Eso es lo que nos une: hemos descubierto que Jesucristo es precioso. ¿Qué otro Rey escogería espinas para su corona? ¿Qué otro Rey escogería una cruz para su trono? ¿Qué otro Rey sería capaz de convertir una aparente derrota en su más grande victoria, liberando a millones de la esclavitud al dar su vida por ellos?¡Jesucristo es precioso! Por fe, estamos en El y nos esforzamos por ser fieles a Él.
Al estar en Cristo, nos convertimos en hermanos. Tenemos un mismo Padre, Dios. Existe una unidad de amor en Cristo que todo verdadero creyente conoce. Pero también es cierto que nadie te puede lastimar como lo pueden hacer tus seres más queridos. Los peores pleitos son los pleitos de familia.
Si somos hermanos, tenemos que aprender a vivir como hermanos. Tenemos que aprender a perdonar, a buscar el bienestar de los demás, a comprendernos unos a otros. Una Iglesia no es simplemente un lugar donde nos reunimos para mirarnos y pegarnos una sonrisa. Una Iglesia tiene que ser un lugar donde podemos encontrar apoyo de nuestros hermanos en Cristo.
Estoy harto de que juguemos a ser Iglesia, pensando sólo en lo que nosotros queremos, en lo que necesitamos, sin ver las necesidades y el dolor de nuestro hermano. No puede ser que la familia de Dios se divida. ¿O será que Cristo sólo murió por algunos? Si ves que un hermano se aleja, ¿tratas de animarle? Si ves que un hermano sufre,¿tratas de ayudarle?
El plan de Dios es que caminemos juntos, animándonos unos a otros a seguir fieles a Él. En Cristo, somos hermanos. Así que, una Iglesia consiste en los que están en Cristo por fe, y por ende son hermanos. Hay otra cosa que nos sucede cuando estamos en Cristo: al pertenecer a Cristo, llegamos a ser santos. En esa palabra, hay mucha confusión. Automáticamente pensamos en ciertas figuras cuando escuchamos la palabra "santos". Pero aquí, Dios nos dice que cada miembro de la Iglesia es un santo.
¿Cómo puede ser esto? Tenemos que entender lo que significa la palabra. Ser santo significa estar separado para algo o para alguien. En el Antiguo Testamento, había artículos dedicados al servicio de Dios en el templo - platos, pinzas, palanganas y otras cosas que sólo se podían usar para los sacrificios que se daban a Dios. Eran santos.
Al entregarnos a Jesucristo y ser purificados por su sangre, tú y yo hemos sido consagrados para Dios. Esto es lo que nos hace santos. Somos santos porque Dios nos ha separado para El. Si somos santos para Dios, esto se tiene que demostrar en nuestro comportamiento. Tenemos que separarnos de lo que no le agrada a Dios.
En mi última visita al Perú, conversaba con un amigo de nuestra familia que tiene mucho conocimiento de la Iglesia evangélica en nuestro país. Durante la conversación, él hizo este comentario: "Últimamente he estado pensando mucho en la santidad de la Iglesia. Creo que esto es lo más importante para la Iglesia en el Perú".
En el momento, su comentario me pareció interesante, pero no le presté mucha atención. Sin embargo, he pensado más en sus palabras, y me han parecido muy acertadas - no sólo para la Iglesia en el Perú, sino para la Iglesia de Jesucristo en todo el mundo. Cuando no vivimos en santidad, perdemos nuestra sazón como creyentes.
Jesús dijo que nosotros somos la sal de la tierra. Si la sal pierde su sazón, ¿para qué sirve? ¡No sirve para nada! Si tú y yo hablamos, nos portamos y vivimos como la gente que nos rodea, ¿para qué servimos? ¡No servimos para nada! La santidad es la expresión de nuestra consagración a Dios en nuestro diario vivir. Es lo que nos distingue de los demás.
Cristo nos llama a vivir en santidad, si somos parte de su Iglesia. No podemos adoptar una actitud tolerante hacia el pecado. No podemos decir: Bueno, todo el mundo lo hace. La Biblia dice que sin la santidad, nadie verá al Señor. Como creyentes, hemos sido lavados por la sangre de Jesucristo, y ahora su Espíritu Santo nos llama a mostrar en nuestra vida la santidad de nuestro corazón.
Ya hemos terminado de armar el rompecabezas de lo que es la Iglesia. La Iglesia local es la congregación de los que están en Cristo, que son hermanos, que son fieles a Él y que son santos. Esto es lo que somos nosotros también. Ahora, ¿dónde nos falta vivir la realidad de lo que somos?
En este mundo, no existe Iglesia perfecta. La Iglesia perfecta está en el cielo. Alguien dijo una vez: Si encuentras una Iglesia perfecta, no te congregues allí, o la echarás a perder. Somos imperfectos, y por ende, nuestra Iglesia es imperfecta. Pero no hay que tirar la toalla. Si amamos y servimos a un Salvador perfecto, nuestra meta tiene que ser esforzarnos siempre a ser más como El.
¿Cómo podemos ser la Iglesia que Dios nos está llamando a ser en este mundo? ¿Qué cambios te está llamando Dios a hacer? ¿Dónde te está llamando a empezar? ¿Estás en Cristo? ¿Convives con tus hermanos en Cristo con amor? ¿Vives en santidad, en consagración y separación del pecado? Haciendo juntos estas cosas, podemos ser la Iglesia que Cristo nos ha llamado a ser.