¡Ánimo! ¡Dios te ama!
En vano habrá sido mi tránsito por este mundo sin haber sido capaz de trascender… de haber comunicado, de hacer claro, manifiesto, palpable ese inmenso amor con que Dios nos ama. Quiero llegar al final de mi vida y poder decir: “Viví para mostrarle al mundo el amor de Dios”.
Triste será escribir miles y miles de palabras sin haber sido capaz de llegar a lo profundo de un alma dolida. Muchas palabras se pueden escribir, pero penoso será no saber comunicar, transmitir, hacer tangible y evidente, esa caricia del dulce Espíritu de Dios.
“Dios te ama” dice la Biblia. Hay personas alrededor nuestro y aún a la distancia, que lloran. Cuando el dolor se hace presente, cuando la salud se hace pedazos, cuando un ser amado parte a la eternidad, no importa sus circunstancias… Cuando el helado filo de la daga de una traición penetra en las entrañas; un pedazo del alma se desgarra.
Hay personas que viven sumidas en la frustración, el desprecio y el desconsuelo. Hay quienes sufren injusticias, o que no son valoradas como es debido. Otras ni siquiera tienen un trabajo. Muchos, hoy adultos, viven mordiendo el silencio de terribles abusos durante su juventud o niñez… Hay quienes padecen hambre y miseria. Hay otros que viven una vida miserable aunque parezca que todo lo tienen. Transitan el camino de este mundo en angustia y soledad, sin esperanzas.
Sus almas están rotas, duelen, sangran. Alguien dijo que el dolor del alma es mucho más intenso que el dolor físico.
¿Cómo decirles: “Dios te ama”?
SACRIFICIO es la palabra clave. Hace dos mil años Dios nos dio una demostración de su inconmesurable amor. Se hace pedazos el alma de un padre que ve morir a su hijo. Se desgarró el corazón de Dios cuando su Hijo Amado moría clavado en una cruz en el Gólgota. Sin embargo, Él NO ES EL AUTOR DEL DOLOR.
Si hoy sientes tu alma despedazada y sin esperanzas… mira hacia la cruz de Jesús. ¿Habría permitido eso Dios, si no te amara?
Hoy y ahora, permítete sentir ese bálsamo del Dulce Espíritu de Dios obrando en tu ser. Abrele tu corazón. Entonces, y sólo entonces, habrás comenzado a caminar hacia la esperanza. Entonces y sólo entonces, habrás dejado las puertas de tu corazón abiertas a ese milagro en el que tu lamento se ha de convertir en danza.
DEFINITIVAMENTE: ¡DIOS TE AMA!
Autor: Luis Caccia Guerra