Hoy quiero compartirte una nota de mi último libro "Da Vuelta tu Cabeza" (Ediciones Urano). Es mi deseo que, al comenzar esta semana, el contenido pueda ser inspirador para tu vida:
Imagina esta escena. Asistes a un recital. Sabes que los músicos tienen un potencial increíble. Pero, grande es tu decepción, cuando empiezan a sonar los primeros acordes. Los sonidos son muy extraños. Aunque no eres un especialista en la materia, crece en ti la sospecha sobre la posibilidad que los instrumentos estén desafinados. Avanza el recital y también el desconcierto. No lo puedes creer. Están allí músicos de primer nivel, instrumentos y equipos fabulosos… pero el resultado es terrorífico. La banda sigue tocando sin percibir lo obvio. ¿Cómo puede ser que desde afuera todo se vea tan claramente y los propios protagonistas no reconozcan lo que está aconteciendo? Promediando el concierto y luego de recibir insultos y algunos objetos contundentes que volaron por allí, los músicos se “dan cuenta”, detienen el recital, afin an y, ¡ahora sí, a disfrutar! Todo suena de maravillas y, tanto artistas como público, comienzan a saborear un maravilloso espectáculo.
Pareciera ridícula la anécdota. Algo tan obvio que haya sido pasado por alto. ¿Cómo un músico va a iniciar un recital con su instrumento desafinado? Tuve mis épocas de bajista y te hago una confesión (si me prometes que esto quedará como un secreto entre nosotros dos): he tocado algún que otro acorde con mi bajo desafinado. A veces lo percibía yo. Otras veces una mirada discreta de algún compañero del grupo me advertía sobre el hecho. No hay nada que hacer. Aunque quieras disimular, cuando se desafina, se desafina.
Inexperiencia. Falta de previsión. Exceso de confianza. Apuro. Improvisación. Todo esto puede llevarnos a tener el instrumento desafinado. Por estos días encontré una analogía entre la música y nuestro modo de encarar el día. Leí una frase que me impactó y te la quiero compartir:
“No toque en el concierto y después afine sus instrumentos.
Comience el día con Dios”.
Tal cual. Es así. Del mismo modo que es una tontería afinar el instrumento al finalizar el concierto, es una tontería no “afinarnos” con Dios antes de enfrentar los desafíos de cada jornada.
Teníamos una entrevista difícil y fuimos “desafinados”.
Nos enojamos por nimiedades porque estábamos “desafinados”.
Olvidamos lo prioritario y nos preocupamos por cuestiones irrelevantes por estar “desafinados”.
Le faltó poder y pasión de Dios a nuestro día ya que sonamos “desafinados”.
Amigo, dedica un tiempo al comienzo de la jornada para “afinarte”. Sintoniza con Dios. Entrégale a Él lo que debes enfrentar. Dale gracias por este día. Pídele que Su Amor se derrame en tu vida y a través de tu vida. Clama por oportunidades para crecer y para ser un facilitador del crecimiento ajeno. Y recién ahí, sal afuera y haz tu mejor concierto. Cuando suenas afinado, nos haces muy bien. Gracias
GUSTAVO BEDROSSIAN