Aparentemente el propósito de la Misión queda reducido en compartir la fe y llevar a otros al conocimiento de Cristo en cuanto a “Salvar almas”. Nada tiene que ver otros aspectos de la Misión en el campo social, político, educativo, económico, ecológico, etc.
El ser cristiano se entiende exclusivamente en categorías religiosas y cúlticas. Esto significa el conocimiento de prácticas, credos, observancia del domingo, membresía, asistencia, la frecuencia de los cultos, el apoyo a la Iglesia, etc. Hemos tenido mucho éxito: “logramos retirar a los cristianos del mundo”. Con más de 70.000.000 de creyentes en Iberoamérica parece que no pudimos pernear la sociedad con los valores del Reino de Dios.
Para otros la misión significa equipar a la Iglesia con miras a su participación en el mundo en la forma de programas, acciones misceláneas y en proyectos de ayuda al desarrollo. El énfasis en la evangelización es muy limitado.
Debemos afirmarnos en que tanto la evangelización como la acción social son componentes de la misión. La evangelización y la acción social no son componentes o partes separadas de la misión, sino más bien dimensiones de la misión única e indivisible de la Iglesia: “La visión, la acción y la reflexión misionera de la iglesia deben fundamentarse en el evangelio que, cuando es comprendido en su integridad, se proclama en palabra y obra y se dirige a todo el ser Humano hasta lo último de la tierra”
“Si vamos a entender el Evangelio y la misión de la Iglesia conforme a todas las Escrituras, de Génesis hasta Apocalipsis, lo tendremos que entender clara y enfáticamente como “bendición a las naciones”. Bendición espiritual, por fe en la muerte de Cristo, claro que sí. Bendición personal, al conocer a Cristo individualmente, claro que sí. Pero también bendición física y material, en el claro sentido hebreo de “bendición”. Y bendición también a las naciones como naciones, como se describe en la revelación bíblica.”
Por lo tanto hablar de Misión es hablar de un mensaje integral de salvación que no conoce fronteras de ningún orden y que está dirigido a todo ser humano y considera toda la realidad de la persona: lo físico, lo moral, lo espiritual, lo intelectual, lo social o lo político.
“La Iglesia en Iberoamérica debe asumir plenamente y sin tardanza su responsabilidad en la misión mundial." Si leemos la Gran Comisión de Mateo junto con la de Juan entenderemos y haremos nuestro a Lucas 4:18-19 bajo una perspectiva nueva y eso a nuestra Misión.
Parte de nuestra tarea misionológica en este tiempo será investigar críticamente las presuposiciones, motivos, estructuras, métodos, pautas de cooperación y liderazgo que las iglesias han desarrollado en cumplimiento de este mandato.
En la medida que maduremos como iglesia nos transformaremos en agente de cambio. Cuando tocamos las realidades e intereses de determinados sectores por presentar “Todo el Evangelio” nos enfrentaremos con el real “costo de ser discípulos”. Solo cuando nuestras creencias cambian realidades humanas comenzara una lucha de Poder contra Poder.
“La encarnación es el modelo para la misión de la Iglesia. En su encarnación, Jesús se identifico con la humanidad pecadora, se solidarizo con ella en sus aspiraciones, angustias y debilidades y la dignificó como criatura hecha a imagen de Dios. La Iglesia esta llamada a encarar su misión al estilo de Jesús.”
Nuestro Paradigma se debe formar estudiando el texto y el contexto. Algunas misionologías ignoran el texto, otras ignoran el contexto. La tendencia parece estar dada por un mensaje que debemos predicar (aclaro que lo debemos hacer mas y mejor) pero nuestro contexto debe hacernos reaccionar y reflexionar. ¿Estamos produciendo un diálogo con toda la revelación de Dios para la Misión?
La correcta misionología ha de interpretar el texto (todo el texto de la Palabra de Dios) y el contexto. Contexto que surge de nuestra realidad Iberoamericana, que forma un nuevo paradigma. Este contexto tiene que ver en donde vivimos. Un contexto que nos hace reflexionar, que nos ayuda a entender más claramente cómo debemos hacer la misión cuando vamos a los pueblos de acceso restringido.
Espero finalmente que no caigamos en lo que muchas veces ha dicho Jhon Stott: “La acción sin reflexión es fanatismo en acción pero la reflexión sin entrega es la parálisis de toda acción.” Dios llama a todos los creyentes a participar y comprometerse en su misión. Si el estudio no lleva a la participación, sea en casa o en ultramar, la misionologia habrá perdido su vocación y razón de ser.
Hoy Iberoamérica necesita nuestro aporte que no pasa por la lucha del poder, el discurso, la dialéctica, el reclamo, proclamar lo importante que somos como iglesia o personas, mostrar nuestros logros, etc. Hoy lo que necesitamos es andar en buenas obras y volvernos “pequeños”, “humillarnos” como niños (Mateo 18:1-4). Debemos reconocer nuestra pequeñez, ignorancia e incapacidad.
Volvamos a tomar el “mensaje que es digno de confianza” y como le dice Pablo a Tito “quiero que lo recalques, para que los han creído en Dios se empeñen en hacer buenas obras. Esto es excelente y provechoso para todos” (Tito 3:9).
“Ayuda en todo lo que puedas al abogado Zenas y a Apolos (misioneros integrales y de carrera), de modo que nos les falte nada para su viaje... {A las naciones}.
Que aprendan los nuestros a empeñarse en hacer buenas obras, a fin de que atiendan a lo que es realmente necesario y no lleven una vida inútil” (Tito 3:13-14).
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:
¿Qué significa e implica para la vida de la iglesia participar de la Misión de Dios?
¿Qué entendemos cuando hablamos sobre la misión de la iglesia y como la definimos?
Autores: Carlos Scott