Cuando descuidamos nuestro altar como lo hizo Israel los viejos pecados del pasado vuelven a rondarnos, y no tenemos la fuerza de antes para vencerlos.
¡Busca ser lleno del Espíritu Santo! Vuelve a poner tu atención en lo más valioso. No podrás continuar mucho en victoria si no vuelves a recibir del aceite del espíritu que encienda una vez más la llama de tu lámpara. Tus fuerzas no alcanzan, no importa lo inteligente que seas, la experiencia que tengas, o los años que tengas en el camino de la fe. Para caminar en santidad, para que tu lámpara brille, para que le sirvas por poder, para que des un fruto abundante, debes volver a ser lleno del Espíritu.
Busca ser lleno, busca la unción como Eliseo deseo la de Elías. Permanece ante el Ungido, pégate a él hasta que el poder de lo alto descienda sobre tu vida. ¡Busca ser guiado por el Espíritu Santo! Cuando le damos derecho de paso al Espíritu él se adelanta y nos lleva de victoria en victoria. Cada página de la historia de la iglesia, de los primeros tiempos está llena con la persona del Espíritu Santo. Como un gran estratega, el Espíritu fue guiando a los discípulos en cada acción.
Ser guiado es ser gobernado por el Espíritu. Para eso debemos aprender a distinguir su voz. Tiene que sernos familiar como la de nuestro mejor amigo, o nuestros seres queridos. Voces que podríamos distinguir entre una multitud. Ser guiado es obedecerle sin resistencia, aún en situaciones en que no estemos dispuestos para ser usados.
¡Busca fluir en el Espíritu Santo! Evidentemente el Espíritu Santo viene a nuestra vida para capacitarnos para servir a Dios. El descendió sobre Jesucristo para investirlo para ungirlo para anunciar el evangelio del reino de Dios. Y viene a nuestra vida para que cumplamos nuestro ministerio. Para que cumplamos las buenas obras que él preparó de antemano. Para que trabajemos en la edificación de su Iglesia.
Fluimos sirviendo, fluimos dando lo que hemos recibido, como el principio que el profeta Eliseo le enseñó a aquella viuda. Cuando somos capaces de compartir nuestra fe a otros, cuando transmitimos esperanza, cuando somos instrumentos de paz, de perdón, de sanidad, entonces el aceite del Espíritu Santo fluirá continuamente.
El aceite del Espíritu es para brillar, es para ungir, es para sanar, es para romper cadenas de impiedad, es para que el fuego queme toda impureza y para que el llamado de Dios esté fundido en nuestros huesos, como aquél fuego que ardía en Jeremías.
Hermano, si fluyes en el Espíritu experimentarás en tu propia vida las señales y maravillas que Jesús le prometió a sus discípulos; caminarás en autoridad y victoria, y nadie te podrá hacer frente. Por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán delante de ti ¡Aleluya!
Gracias al Pastor Roberto Vilaseca por el aporte
y a la hna. Silvia Rodriguez por el fondo