VIENE LA CABALLERÍA

 

El grupo de vaqueros está tratando de sobrevivir al ataque de cientos de indios furiosos. Con sus carretas han hecho un círculo y dentro de él los caballos, los pertrechos y ellos defendiéndose con lo que tienen.

Pero son muchos más, diez veces más indios, que montados en sus caballos disparan sus flechas, arrojan sus lanzas, disparan armas de fuego capturadas en otros enfrentamientos, y han comenzado a prender fuego las lonas de las carretas.

Las flechas atravesaron los barriles de agua, que se derrama irremediablemente en la tierra reseca del desierto.  (¿cuánto podrán sobrevivir sin que los mate la sed?).

La temperatura supera los 45 grados. Ansían que llegue la noche, aunque tampoco la oscuridad traerá descanso.

Las municiones se agotan, el agua se acabó, las carretas están destruidas.

Ya no parece haber solución más que la muerte inminente.

Y en ese momento  de máxima tensión, en esa angustia desesperante, se escucha a lo lejos la trompeta. Se ve la polvareda de los caballos.

¡llegó la caballería!

Soy de la generación de las películas de vaqueros y de indios. Aquellos filmes del lejano oeste americano que nos atrapaban las tardes de los sábados.

El final siempre era felíz, porque los valientes soldados vestidos impecablemente de azul y con aspecto de recién afeitados y bañados, acabaría con la mayor parte de esos guerreros indígenas. Y los que quedaran serían perseguidos hasta el exterminio.

Te hablo porque así, exactamente así como se encontraban aquellos “cowboys”, te encontrás vos en este día.

Visitando una tierra oscura donde no existe el sol de mediodía, una pradera de plantas muertas donde ya no hay el verde de la esperanza; la tierra reseca, el polvo quebrándose debajo de tu piés te muestra que en esa tierra el arco iris no existe, ni hay flores que den su aroma.

Estás en ese lugar de tu vida donde  el enemigo te rodea y te tiene cercado; los buitres se juntan en los picos de los árboles cercanos y… el día de mañana podría ser el día que nunca llega.  Huele a muerte.

Te sentís nada en medio de nada. Tu corazón parece que dejo de latir, demasiado lejos del resto de las personas.

A vos, que sentís que lo perdiste todo, que la luz de vida en tus ojos se apaga, que el cronómetro está marcando la cuenta regresiva de los últimos segundos, de la última respiración… Quiero transmitirte que allí va esta palabra de Dios, este mensaje urgente, de alivio.

 ¡Viene la caballería! ¡No desesperes!

 

Muchas veces en el atardecer veo moverse en el cielo a cientos de metros de altura los aviones de pasajeros. En esas máquinas que se mueven inmensamente altas, en cada lucesita que tintinea en el firmamento viajan 200 o 300 personas. Son poderosos ingenios humanos que tienen un plan de vuelo, despegan y aterrizan a una hora determinada con bastante puntualidad después de haberse desplazado miles de kilómetros a 12.000 metros de altura.

Esas naves, son guiadas por personas expertas, que han estudiado y entrenan permanentemente para lograr esa eficiencia en el trabajo, y  si podemos ver, el margen de error es muy mínimo, porque a diario son miles de aviones en el aire, y el numero de accidentes es muy reducido. En proporción. Dicen que es el medio de transporte más seguro de todos los construidos por el hombre.

En el avión de tu vida, Dios es el piloto.

¿lo es?

Si es así, deberías descansar tranquilo, porque el piloto es el mejor de todos.

Si los hombres pueden lograr hacer esas  maravillas, ¿ como será lo que Dios puede lograr con nuestras vidas?

Porque El no nos creo para dejarnos morir de tristeza, o por errores que estaban fuera de nuestro control.

Te siento mientras te hablo. Estás sin trabajo, no podés pagar tus cuentas. Estás dudando si este mediodía habrá comida para presentar a tu familia.

Te siento también a vos, frustrado y quebrantado después de muchos años de matrimonio. La relación se quebró, aunque se aman. Pero no pudieron entenderse.

Y vos, tu alma está desgarrada porque la traición fue el peor de los golpes.

Estás con el corazón en la mano, con lágrimas en los ojos y en soledad.

Yo también, amigo, tengo mis luchas y desafíos. Te hablo con el corazón en mis manos, muchas veces frente a el avión de mi vida, en la cabina del piloto viendo un montón de botones y perillas que no sé cómo accionar.

Tengo el corazón en la mano y la mirada puesta en Dios.

Es posible que me estés leyendo y escuchando y seas un pastor o un clérigo en tu iglesia, agotado en el campo de batalla, y hace tiempo que mirás el horizonte esperando la respuesta de Dios que parece que no llega. No oís la trompeta, la caballería no se acerca. Las flechas del maligno te hieren, te lastiman, incendian todo lo que tenés, se llevan el alimento espiritual y el agua indispensable.

También te veo a vos esta mañana, escuchándome con el auricular de tu celular buscando una palabra de aliento mientras llorás en el pasillo del hospital donde pasaste toda la noche.

Te veo amigo. Hoy es el día que tanto temías, en un rato te llaman para que te presentes y comience tu juicio.

Se que es muy doloroso estar en ese lugar, donde las soluciones no existen, donde día a día se la oscuridad es mayor, donde esperás desesperadamente que la palabra llegue… pero nadie la pronuncia. Aún aquellos que te pueden ayudar ignoran hoy tu sufrimiento.

Quiero decirte, amigo, que Dios sabe lo que sentís. Él puede verte mucho mejor que yo, y está en camino. No tires la toalla, no abandones, no dejes el combate. Él viene con toda la caballería. Con todo su equipo de salvamento, trae justamente todo lo que necesitás.

Dios sabe que ya los hombres miraron hacia abajo y dijeron “ya no hay nada que hacer... Solamente es cuestión de esperar…Está en manos de Dios.

Dios sabe que no hay medios humanos para que salgas a flote, porque tu lucha no ha sido con seres humanos, sino contra principados que han querido acabar con tu vida, que te han arruinado todos los medios de subsistencia; Dios sabe que has soportado el sufrimiento, que no has negado su nombre, que has preferido callar, y no blasfemar.

Dios sabe que te quedaste ahí, en un rincón de tu vida, en silencio y completa soledad sin saber qué decir, sin nada que decir.  Que en medio de la oscuridad más absoluta te entregaste a Él porque ya lo habías intentado todo y nada funcionó.

Ahora, en este momento, es cuando llega la caballería.

Ahora es el tiempo de Dios, para salvarte, para demostrarte que Él te ama, que Él valora tu trabajo a favor de Él, que ahora cuando ya parece que no hay nada más que hacer es cuando está Dispuesto a actuar, para que todo el poder de su gloria se manifieste.

Vienen los caballos. ¿Los ves? ¿Podés escuchar la trompeta que suena?

Es el ejército de Dios, trayendo estas cosas para vos:

 

 - Dios esta en medio de vos

 - Dios  es poderoso

 -Dios te salvará

 -Dios se gozara

 

Dios será glorificado en vos y los días de las lamentaciones están llegando a su final.

 1Pedro 5:6 al 10  Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros.

Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.

Pero resistidle firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.

Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, El mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá.

 

Oración:

Señor, querido papá, estamos ante Tu Presencia. Necesito pedirte hoy por esas personas que están en un lugar oscuro de sus vidas. Por los que habíendote aceptado como Su Salvador y habiéndote llevado a su corazón, hoy no ven la salida.

Por esos hijos tuyos que no encuentran soluciones, que están parados en un lugar donde la niebla es muy densa y adelante o atrás, no encuentran dirección.

Te pido que vengas, amado Dios, a sustentar a tu pueblo que ya no puede mas, a  levantar a cada uno de tus hijos  que esperan hoy en Vos.

Te pido que Vengas, amado Dios,  y derrames el cumplimiento de tu promesa sobre cada uno de los que claman por la salvación.

De los que lo dieron todo por vos y sienten que se quedaron solos, perdidos, y que no encuentran la salida para seguir andando.

Por los que sufren en su cuerpo, por los que sienten vacía el alma.

Te pido por ellos, Señor. Los pongo hoy en Tus Manos. No los desampares, haceles sentir que estás cerca. Ellos confían en Vos. Creen en Vos.

En el nombre de Cristo Jesús,

 

Amen y Amen

 

HECTOR SPACCAROTELLA          

tiempodevocional@hotmail.com

www.puntospacca.net

 

Fusionando la adaptación de un texto escrito por el Dr. José Luis González, con otro texto propio.