En mi vida no he visto muchas telenovelas, pero debo confesar que hay una novela de algunos años atrás que vi completa, de principio a fin. Se trata de "María, la del barrio". ¿Te acuerdas de esa novela? Su argumento se ha usado, con pequeñas variaciones, en muchas ocasiones diferentes.
Una muchacha pobre sobrevive pepenando, hasta ser recibida en una casa de ricos, donde el señor de la casa decide criarla como si fuera su hija. En el transcurso de la novela, esta muchacha pobre y maleducada se convierte en toda una dama, culta y refinada. La historia da muchas vueltas, por supuesto, como lo hace cualquier novela.
Pero si lo pensamos bien, la historia de María, la del barrio, se parece mucho a la historia de cualquier seguidor de Jesucristo. María vivía en la miseria, hasta que - sin merecerlo- recibió un nuevo hogar, una nueva familia y una nueva identidad. Tuvo que aprender a vivir de una manera digna de su nueva identidad. Y al final, todo salió bien.
En los versículos que estudiaremos hoy, veremos qué es lo que significa para nosotros el evangelio. El evangelio nos habla de lo que Dios ha hecho para rescatarnos y darnos una nueva identidad. También nos dice cuál es nuestra responsabilidad. Y nos promete que, al final, todo saldrá bien. Abramos la Biblia enColosenses 1:21-23 para ver esto: Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él, si en verdad permanecéis en la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.
Dios nos enseña tres cosas aquí acerca del evangelio. El evangelio es el mensaje de lo que Dios ha hecho. Es también el mensaje de lo que nosotros tenemos que hacer. Finalmente, el evangelio es un mensaje universal. Vamos a profundizar, entonces, en cada una de estas cosas.
Primeramente, el evangelio es el mensaje de lo que Dios ha hecho. Dios nos tomó del lugar donde estábamos y nos acercó a El, haciendo la paz por medio de lo que Cristo hizo en la cruz. Es por medio de lo que Jesús hizo que nosotros podemos estar ante Dios santos, sin que nadie nos pueda acusar y condenar, libres de culpa y seguros en El.
Todo empieza con la voluntad de Dios, y con la gracia de Dios. Si Dios no hubiera decidido rescatarnos, nada podríamos hacer por nuestra propia cuenta. No fuimos nosotros quienes decidimos buscar a Dios; Él ya nos estaba buscando, desde mucho tiempo atrás. Fue El quien decidió rescatarnos.
Ese rescate se logró por medio de lo que Cristo hizo en la cruz. En la carne de su cuerpo, El sufrió el castigo que nosotros merecíamos. En su muerte, El pagó la deuda que nosotros debíamos a causa de nuestro pecado. Es por esto que su cruz llega a ser el puente que atraviesa la distancia entre Dios y nosotros.
El propósito de todo esto fue presentarnos a nosotros santos, intachables e irreprochables delante de Él. ¡Este no es nuestro estado natural! Por naturaleza, somos pecadores inmundos, culpables y dignos de condenación. Cada persona en el mundo lo es. Pero cuando conocemos a Cristo, recibimos una nueva identidad.
Dios ve a cada persona que está en Cristo como si la justicia de Cristo fuera su justicia. Si tú estás en Cristo, Dios te está viendo a ti como si fueras tan perfecto como lo es Cristo. ¡Sólo así te puede aceptar! No puede aceptarnos en base a nuestra propia justicia, porque no la tenemos. Él nos acepta en base a lo que Cristo hizo.
Isaías 64:6 habla así de todo lo bueno que hacemos nosotros: "Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia." Aparte de Cristo, aun las cosas buenas con las que tratamos de taparnos, nuestras acciones de caridad y nuestra religiosidad, para Dios son como trapos sucios, que hieden. Pero Gálatas 3:27 dice así: "Todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo."
La justicia de Cristo es como una bata blanca, limpia, pura, que cubre toda nuestra vergüenza y nos hace dignos de estar en la presencia de Dios. Es sólo por fe en lo que Jesucristo hizo por nosotros en la cruz que podemos estar seguros en la presencia de Dios. No existe otra manera.
Esto significa que, si tú estás en Cristo, puedes tener seguridad ante Dios. Puedes estar seguro en tu posición como hijo de Dios, porque no depende de ti, depende de lo que Cristo hizo por ti. No importa si estás de buen humor, o si te levantaste con el pie izquierdo; no importa si las cosas te salen bien, o si estás luchando; no importa si atraviesas una dura tentación, o si estás gozando la vida - puedes estar seguro ante Dios, porque estás revestido de Cristo. ¡Qué gloriosa verdad!
Pero alguien dirá: ¿qué tengo que hacer para recibir esto? ¿Tengo que pagar dinero, o qué? Esto nos lleva a la segunda cosa que vemos aquí acerca del evangelio; el evangelio es el mensaje de nuestra responsabilidad. ¿Cuál es la responsabilidad que tenemos nosotros? Es la de permanecer firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza del evangelio.
Si tú de veras has recibido la salvación, lo vas a demostrar manteniéndote firme en la fe. Esto no significa que nunca tropezarás; mucho menos significa que vivirás una vida perfecta. Pero lo que significa es que, si un verdadero creyente se aleja del camino, tarde o temprano volverá a Él. La persona que se aleja de Cristo, y nunca vuelve, nunca lo ha llegado a conocer de verdad.
Nuestra responsabilidad es mantenernos firmes en la fe. De esto fluye toda nuestra vida cristiana. ¡Qué bueno que Dios no nos exige una vida sin defectos! Estaríamos perdidos. Lo que Él nos exige es que mantengamos nuestra fe firmemente puesta en Cristo.
Éramos como víctimas de un naufragio, perdidos en alta mar. Nos estábamos ahogando en nuestro pecado, en nuestras falsas creencias, en las cosas malas que pensábamos y hacíamos. De repente, apareció una luz brillante. Era la luz de un helicóptero de rescate, que nos tiró una soga. Ahora, ¿qué tenemos que hacer? ¡La cosa más importante que tenemos que hacer es agarrarnos bien de la soga, y no soltarla!
El mar es nuestro pecado; el helicóptero es Jesús, quien vino a salvarnos; y la soga es el evangelio. La cosa más importante que tenemos que hacer es no soltar la soga. Tenemos que mantenernos firmemente agarrados de la fe en Cristo. De esto depende toda nuestra vida. Si nuestra fe está puesta en Cristo, correremos a Él para pedir perdón cuando le fallamos.
Es más, aprenderemos de El cada día cómo tener victoria sobre la tentación. Conoceremos cada vez más de su Palabra, y creceremos en sabiduría. Tendremos una vida que refleja cada vez más la realidad de lo que somos en Cristo: santos, intachables e irreprochables. Conforme más caminamos por fe en Jesucristo, más se refleja su naturaleza en nosotros.
La clave es mantener la fe puesta en Cristo. Él nos salvó del pecado, y nos seguirá salvando, si confiamos en El. Él nos ayudará a vencer la tentación. Él nos transformará de gloria en gloria. Pero todo esto sólo viene por fe en El. Este es el mensaje del evangelio. Es la única manera de conocer a Dios, porque el evangelio es un mensaje universal.
Esta es la tercera cosa que descubrimos aquí acerca del evangelio. Sólo hay un evangelio, dado para la salvación de todo el mundo. La Iglesia de Colosas, la Iglesia que recibió esta carta de manos de Pablo, había sido invadida por un evangelio diferente. Los falsos maestros que habían llegado estaban predicando un evangelio distinto al que habían recibido los colosenses.
Pablo dice que el verdadero evangelio es el que se predica en todo el mundo, y que él mismo fue llamado a servir. El verdadero evangelio es el evangelio que predicaron los apóstoles, el evangelio que se describe y define en las páginas del Nuevo Testamento, el evangelio que se predica por todas partes.
De repente, salen nuevos evangelios - evangelios idiosincráticos. Un evangelio sale por aquí diciéndote que no debes sufrir, que Dios quiere que tengas una vida sin problemas. Pero éste no es el evangelio de la Biblia, que dice: "Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios" (Hechos 14:22).
Por allá sale otro evangelio, que te dice que Dios quiere que seas rico. Si quieres tener grandes riquezas, sólo sigue las instrucciones de quienes te predican este supuesto evangelio - que incluye mandarles dinero a ellos, para empezar. Pero éste no es el evangelio de Jesús, quien dijo: "El Hijo del Hombre no tiene donde poner la cabeza" (Mateo 8:20b). Ninguno de estos evangelios - ni los demás evangelios particulares e idiosincráticos que pueden aparecer - es el evangelio verdadero.
El evangelio verdadero no es novedoso; es el mismo que se ha predicado siempre, desde que Jesús dijo: "El reino de los cielos se acerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!" (Marcos 1:15) Es un evangelio universal, no particular. Es el mensaje sencillo de perdón y vida eterna por fe en Jesucristo.
El evangelio es el mensaje de la obra de Dios. Este evangelio nos llama a responder con fe sincera en Jesucristo, y es el único mensaje de salvación. ¿Has reconocido a Jesús como tu Señor y Salvador? ¿Vives confiando cada día en El, sin soltar la soga de la salvación? Sólo hay un evangelio que salva - el evangelio de Jesucristo. No busques fuera de Él. Hoy, confía sólo en El.
Pastor Tony Hancock