Dicen que la primavera es la época propicia para el amor, pero es sólo un dicho, ya que el corazón desconoce épocas y es sensible a cualquier fecha, a cualquier estación.
Al igual que no hay fechas para amar, para enamorarse y sentir como las razones por las que vivir toman nombre propio , no existen días concretos para la barbarie, para el odio irracional.
Pasar de un amor profundo, al desprecio más exacerbado, es para algunos una práctica común, un acto reflejo de aquellas frustraciones o tachas que poseen .
Se siguen desencadenando día tras día secuencias de maltratos físicos hacia mujeres por parte de sus cónyuges o compañeros sentimentales, personas con quienes comparten el escenario de continuas tempestades.
Viven el terror en sus propios hogares y amenazadas, tienen miedo a denunciar a sus agresores, porque la justicia ha dejado bien claro que no siempre es justa.
Es por ello y por otras tantas razones que desconocemos, las historias de miles de mujeres que viven sometidas a vejaciones, a maltratos, a un continuo goteo de dolor, se mantiene en secreto , hasta que un fatídico día dejan de estar ocultas para ser noticia.
Entonces, ya es demasiado tarde para solucionar el problema, ya no sirve de nada seguir en silencio para proteger a los hijos, para guardar una imagen de mujer felizmente casada con ese hombre al que todo el vecindario conoce como un señor educado y atento.
Me alegra ver como algunas de estas mujeres deciden abandonar su anonimato y salen a la palestra mostrando las huellas del dolor , las señales que deja la irracionalidad de quien después de golpear afirma un profundo amor hacia su víctima, demostrando así su incapacidad para discernir entre el amor y su antónimo.
De estas secuencias de maltratos hay algo que me martillea cuando lo oigo, es una afirmación que hacen muchas de estas mujeres a las que sus “hombres” atropellan con actos violentos, una frase en las que declaran abiertamente que ellos las aman y las necesitan. Conozco las acepciones del amor y tiene muchas, pero nunca el empujón, el golpe, la opresión, la herida, la violencia, el insulto, estuvieron en armonía con el significado del verbo amar.
A pesar de ello, de ser receptoras de los consejos que reciben de quienes intentan ayudarlas, permanecen calladas, instando a sus corazones a seguir perdonando, sin ser conscientes que cualquier día, ese mismo corazón que se doblega hacia la remisión, puede bruscamente dejar de latir.
A ti mujer que sufres te digo:
Ha de ser duro vivir a la sombra de quien amas sabiendo que cualquier día puedes recibir la cruda impronta de un momento airado que convertirá tu cuerpo en una diana donde irán a parar los dardos de su maldad.
Espero que nunca dejes que tu corazón piense por ti, que sea tu cabeza la que dirija tus pensamientos, instándote a huir para siempre de esas manos que en vez de ofrecerte caricias te zarandean con ira.
Deseo que vuestras voces calladas rompan por fin su encarcelamiento y griten con valentía que estáis cansadas de que vuestras vidas dependan del estado de ánimo de quien os agrede y que de una vez por todas comprendáis que nadie tiene autoridad para subyugar a ningún ser bajo el poder de la fuerza.
Al igual que no hay fechas para amar, para enamorarse y sentir como las razones por las que vivir toman nombre propio , no existen días concretos para la barbarie, para el odio irracional.
Pasar de un amor profundo, al desprecio más exacerbado, es para algunos una práctica común, un acto reflejo de aquellas frustraciones o tachas que poseen .
Se siguen desencadenando día tras día secuencias de maltratos físicos hacia mujeres por parte de sus cónyuges o compañeros sentimentales, personas con quienes comparten el escenario de continuas tempestades.
Viven el terror en sus propios hogares y amenazadas, tienen miedo a denunciar a sus agresores, porque la justicia ha dejado bien claro que no siempre es justa.
Es por ello y por otras tantas razones que desconocemos, las historias de miles de mujeres que viven sometidas a vejaciones, a maltratos, a un continuo goteo de dolor, se mantiene en secreto , hasta que un fatídico día dejan de estar ocultas para ser noticia.
Entonces, ya es demasiado tarde para solucionar el problema, ya no sirve de nada seguir en silencio para proteger a los hijos, para guardar una imagen de mujer felizmente casada con ese hombre al que todo el vecindario conoce como un señor educado y atento.
Me alegra ver como algunas de estas mujeres deciden abandonar su anonimato y salen a la palestra mostrando las huellas del dolor , las señales que deja la irracionalidad de quien después de golpear afirma un profundo amor hacia su víctima, demostrando así su incapacidad para discernir entre el amor y su antónimo.
De estas secuencias de maltratos hay algo que me martillea cuando lo oigo, es una afirmación que hacen muchas de estas mujeres a las que sus “hombres” atropellan con actos violentos, una frase en las que declaran abiertamente que ellos las aman y las necesitan. Conozco las acepciones del amor y tiene muchas, pero nunca el empujón, el golpe, la opresión, la herida, la violencia, el insulto, estuvieron en armonía con el significado del verbo amar.
A pesar de ello, de ser receptoras de los consejos que reciben de quienes intentan ayudarlas, permanecen calladas, instando a sus corazones a seguir perdonando, sin ser conscientes que cualquier día, ese mismo corazón que se doblega hacia la remisión, puede bruscamente dejar de latir.
A ti mujer que sufres te digo:
Ha de ser duro vivir a la sombra de quien amas sabiendo que cualquier día puedes recibir la cruda impronta de un momento airado que convertirá tu cuerpo en una diana donde irán a parar los dardos de su maldad.
Espero que nunca dejes que tu corazón piense por ti, que sea tu cabeza la que dirija tus pensamientos, instándote a huir para siempre de esas manos que en vez de ofrecerte caricias te zarandean con ira.
Deseo que vuestras voces calladas rompan por fin su encarcelamiento y griten con valentía que estáis cansadas de que vuestras vidas dependan del estado de ánimo de quien os agrede y que de una vez por todas comprendáis que nadie tiene autoridad para subyugar a ningún ser bajo el poder de la fuerza.
Autor: Yolanda Tamayo