13 de diciembre de 2012, Connecticut, EEUU
La noticia invade nuestras vidas, que en medio del ya agotador caos cotidiano intentan encontrar el equilibrio y la paz necesarios para terminar una semana difícil de un año no menos complicado.
Hasta esta hora, 17,00 hs del 13 de diciembre, se habla de una masacre producida por el hombre, que arrastra un saldo de 27 muertos de los cuales 18 son niños de 5 años. Entre los fallecidos se encuentra la propia madre del agresor, que era maestra en la institución atacada.
Cuando leas este artículo los hechos del jardín de infantes en Connecticut (EEUU) van a ser de dominio público ya que los medios de comunicación internacionales dedican páginas y muchas horas de aire a difundir esto que ninguno de nosotros quiere escuchar, porque no cabe en las piezas del rompecabezas de nuestro presente.
Pero está ahí, sin explicación entendible (como es habitual, el joven asesino de 24 años también murió en esta masacre), tratando de atravesarnos y al hacerlo nos destruye el corazón.
¡Eran niños de 5 años!
¿Cuál puede ser la justificación para que alguien decida hacer algo así?
¿Qué grado de perversión puede llevar a un individuo a disparar más de 100 tiros de su arma de fuego en un kinder?
No hay respuestas, ni las habrá, porque las pantallas de televisión solamente intentan ser fieles testigos de lo sucedido. Y con ello nos hacen a nosotros, claro, partícipes impotentes del horror.
Entonces, que pensamos que algo realmente muy malo está sucediendo en el mundo, que son muchas las señales de alarma que se están encendiendo…
Señales, digo, que nos muestran la puerta de un infierno aquí en este convulsionado siglo XXI por la que no queremos entrar.
Lo que vivimos es el fín de un sistema social que se está despidiendo a sangre y fuego. Otro intento del hombre de gobernar su existencia sin Dios, sintiéndose dios él mismo presa de su ambición y egoísmo sin límites.
Nos intentaron vender que este modelo social “demócrata y cristiano” era el mejor estilo de vida posible. Una estructura que lleva evolucionando hacia este presente durante alrededor de 400 años.
Y no da para más.
Tenemos que encontrar la forma de prepararnos, porque esto no va a quedar así, esto no va a terminar aquí. Se va a poner peor a cada día y estoy convencido que veremos con nuestros propios ojos el fín.
Cuando hice el servicio militar en la Armada Argentina me tocó navegar como parte del entrenamiento militar en el que era el buque insignia, un portaaviones de 250 metros de eslora. Realizamos varias prácticas de emergencias por eventuales ataques enemigos, que incluían la posibilidad de hundimiento de esta enorme nave.
Me enseñaron entonces que en este caso había que saltar al mar y alejarse lo más posible del buque, ya que al hundirse generaba un efecto de embudo que arrastraba a todo y a todos los que estuviéramos alrededor.
Creo que estamos presenciando “el hundimiento” de este enorme buque llamado sistema social occidental. Y que tenemos que alejarnos lo más posible de la catástrofe porque se llevará todo a su paso.
¿Pero cómo tomar distancia para no acabar siendo succionados por esta espiral de muerte y destrucción?
¿A dónde ir?
Vivimos en países que son parte del sistema que se cae.
Y debo decirte algo más, después de mis experiencias en países no occidentales. Y es que allí donde hay hombres y mujeres puede olerse el mismo olor a putrefacción, a corrupción degenerativa, el mismo caos. Aún en sociedades no alineadas a este mundo económico, social y político del que somos parte.
No quiero mostrarme como un portador de augurios del fín del mundo. Ya estarás saturado de escuchar hablar del calendario maya, del 21/12/12 y los etceteras que los acompañan.
Pero es que esto fue anunciado por Jesús hace 2000 años y el hombre sigue sin querer escuchar.
¿A quien iremos?
Esta pregunta se la hicieron a Él cuando estuvo en la Tierra.
Y es que solamente Cristo puede ofrecernos respuestas. Solamente en Él podemos encontrar esperanza.
No podemos aislarnos físicamente. No hay lugar suficientemente alejado a donde podamos escaparnos para resguardarnos.
Pero sí podemos encontrar el refugio espiritual donde sentirnos protegidos.
Como decía Jaime Barylko (el prestigioso filósofo argentino) “es necesario que volvamos a casa”.
Allí ante el calor del hogar las amenazas quedarán afuera. Allí encontraremos una mano amiga que nos haga sentir hijos.
Veo en las fotografías y videos de lo sucedido en Connecticut a cientos de niños que se abrazan a sus padres buscando protección ante lo que no entienden.
Nosotros somos adultos y no podemos colgarnos como ellos del cuello de nuestros progenitores.
Aunque pudiéramos sabemos que ellos no podrían protegernos.
Pero en tu interior está la respuesta, el camino, la protección, el resguardo. El refugio está en la casa del Padre.
No te estoy hablando de religiones, que han mostrado ser parte de esta misma corrupción de la que vengo hablando. Son instituciones de hombres infectadas del mismo virus de iniquidad, de destrucción, de muerte, de egoísmo y de ambición.
Los hombres religiosos han lastimado tu alma y te han alejado de Dios.
Querida amiga, querido amigo, te ofrezco en esta tarde tan especial que vuelvas tus ojos al Padre Celestial. Que revises cómo está tu relación con Él. Que corras a abrazarte y te desarmes de la estructura de protección que has montado inutilmente alrededor de tu vida para decirle que necesitás ayuda.
¿Cómo llegar a Dios?
Jesús se identificó como “el único camino al Padre”. No hay otra puerta.
Te invito a que en donde estés puedas tomarte un ratito para detener todo lo que estés haciendo y leas esta oración como si fuera tuya:
Jesús, te necesito. Siento que en este tiempo de enorme caos a mi alrededor, solamente vos podés ofrecerme ayuda. Quiero cambiar. Hay muchas cosas que hice mal en mi vida y necesito que me conduzcas de regreso al Padre, porque me doy cuenta que esos errores me alejaron de Él.
Sé que una vez estuviste en la Tierra, y moriste por mí para ofrecerme la reconciliación con Dios.
La tomo hoy, me aferro a esa cruz, te necesito.
Ayudame a cambiar el rumbo y encontrar Sus brazos, porque necesito sentirme hijo otra vez.
Me pongo en tus manos, y pongo en tus manos el tiempo que me quede en esta vida.
Te pido que protejas a mis seres queridos, preservándolos del mal que nos rodea.
Ayudalos también a ellos a reconciliarse con Dios.
Amen.
Mateo 11:28 al 30 Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.
HECTOR SPACCAROTELLA
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