¿TERMINARON LOS DESAFÍOS?
Salmo 71:18 al 21 Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir.
Porque tu justicia, oh Dios, alcanza hasta los cielos, tú que has hecho grandes cosas; oh Dios, ¿quién como tú?
Tú que me has hecho ver muchas angustias y aflicciones, me volverás a dar vida, y me levantarás de nuevo de las profundidades de la tierra.
Aumenta tú mi grandeza, y vuelve a consolarme.
Unos días atrás me encontré con un conocido, padre de un ex alumno mío de hace unos cuantos años….
Cuando le consulté por su hijo, me dí cuenta que ya había pasado más tiempo del que había pensado, ya que el que había sido mi alumno de secundaria cumple en estos días 41años.
Su padre, con quien charlaba, es un hombre mayor, tiene 72 años.
La conversación trajo hermosos recuerdos, ya que él me había hecho tiempo atrás unos hermosos muebles; su oficio es carpintero.
Le pregunté si seguía en actividad, porque nos encontramos en una empresa que vende maderas y él me dijo: “ noooo, ya estoy viejo para eso. Ahora solamente estoy esperando que en el Cielo necesiten un carpintero y me llamen…
Yo le respondí continuando con su broma, que si esperaba que necesitaran un carpintero estaba frito, porque arriba había dos por lo menos ¡exclentes!...
Más allá del comentario divertido me quedé pensando. Y es que estoy teniendo trato en los últimos años, con hombres y mujeres en plena actividad, llenos de vida y de ganas de hacer cosas, y con ancianos de la misma edad cronológica que los otros, que como este carpintero, solamente esperan que “lo llamen de arriba”.
Visito periódicamente a otro joven de 84 años que está estudiando informática y muy enchufado con la tecnología. Camina más de 40 cuadras al día, le gusta conseguir videos de óperas clásicas, lee los periódicos y está muy afilado con la situación política y social del país y del mundo.
¿Qué establece la diferencia? Sin duda no es el cuerpo el que condiciona el inicio de la vejez, ni los años que aparecen en el DNI.
Es que el transitar por este mundo nos impone permanentes desafíos, es cuestión de caminar un poco las 24 horas de cada día para darse uno cuenta que no terminará la jornada sin la propuesta de tomar o dejar una situación, de aceptarla o rechazarla.
Y creo que la frontera de la vejez se da (a cualquier edad cronológica) cuando decimos “NO”. Cuando dejamos pasar la oportunidad y nos sentamos cómodamente a mirar la vida pasar como quien ve un programa de televisión.
Es eso, “ver pasar la vida” sintiéndose fuera del presente, más allá del transitar diario.
Hay momentos en la vida donde podés sentir que ya no son para vos los desafíos. Podés decirte “Mi oportunidad ya pasó”, “Mis mejores años ya se fueron”, “A esta altura de mi vida, ¿qué puedo hacer?”
Esto no es para mí, que lo tome alguien más joven o en mejores condiciones.
Esa frontera mental (o espiritual) la marca muchas veces la jubilación.
Sobre todo en nuestra Santa Cruz, donde para muchos llega este beneficio por años cumplidos sin límite de edad.
Como ya he comentado antes, cuando la persona tiene un proyecto de vida el trámite de dejar de trabajar es sólo eso, la libertad de poder hacer lo que siempre quiso.
Pero cuando el trabajo era el centro y lo más importante de la actividad diaria el golpe es duro porque al presentar el telegrama de renuncia para acogerse a la jubilación el hombre o la mujer termina sintiendo que se está despidiendo de la vida, que ya no lo necesitan, que ya no es útil.
Puede ser que una etapa laboral haya concluido (o intuyamos que está concluyendo) y nos angustian tanto el vacío y la sensación de estar frente a un abismo, como la incertidumbre y la otra imagen, la de ver frente a uno oscuridad y frío.
Estas imágenes hacen que la persona reaccione abandonándose (uno se da cuenta porque la mujer deja de arreglarse y vestirse coqueta, y el hombre ya no se afeita todos los días, ni se preocupa por el corte de pelo) o que la presión en el alma sea tan grande que busque evadirse, escaparse, tapar ese enorme agujero de la existencia con cualquier placebo… muchas veces adicciones como el alcohol, el juego, la comida, etc.
Es que muchas veces estamos muy aferrados a lo que siempre hicimos y no podemos despegarnos de esa imagen laboral.
En casa sentimos que estamos demás y hasta molestamos. Los hijos ya están grandes y construyendo su familia, y los amigos probablemente estén en un proceso parecido al nuestro, lo que no ayuda mucho.
Cuando reflexionaba sobre la charla con este carpintero, y sobre las cuestiones de la vejez, me acordé de otro testimonio que tuvo bastante espacio en las noticias de todos los medios de comunicación del mundo días atrás.
Un joven argentino de 91 años. Un testimonio de vida, que fue de gran inspiración ante estos planteos. Te lo comparto:
“Decidido a conmover y a vulnerar cualquier límite, el argentino Efraín Wachs, de 91 años, ganó hoy la medalla de oro en la carrera de cross country del Campeonato Mundial de Atletas Veteranos, que se disputa en Lathi, Finlandia, e inscribió así otro logro a su extraordinaria actitud frente al deporte y la vida.
Rosarino de origen, residente en San Miguel de Tucumán, padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos, Wachs recorrió los ocho kilómetros de la prueba a buen ritmo y expresó no sentirse cansado para tomar parte en las otras competiciones en las que está anotado en este Mundial… "Yo sentía que estaba bien preparado", expresó Wachs, multicampeón mundial, sudamericano y argentino, alguien que tiene la particularidad de haber ingresado al atletismo a los 70 años, luego de haber ejercido su pasión deportiva en el ajedrez. Wachs, quien nació el 12 de marzo de 1918 y celebró este año su cumpleaños 91 corriendo 91 veces los 100 metros en el centro de San Miguel de Tucumán, se preparó esta vez en las plazas tucumanas con dos entrenadores, ya que los lugares tradicionales de práctica estaban cerrados por la Gripe A”.
¡Tremendo el ejemplo de este hombre de 91 años! ¿Cómo puede ser que a los 70 años haya tenido el valor para pasar del ajedrez al atletismo? ¿Cómo animarse a correr 8 kilómetros? ¿Cómo superar incluso las complicaciones derivadas de la gripe A?
Rescato de su testimonio esta frase: “yo sentía que estaba preparado”.
Me cuesta imaginarme ver a un hombre de 91 años con pantalones cortos y zapatillas. Me cuesta verlo correr una carrera de fondo fuera de pista, a campo traviesa, me cuesta cerrar los ojos y ver cómo su pecho corta la cinta de llegada.
Un hombre joven. No importa su edad.
Ya era joven a los 70; cuando otros tiran la toalla de la vida y se entregan a “esperar ser citados desde el Cielo”, él estaba comenzando a practicar una disciplina atlética.
Cuando otros piensan en cómo cubrirse para protegerse de las pestes y el clima, él seguramente corría por las calles de su ciudad preparándose.
¿un hombre especial?
Sin dudas.
Pero lo que lo hace especial no es su constitución física, es el plantearse objetivos hacia delante.
Dice el psicólogo cristiano Gustavo Bedrossian que:
“para toda edad y para todo momento hay desafíos posibles.
Envejecés cuando dejás de soñar y cuando decretás que tu vida ya no tendrá nuevas oportunidades. Dios te dio vida hoy; eso significa que Él todavía tiene algo que hacer a través tuyo. Buscá y desarrollá nuevos proyectos. Animate a verte haciendo aquello que hasta ahora nunca hiciste. Preguntate, ¿por qué yo no?”
Dice Gustavo que envejecemos cuando dejamos de soñar, cuando dejamos de abrir la mano para aceptar los desafíos, cuando ante las misiones que nos da el Señor decimos “no es para mí, gracias. Que lo tome otro”.”ya estoy viejo, ya pasó mi tiempo”
Sin embargo hay algo más, que tiene que ver con vos y conmigo, y con esta reflexión hecha entre creyentes.
Tanto vos como yo sabemos que hay una sola razón por la que seguimos vivos. Por la que todavía no nos fuimos a vivir en Dios.
Y es que tenemos algo para hacer.
Por eso el salmo 71 que te leí al principio de esta charla.
Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir.
¿No hay por delante algo para que me cuentes a mí o al resto del mundo?
Muchos escritores escriben cuando ya peinan canas “cartas a un joven…” me acuerdo de Jaime Barilko, en el final de sus días escribiendo “carta a un joven maestro” y del mismo modo hay “a un joven médico, a un joven abogado”…
Pero no me acuerdo haber leído “cartas a un joven cristiano”.
¿Quién las escribiría sino vos?
¿Será que todo lo que hizo el Señor en tu vida tenga que morirse sin ser difundido?
¿será que esta aventura de vivir, tus aciertos y tus aparentes fracasos no te enseñaron nada que los demás tengamos que escuchar y aprender?
¡Yo sí quiero escucharte!
Y seguramente que habrá muchas otras manos como la mía que se levanten.
Hay generaciones que tienen que escuchar tu mensaje.
Hay quienes están esperándote para verte subir y tomar el micrófono.
¡Hay una carrera que todavía no terminó!
¡Es más, creo que ni siquiera comenzó!
Efraín Wachs comenzó a prepararse a los 70 para terminar cortando la cinta del triunfo a los 91.
Él tenía una meta, un objetivo. Eso lo mantuvo vivo.
¿cuál es el tuyo?
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
Río Gallegos, Argentina
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