“¡Cómo pasa el tiempo!”. Cuando hablas con alguien a quien hace varios años que no ves, tarde o temprano terminas diciendo algo así.
Parece que la vida se nos escapa de entre las manos, y cuando miramos hacia atrás sentimos como si siempre valorásemos más los momentos que se han ido, que los que nos quedan por delante.
Esa es una de las razones por las que es bueno recordar aquella canción de Silvio Rodriguez…
“Los años pasan, sí… la vida no;
el mundo estalla hermoso alrededor...”
Una manera exquisita de expresar que cuantos más años pasan, más aprendemos a darnos cuenta de lo que realmente merece la pena.
Porque cuanto más tiempo vivimos, más recuerdos tenemos.
Todos recordamos momentos felices en nuestra vida. Lugares que permanecen unidos a nuestro corazón.
Quizás no son paraísos, pero tienen un encanto que nadie puede ocultar, porque en ellos tuvieron trascendencia y realidad los deseos más profundos de nuestra vida, el nacimiento de una relación de amor, o el dulce comienzo de una amistad.
Cada vez que recordamos, aprendemos a alargar nuestra vida.
Me gusta escribir que no importan en cierta manera las circunstancias en las que estemos, porque todos podemos ocuparnos en crear e ilusionarnos con muchas cosas.
Las sonrisas, las palabras de ánimo, la ayuda a un amigo, las cosas sencillas que dan sentido a la vida; incluso el mismo hecho de vivir y reflejar la tranquilidad interior es un acto creativo, porque Dios ama la vida, y nos ama a nosotros, independientemente de lo que hacemos.
Él nos ama aún cuando nosotros nos creemos inútiles, aún cuando nosotros pensamos que no podemos hacer nada. Él ama nuestro silencio, nuestra paz, nuestro abrir el corazón a su presencia. Él nos ama a nosotros.
Los años siguen pasando, pero la vida estalla hermosa a nuestro alrededor con Él a nuestro lado. Cada situación tiene un color nuevo, y cada recuerdo nos hace vivir porque sabemos que durará para siempre.
Ese es uno de los secretos de la vida, que Dios ha dado Su palabra de que nos acompañará para siempre. Su amor le compromete a hacerlo. Su fidelidad inquebrantable es la fuente de nuestra seguridad.
Recuerda que “si Dios ha extendido su mano, ¿Quién podrá detenerla?” (*).
(*) Isaías 14:27
Parece que la vida se nos escapa de entre las manos, y cuando miramos hacia atrás sentimos como si siempre valorásemos más los momentos que se han ido, que los que nos quedan por delante.
Esa es una de las razones por las que es bueno recordar aquella canción de Silvio Rodriguez…
“Los años pasan, sí… la vida no;
el mundo estalla hermoso alrededor...”
Una manera exquisita de expresar que cuantos más años pasan, más aprendemos a darnos cuenta de lo que realmente merece la pena.
Porque cuanto más tiempo vivimos, más recuerdos tenemos.
Todos recordamos momentos felices en nuestra vida. Lugares que permanecen unidos a nuestro corazón.
Quizás no son paraísos, pero tienen un encanto que nadie puede ocultar, porque en ellos tuvieron trascendencia y realidad los deseos más profundos de nuestra vida, el nacimiento de una relación de amor, o el dulce comienzo de una amistad.
Cada vez que recordamos, aprendemos a alargar nuestra vida.
Me gusta escribir que no importan en cierta manera las circunstancias en las que estemos, porque todos podemos ocuparnos en crear e ilusionarnos con muchas cosas.
Las sonrisas, las palabras de ánimo, la ayuda a un amigo, las cosas sencillas que dan sentido a la vida; incluso el mismo hecho de vivir y reflejar la tranquilidad interior es un acto creativo, porque Dios ama la vida, y nos ama a nosotros, independientemente de lo que hacemos.
Él nos ama aún cuando nosotros nos creemos inútiles, aún cuando nosotros pensamos que no podemos hacer nada. Él ama nuestro silencio, nuestra paz, nuestro abrir el corazón a su presencia. Él nos ama a nosotros.
Los años siguen pasando, pero la vida estalla hermosa a nuestro alrededor con Él a nuestro lado. Cada situación tiene un color nuevo, y cada recuerdo nos hace vivir porque sabemos que durará para siempre.
Ese es uno de los secretos de la vida, que Dios ha dado Su palabra de que nos acompañará para siempre. Su amor le compromete a hacerlo. Su fidelidad inquebrantable es la fuente de nuestra seguridad.
Recuerda que “si Dios ha extendido su mano, ¿Quién podrá detenerla?” (*).
(*) Isaías 14:27
Autor: Jaime Fernández Garrido