Los rayos del sol son para las flores lo mismo que las sonrisas para la humanidad. Ciertamente son meras bagatelas, pero cuando se encuentran esparcidas a lo largo de nuestros caminos el bien que hacen es inimaginable. Joseph Addison (1672-1719), político y escritor inglés.
Hagamos un pacto. Declarémonos a favor de la sonrisa. No consintamos que nadie apague su luz, pues ningún ser humano tiene derecho a entristecer a otro.
Sabemos que a plena luz del día, como densa espuma fría y en una lucha despiadada nos asaltarán tristezas. A nuestros oídos llegarán palabras hirientes y de noche vendrán las sombras a oscurecer los sueños. Pero, recordemos, no consintamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa.
Una sonrisa amable nos ilumina la cara y la constituye más bella, puede cambiar la propia vida y la de quien la recibe.
Es contagiosa, provocadora, pues convoca otras sonrisas. Cuántas veces sonreímos y sin que el otro sepa todavía el motivo comienza a sonreír. Es un gesto a imitar.
La felicidad abre multitud de puertas al pensamiento, como una invitación a entrar siendo el primer paso la sonrisa.
Aun sin saber idiomas, con una buena cosecha de sonrisas sinceras podemos comunicarnos. Nos ayudará a avanzar en la relación.
Entre ellas están las graciosas; surgen espontáneas las eternamente adolescentes; las de gratitud se aceptan siempre; anhelamos las compasivas; nos recreamos en las que despiertan dulzura; están las famosas sonrisas de empatía; deseamos las que traen paz; abundan las amables; no faltan las de consuelo; sin pudor exhibimos las de amor; nos asaltan las chispeantes que acercan distancias.
De ellas llénense nuestras bocas. Todas son válidas para el ser humano, actúan como un bálsamo, como una mano extendida que invita a las almas desahitadas al milagro de anidar juntas.
Concedámoslas. Compartámoslas. Aumentémoslas. Juntas y en abundancia causan satisfacción y tienen un poder impresionante.
En un instante se termina la soledad y comienza la compañía. Dice Phyllis Diller que una sonrisa es una línea curva que lo endereza todo , y es cierto, por eso no consintamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa.
De norte a sur, de oriente hasta occidente, cualquier persona es digna de recibir en su corazón nuestra fuente de alegría. Bien podríamos decir que es la primera muestra de cariño, como un himno mudo en nuestros labios.
Perdonad mi insistencia. No permitamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa. Estamos llamados a sobrevivir a la penuria que nos acosa.
¡Hágase la luz que se gesta al sonreír y muda los rostros y el gozo!
Hagamos un pacto. Declarémonos a favor de la sonrisa. No consintamos que nadie apague su luz, pues ningún ser humano tiene derecho a entristecer a otro.
Sabemos que a plena luz del día, como densa espuma fría y en una lucha despiadada nos asaltarán tristezas. A nuestros oídos llegarán palabras hirientes y de noche vendrán las sombras a oscurecer los sueños. Pero, recordemos, no consintamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa.
Una sonrisa amable nos ilumina la cara y la constituye más bella, puede cambiar la propia vida y la de quien la recibe.
Es contagiosa, provocadora, pues convoca otras sonrisas. Cuántas veces sonreímos y sin que el otro sepa todavía el motivo comienza a sonreír. Es un gesto a imitar.
La felicidad abre multitud de puertas al pensamiento, como una invitación a entrar siendo el primer paso la sonrisa.
Aun sin saber idiomas, con una buena cosecha de sonrisas sinceras podemos comunicarnos. Nos ayudará a avanzar en la relación.
Entre ellas están las graciosas; surgen espontáneas las eternamente adolescentes; las de gratitud se aceptan siempre; anhelamos las compasivas; nos recreamos en las que despiertan dulzura; están las famosas sonrisas de empatía; deseamos las que traen paz; abundan las amables; no faltan las de consuelo; sin pudor exhibimos las de amor; nos asaltan las chispeantes que acercan distancias.
De ellas llénense nuestras bocas. Todas son válidas para el ser humano, actúan como un bálsamo, como una mano extendida que invita a las almas desahitadas al milagro de anidar juntas.
Concedámoslas. Compartámoslas. Aumentémoslas. Juntas y en abundancia causan satisfacción y tienen un poder impresionante.
En un instante se termina la soledad y comienza la compañía. Dice Phyllis Diller que una sonrisa es una línea curva que lo endereza todo , y es cierto, por eso no consintamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa.
De norte a sur, de oriente hasta occidente, cualquier persona es digna de recibir en su corazón nuestra fuente de alegría. Bien podríamos decir que es la primera muestra de cariño, como un himno mudo en nuestros labios.
Perdonad mi insistencia. No permitamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa. Estamos llamados a sobrevivir a la penuria que nos acosa.
¡Hágase la luz que se gesta al sonreír y muda los rostros y el gozo!
Autor: Isabel Pavón