¡Buen día! Quiero en este día compartir uno de los capítulos que se encuentran en mi último libro “Da Vuelta tu Cabeza” (Ediciones Urano). Espero que las acciones del Sr. Esponja puedan funcionar como advertencia invitándote a desarrollar buenos filtros y equilibrio:
Tuve el placer de conocer al Sr. Esponja. Su vida era muy interesante. En ese encuentro, relató algunas anécdotas que me dejaron pensando. Llegué a la conclusión de que el Sr. Esponja era un aprendiz voraz de todo aquello que circulara por su alrededor.
Un día leyó una frase que lo impactó: “Al que madruga, Dios lo ayuda”. Quedó conmovido por esta gran verdad. ¿Qué hizo? Comenzó de inmediato a levantarse cada mañana dos horas más temprano. Lo cumplió. Era muy obediente. Asimiló este principio, hasta que otro día, una nueva frase vino a perturbar su espíritu: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”. Como era un tanto esclavo de la última enseñanza y le costaba integrar conceptos, se dijo a sí mismo: “¡Ahhhh! Aquí está el gran secreto de la vida. Me levantaré cerca del mediodía y quizá todo vaya mejor!” Desde ese mismo día llegó tarde a cada uno de sus compromisos.
En otra ocasión fue sacudido por una nueva máxima: “Amar es dar sin esperar nada a cambio”. La hizo suya de inmediato. Regaló casi todas sus pertenencias. Estuvo dispuesto a brindar ayuda sin medir costos. Puso un cartel en su casa que decía: “No dude en pedir ayuda si lo necesita. Estoy a su servicio”. Todo funcionó en esa dirección hasta que se topó con un artículo que decía: “No se deje pisotear. Usted no es un trapo de piso. Usted no merece el maltrato. Usted no ha nacido para ser un gusano. Usted es un león. Mírese al espejo y repítase que allí hay un ganador. Vamos, ponga límites. Sí, ponga límites ya mismo”. A partir de allí hizo toda una relectura de la vida. Sí, era cierto. La gente era mala y abusiva. Lo primero que hizo fue sacar el cartel. A los pocos días ya habí ;a protagonizado una decena de discusiones que desembocaron en varias rupturas con amigos. Se sentía realizado. Ya nadie se aprovecharía de su nobleza.
Le fueron sucediendo cosas similares en todas las áreas de su vida. En cuanto a su empresa empezó a vivir casi todo el día en ella cuando encontró el proverbio que afirma “El ojo del amo engorda el buey”. Si él no estaba siempre, seguramente terminaría en la bancarrota. Aunque también es cierto que hizo un giro de 180º cuando se encontró con las palabras del rey Salomón: “¿Qué provecho tiene el que trabaja de aquello en que se afana?” Desde esa misma hora, dejó de concurrir a la empresa y se dedicó a viajar con su esposa por todo el mundo hasta agotar sus ahorros.
Así es, amigo. Éstas son algunas anécdotas que recuerdo del querido Sr. Esponja. Quedé admirado por su capacidad de asimilación. Realmente era un sujeto muy flexible. Aunque también me pregunté si no le faltaría un poco de estabilidad. Reflexioné sobre si no sería más conveniente integrar cada una de estas verdades sin fanatizarnos con la última enseñanza o moda del momento...
GUSTAVO BEDROSSIAN