Un día, la gallina caminaba muy contenta por el corral. De vez en cuando, lanzaba la mirada hacia el puerco. Los demás animales no se aguantaban la curiosidad. Por fin, la vaca le preguntó: "¿Por qué andas tan contenta hoy?" Al principio, la gallina no quiso responder.
Al rato, sin embargo, abrió el pico y les explicó la razón. "Es que hoy voy a comer rico", les dijo, "aunque el pobre puerco va a pagar el precio. Es que escuché que el señor de la granja le dijo a la señora: Hoy le vamos a dar chicharrón a la gallina. (1)"
¡A la pobre gallina le esperaba una desagradable sorpresa! No había entendido bien la intención de su dueño. En el pasaje de la Palabra de Dios que vamos a leer hoy, se nos llama a darles chicharrón también a ciertas cosas en nuestra vida. Me temo que nosotros, como la gallina, a veces malentendemos lo que Dios desea, y en lugar de matar estas cosas, más bien las alimentamos.
Abramos la Biblia en Colosenses 3:5-11, y veamos qué es lo que Dios quiere que matemos en nuestra vida:
Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó; una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos.
Este pasaje es como un suculento bistec, lleno de sabor y alimento para nuestras almas. Vamos a usar tres preguntas como tenedor y cuchillo para partirlo en bocados y poder recibirlo mejor. Estas preguntas son: ¿Qué? ¿Por qué? y ¿Cómo?
¿Qué es lo que Dios nos llama a hacer? Nos llama a hacer morir -a dar chicharrón, si queremos usar esa frase - las viejas costumbres, las viejas formas de pensar y actuar que surgen de nuestro viejo yo. Son las cosas que hacía la persona que éramos antes de conocer a Cristo, que nacían de la carne. Ahora, pertenecen a lo de antes. La Biblia dice que "si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!" (2 Corintios 5:17).
Si estamos en Cristo, somos parte de su nueva creación. Ya no pertenecemos al viejo sistema. En realidad, ya ni somos la misma persona. Pero, ¿qué sucede? Lo que sucede es que seguimos arrastrando algunas secuelas de la vida anterior. Cuando llegamos a Cristo, muchas cosas cambiaron; pero todavía quedan cosas por cambiar.
¿Qué debemos hacer con las viejas costumbres que quedan en nosotros? Algunas personas toman una actitud pasiva. Dicen: "Bueno, Dios me las va a quitar con el tiempo. No me voy a preocupar mucho por ello. De todas maneras, ¡Dios me ama tal como soy! Yo no tengo que cambiar."
Pero esto no es lo que dice Dios mismo en su Palabra. Él nos llama a matar estas cosas. Nos llama a tomar acción decisiva. Tenemos que ser como cazadores, al acecho. Nuestra presa es el pecado que aún sobrevive en nuestra vida, y nuestra meta no es capturarlo vivo, sino matarlo.
Cualquier cazador tiene que conocer su presa y sus costumbres. Por ejemplo, los cazadores de venado suelen dejar maíz en ciertos lugares de sus propiedades para que el venado se acostumbre a llegar a esos lugares y se engorde. El día que el cazador decide atraparlo, lo hace fácilmente, porque sabe dónde buscarlo.
También debemos conocer cuáles son las cosas que estamos cazando en nuestras vidas para matarlas. Los versículos 5, 8 y 9 nos dan listas de la clase de presa que estamos cazando. La primera lista se trata de deseos equivocados y sus expresiones: fornicación, actos impuros, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, que es el deseo desmedido por tener posesiones. La Biblia nos dice que la avaricia es una forma de idolatría, porque hacemos un ídolo de las cosas y les damos más importancia que a Dios mismo.
En esta lista hay algo muy importante. Hay un movimiento desde lo externo hacia lo interno. La inmoralidad sexual es muy aparente; si alguien acostumbra visitar a las prostitutas, si anda con otras mujeres además de su esposa o si se acuesta con su novia sin que estén casados, la gente tarde o temprano se dará cuenta.
Pero no es tan obvio cuando alguien tiene malos deseos. Tú podrías tener la mente más sucia del mundo, y hacerte pasar por santito de yeso en la Iglesia. Una antigua canción popular en inglés decía así: "No puedes ir a la cárcel por lo que piensas", y esto es cierto. Pero aunque no puedas ir a la cárcel por lo que estés pensando, sí serás culpable ante Dios.
Cada pecado empieza en la mente, en el corazón; es por esto que no basta con sólo evitar las acciones malas, como la fornicación o el homicidio, sino que tenemos que matar los malos deseos que dan origen a estos pecados también. Como creyentes, tenemos al Espíritu Santo para mostrarnos nuestros errores. No ignoremos su voz.
La segunda lista se trata de expresiones de odio: el coraje, la impaciencia, la malicia, los chismes, las malas palabras, las groserías y las mentiras. Con estas cosas solemos pensar que la otra persona tiene la culpa. Por ejemplo, decimos: "Tú me hiciste enojar". Pero ¿sabes qué? Nadie te puede hacer enojar. Pueden hacerte injusticias, pero tú mismo decides si te enojas o no.
Solemos tomar las mentiras muy a la ligera, pero aquí dice: "Dejen de mentirse los unos a los otros" (v. 9). Dios es un Dios de la verdad. El jamás miente. Si somos sus hijos, debemos evitar la mentira por completo. Cuando tú dices una mentira, aunque sea sobre algo muy pequeño, estás deshonrando a tu Dios, quien siempre te dice la verdad.
A todas estas cosas, Dios nos llama a matarlos. Pero quizás tú lo has intentado, y te has quedado decepcionado. Por más que intentes vivir una vida santa, no lo alcanzas a hacer. Has intentado una y otra vez dejar esas malas palabras, pero de repente vuelven a salir.
La Palabra de Dios para ti es ésta: ¡No te desesperes! Lo importante es no dejar de cazar. Si se te escapó la presa esta vez, tú sigue luchando. Decídete hoy a seguir luchando contra ese pecado que arrastras, pero que Dios te está llamando a dejar. Puede ser una lucha larga, pero lo importante es no rendirse, porque con Cristo, hay victoria.
Hemos contestado la pregunta ¿qué? ¿Qué es lo que Dios nos llama a hacer? Nos llama a dar muerte a nuestras viejas costumbres. La siguiente pregunta es ésta: ¿Por qué? Si Cristo ya murió por todos mis pecados, ¿por qué debo luchar por dejarlos? ¿Para qué tanto esfuerzo?
Cuando pensamos así, malentendemos por completo la salvación que Dios nos ha dado. Las primeras dos palabras de este pasaje, "por tanto", nos dicen que las instrucciones que estamos recibiendo aquí acerca de matar lo viejo tienen que ver con todo lo que ha venido antes en el libro.
En otras palabras, todo lo que hemos visto antes - cómo Cristo nos salvó, nos libertó, nos trajo victoria sobre las fuerzas del mal - todo esto es la razón por la que debemos ahora luchar fuertemente contra el pecado en nuestra vida. La muerte de Cristo no es un pretexto para pecar más, sino un llamado a una vida santa.
Vemos la seriedad del pecado en el verso 6: "Por estas cosas viene el castigo de Dios". Todo el sufrimiento que existe ahora en el mundo viene como resultado del pecado. Es más, el pecado llevará a muchos a pasar la eternidad en el infierno. El pecado es tan serio que trae graves consecuencias. Si hemos confiado en Jesucristo, Él nos ha librado de esa consecuencia con su propia muerte. ¿Cómo, entonces, vamos a tomar el pecado a la ligera?
Lo que separa la religión mundana del cristianismo verdadero es la gratitud. En todas las religiones del mundo, tienes que hacer algo para que, quizás, Dios (o los dioses) te acepten y te bendigan. Pero la fe cristiana es al revés. La Biblia anuncia que Dios ya nos ha salvado en Cristo. Ya pagó la culpa de nuestro pecado. Ahora, somos llamados a esforzarnos por agradarle, en gratitud.
La vida cristiana no debe ser una vida de temor, sino de gozo. ¡Cristo pagó toda nuestra deuda! Por lo tanto, esforcémonos por quitar de nuestra vida todo lo que no le agrada - porque Él ha sido tan bueno con nosotros. Este es el por qué: la gratitud que le tenemos a Dios por todo lo que Él ha hecho por nosotros. Así le mostramos nuestra gratitud: matando el pecado en nuestros miembros.
Pero ¿cómo lo hacemos? Esta es la última pregunta que nos queda por contestar. La segunda parte del verso 9 y el verso 10 nos dicen que nos hemos quitado la ropa de la vieja naturaleza con sus vicios, y nos hemos puesto la ropa de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador.
La clave aquí es la frase: "que se va renovando en conocimiento" (v. 10). Escúchame bien: el campo de batalla en nuestra lucha contra el pecado está en nuestra mente. Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar acerca del pecado. Sólo así vamos a poder luchar contra él, y ganar.
Lo bueno es que tenemos al Espíritu Santo morando en nosotros para ayudarnos a luchar. Una de las formas en las que el Espíritu nos ayuda es dándonos entendimiento de la Palabra. La Biblia es clave para cambiar nuestra forma de pensar. Será totalmente imposible que vivas en victoria sobre el pecado si pasas todo tu tiempo escuchando música mundana y viendo telenovelas. La Palabra es clave para la renovación de tu mente.
Así empezamos a pensar de una manera diferente acerca del pecado. Por ejemplo, nosotros antes creíamos que la lujuria era divertida, una forma inocente de sentirnos bien. Se nos hacía normal mirar a una joven bonita caminar por la calle, y dejar que nuestra mente volara en fantasías acerca de ella.
Pero Jesús nos enseña que esto es una falta de respeto hacia ella. Ya no la estamos viendo como hija de Dios, como persona creada y amada por nuestro Padre celestial, sino como un objeto nada más. ¡Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar!
Antes, creíamos que el dinero traía seguridad. Ahora vemos que nuestra seguridad está en Dios, y que el dinero es algo que administramos para que sea de bendición. Y así, en cada área de nuestra vida buscamos la renovación de nuestra mente. Cambiamos la vieja forma de pensar por la mente de Cristo.
¿Estás dispuesto a empezar la lucha? ¿Estás listo para darles chicharrón a las viejas costumbres? Lo bueno es que no estamos solos en esta lucha. Si estás listo para luchar, haz un compromiso hoy con el Señor. Si te has caído en la lucha, levántate y sigue luchando. Cristo te ayudará.
(1) Para nuestros lectores de otros países, el modismo "dar chicharrón" significa matar a alguien.