Cada cuatro años, Estados Unidos inviste a un nuevo presidente en lo que se llama “la oficina más poderosa de la tierra.” Su firma es ley. Él comanda el ejército más poderoso del mundo. Pero el poder que tiene es nada comparado con el poder que Jesús nos ha dado a ti y a mí.
Tenemos acceso total a la mismísima presencia del Creador, ¡El Dios vivo! “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo...acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (Hebreos 10:19-22).
La palabra libertad en este versículo significa “actuar abiertamente con confianza o asegurar publicidad.” Amado, esa “publicidad” es por causa del diablo. Esto significa que podemos decir a todos los demonios en el infierno: “¡Tengo derecho por la sangre de Jesucristo a entrar en la presencia de Dios y hablar con Él, y Él conmigo!"
¿Crees que tienes este derecho, que Dios está dispuesto a salir y encontrarse contigo? ¡Acerquémonos a Él con un corazón lleno de la seguridad de la fe! No venimos por la sangre de un ave o de una cabra o de un toro, sino por la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
“Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:12-14).
Nada estremece más el corazón de Dios que ver a sus hijos viniendo a Él con valentía, sin timidez. Él quiere que vengamos diciendo: “Tengo derecho a estar aquí. E incluso si mi corazón me reprende, Dios es más grande que mi corazón” (1 Juan 3:20).
David Wilkerson