Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
¡ Feliz Cumpleaños arcoiris azul !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
Tiempo devocional-Hector Spaccarotella: Hermanos de sangre
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 06/06/2013 23:15

Hermanos de sangre

 

Hablaba tiempo atrás con un señor de más de 60 años sobre nuestras vidas, para conocernos mejor. Una charla de sobremesa entre matrimonios.  En medio de la conversación surgió el tema de la relación familiar:

-Mi familia está formada por mi esposa y por mis hijos.

-¿y tus padres?, ¿Tus hermanos?

-Mis padres murieron hace tiempo. Tengo hermanos pero hace años que no los veo.  Viven en algún lugar de Buenos Aires. No tengo ningún contacto.

-¿Tuviste algún problema con ellos para distanciarte?

-Si y no. Nunca tuvimos una buena relación. Cuando murieron mis padres ya no hubo una razón para seguir en contacto.

 

Una historia de hermanos de sangre. Si vos tenés unos años caminando sobre esta vida como yo, sabrás que es demasiado frecuente. Incluso en algunos aspectos, también es mi propia historia… y probablemente la tuya.

La relación entre los hermanos no siempre es sencilla. Sin embargo y sin lugar a dudas, constituye uno de los vínculos más fuertes que existen. Un hermano es un ser que no sólo comparte nuestra genética y, tal vez, algún rasgo parecido, sino que, además, comparte nuestra historia.

En la patagonia, donde muchos han venido tomando distancia de situaciones familiares sin resolver, hay un dicho de la calle que circula entre las personas: “los amigos son la familia que uno elige”

 Es como decir que no pudimos elegir a nuestros padres y hermanos… pero nuestros amigos, a quienes sí elegimos, constituyen nuestra familia por elección. Incluso ellos en muchísimas ocasiones son los que están a nuestro lado en los momentos de crisis.

 

¿Pero es inevitable tener relaciones fraternales traumáticas?

 

Conozco afortunadamente muchos casos en que no es así.

Cuando nos reencontramos con mi hermano luego de varios años distanciados, estábamos uno a cada lado de la cama donde mi padre estaba terminando sus días.

Él dijo: “no puedo creer verlos juntos y saber que están bien entre ustedes”.

Mi hermano le dijo: “¿Cómo es la relación tuya con los tíos, tus hermanos? “...Nunca fue buena” respondió mi padre.

“Bueno (dijo mi hermano) nosotros construimos nuestra relación a partir del modelo que copiamos”.

Pienso que la herencia espiritual familiar marca la relación entre hermanos. La historia es un condicionante.

Mayores o menores a nosotros, nuestros hermanos han transitado nuestra niñez, nuestra adolescencia y, probablemente nuestra juventud.

Nuestros hermanos nos vieron crecer, reír, llorar, madurar en la intimidad de nuestro hogar. A empujones generamos un espacio para compartir a nuestros padres, un mismo lugar físico, un juguete, la vida misma. Con ellos, empezamos a ver que el mundo no gira a nuestro alrededor y antojo, que hay un prójimo a quien amar y tener en cuenta.

 A través de ellos, aprendimos a esperar, a ser pacientes y generosos, pues sabemos que no estamos solos y que nuestros padres son también sus papás y que sus necesidades son tan importantes como las nuestras. Pero no siempre la relación fue armoniosa, pues, con los hermanos, también aprendimos a competir, descubrimos los celos, y se convirtieron en nuestros primeros “rivales”. Es muy común que los hermanitos peleen entre sí, mucho más de lo que a los padres nos gusta. A veces, cuando eso ocurre, nos escuchamos diciendo, como una especie de consuelo, “son cosas de chicos”. En realidad, muchas veces hay más que eso. Y es vital tomar conciencia y corregir un vinculo que no está dándose sano.  

 Muchas veces detrás de la lucha por ser el primero en saludar a mamá, o sentarse a su lado en la mesa, hay un sentimiento enfermizo de celos.

Los celos nunca son buenos.

 

Proverbios 6:34 y 35  Porque los celos enfurecen al hombre, y no perdonará en el día de la venganza.

No aceptará ningún rescate, ni se dará por satisfecho aunque le des muchos presentes.

 

 ¿Quién no se sintió desplazado más de una vez? ¿Cuántas veces habremos deseado ser hijos únicos para disfrutar de todo y de todos sólo nosotros? Sin duda, muchas.

El tiempo suele acomodar las cosas en nuestra mente, lo que no necesariamente signifique que queden superadas. En muchos casos nos damos cuenta de que aquel pequeño ser que nos destronó y a quien nuestra madre daba la mamadera mientras nosotros debíamos esperar para tener su atención, es hoy una persona adulta que ha construido su vida demasiado lejos afectivamente de nosotros.

 

¿La causa? Un problema de celos que nunca pudo sanarse.

 

Ese hermano mayor que podía –antes que nosotros– salir solo,  ir a bailar y tantas otras cosas, que, en su momento, nos provocaron celos o rabia, puede ser hoy nuestro mejor consejero. Sanarnos en el alma es entender que a nuestros hermanos mayores no les ha resultado fácil el camino, pues fueron los primeros que lo tuvieron que recorrer y los que pagaron primero el precio que pagan los hijos, porque nadie enseña a ser padre. Comprenderemos también que aquel mocoso molesto, que supo ser nuestro hermano menor, nos necesitaba y que fue, seguramente, “nuestro primer admirador”.

 

Son varias las cosas que se entienden con el tiempo. La relación entre hermanos es una de ellas. Las batallas y celos de la niñez pueden quedar sólo en recuerdos que despiertan sonrisas o estar allí martillando nuestro corazón día tras día… hasta que buscamos tomar distancia para atenuar sus golpes que no dejan de herirnos.

 

Precisamente el tiempo es lo que más se comparte con un hermano, ya no porque estemos bajo el mismo techo, sino porque con ellos vivimos, de un modo particular, lo que la vida nos da y nos quita. Juntos vemos envejecer y morir a nuestros padres, juntos vemos crecer a nuestros hijos, y, en ese ir y venir del tiempo, vamos también cambiando nosotros.

Ese vínculo que, en la niñez, era más belicoso que armónico, esa relación marcada en muchísimos casos por los celos, madura con los días del almanaque para que pueda convertirse en la madurez, en un pilar fundamental que nos sostiene.

 

Hay quienes no tienen la suerte de tener hermanos y, posiblemente, los busquen y  encuentren en un amigo. Quienes sí gozamos de la inmensa dicha de contar con ellos, sabemos que no estaremos nunca solos. Con idas y venidas, con épocas mejores y peores, pero siempre estarán allí, con sus similitudes y diferencias. Con lo que nos une y con lo que nos separa, viviendo nuestra vida codo a codo y paso a paso, como fue desde un principio y como será hasta que Dios lo disponga.

Si podemos poner ante el Señor nuestro corazón herido, si pedimos a Él que nos sane interiormente de modo de poder volver a levantar ese teléfono que nos separa de un reencuentro, si podemos tomar conciencia que lo que nos distancia con nuestro hermano no es el problema con la herencia de la casa paterna sino un dolor más antiguo, tanto como en muchos casos nuestra propia infancia, entonces se está abriendo ante nosotros el Cielo con el objeto de darnos la posibilidad de ser libres de tanto sufrimiento, de descargar la pesada mochila de una relación rota para generar en la madurez de nuestras vidas, un vínculo distinto y sano con nuestros hermanos.

Y ellos pueden ser también quienes nos acompañen y ayuden a superar  los tramos difíciles de nuestras vidas. Los tramos de desierto espiritual que seguramente pasaremos como le ha venido pasando a toda la humanidad desde Adán y Eva.

 

Santiago 3:14 al 18  Pero si tenéis celos amargos y ambición personal en vuestro corazón, no seáis arrogantes y así mintáis contra la verdad.

Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica.

Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.

Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía.

Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz.

 

Creo de verdad que tenemos la posibilidad de encontrar paz. Y sanar ese area de nuestra vida.

¿Te animás?  Es una cuestión de decisión.

Pedile al Señor que sea Él quien levante el teléfono. Que sea Él quien diga las primeras palabras para establecer una conversación que íntimamente hace mucho que buscabas y necesitabas.

No te preocupes si él o ella no te entienden, se asombran y quedan cortados.

Es tu alma la que se está sanando y la que necesita una nueva oportunidad de encontrar paz.

Son una pocas palabras: “Hola hermano, tuve deseos de hablarte. Hace tiempo que no sé nada de vos ni de tu familia. Me gustaría que pudiéramos vernos.”

Así de sencillo.

¿Podrá aplicarse  Mateo 5: 21 a la relación con nuestros hermanos de sangre?

 

Mateo 5:21 al 24  Habéis oído que se dijo a los antepasados: "NO MATARAS" y: "Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte."

Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: "Raca" a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: "Idiota", será reo del infierno de fuego.

Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

 

Una vez hace tiempo escuché una prédica que me sorprendió. El predicador decía que Jesús no dice “si te acuerdas que tienes algo contra tu hermano” sino Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,

deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

 

¿Qué vas a hacer? ¿vas a dejar las cosas como están? ¿cómo te presentarás ante el Padre si no resolviste primero la situación con tu hermano o hermana de sangre?

No dejes pasar más tiempo. La puerta está abierta hoy y la oportunidad es ahora.

La respuesta está en tus manos.

 

HECTOR SPACCAROTELLA          

tiempodevocional@hotmail.com

www.puntospacca.net

 Inspirado y tomando comentarios de un artículo se Liana Castello en la revista San Pablo.

 

 



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Lolis Navarrete Enviado: 22/06/2013 02:29
BENDICIONSACERDOTAL photo BENDICIONSACERDOTAL.jpg


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados