La fe en la reencarnación
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La reencarnación es la creencia de que una persona al morir pasa por un proceso (cambia según la interpretación de cada cultura) y vuelve a hacerse hombre o mujer, reencarnándose nuevamente.
Según la visión doctrinal de algunas religiones orientales este proceso de encarnar una y otra vez permite que el alma se vaya perfeccionando, llenándose de luz, hasta llegar después de varias vidas a un estadío de perfección.
En uno de sus libros, el escritor Eduardo Galeano dice: “
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““La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando. Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio. Los indios makiritare saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.
La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba, y cantando decía: - Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.”
Este relato no es un invento de él, sino lo que creían los indios Makiritare, también llamados Yekuana de Venezuela sobre la creación. Se trata de una comunidad étnica formada en la actualidad por alrededor de 6000 personas que conserva su propia culltura, radicalmente distinta de lo legado de las tradiciones de los colonizadores españoles .
De ahí que creyeran en la reencarnación, como tantos otros pueblos en la historia humana. ¿Cuál será la fascinación que encierra la doctrina de la reencarnación?
¿porqué tanta gente aún entre personas con base cristiana, termina aceptando de alguna forma que va a reencarnarse en otra persona al morir?
Como ves, no sólo está formando parte de las religiones orientales sino también en poblaciones indígenas americanas.
Creo que el pensamiento del hombre busca de un modo o de otro construir una forma de justificar lo que su alma está pidiendo: “vivir para siempre”.
El sólo creer que vamos a nacer y morir una y otra vez nos hace inmortales a nuestro juicio y a nuestra manera. Es como una vida eterna con varias muertes que no son más que interrupciones en un ciclo perpetuo de vida y muerte.
Lo cierto es que Dios siempre ha estado muy consciente de ese deseo nuestro, pues fue Él quien nos creo así.
Él nos hizo inmortales, fuimos diseñados para no morir nunca.
Después de la Caída fuimos condenados a morir, y desde entonces añoramos conseguir otra vez la inmortalidad.
Cuando nuestros primeros padres le desobedecieron y recibieron el prometido castigo de la muerte como consecuencia, la muerte, lejos de ser mentira, llegó a ser una verdad ineludible.
Génesis 3:17 al 19 Entonces dijo a Adán: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: "No comerás de él", maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida.
Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
Por su desobediencia el hombre es condenado a morir.
Desde aquella época de Adán y Eva, deseamos que la muerte no sea el fín, necesitamos vivir para siempre. Está en el corazón del hombre, y la sola imagen del final de la vida genera angustia, revelión, desesperanza, porque atenta contra aquello que muy íntimamente tenemos dentro, porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Por eso Él diseñó un plan para que pudiéramos volver a vivir, recuperando la posibilidad de ser inmortales.
Desde aquel primer momento en que nuestra ambición y soberbia nos hace creernos dioses, preparó un plan disponiendo milagrosamente que su propio Hijo Jesucristo naciera como uno de nosotros y muriera en nuestro lugar, cargando sobre sus hombros nuestro pecado.
Así es como lo vió Isaías, 700 años antes de su nacimiento:
Isaías 53:1 al 12 ¿Quién ha creído a nuestro mensaje? ¿A quién se ha revelado el brazo del SEÑOR
Creció delante de El como renuevo tierno, como raíz de tierra seca; no tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos.
Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.
Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido.
Mas El fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre El la iniquidad de todos nosotros.
Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió El su boca.
Por opresión y juicio fue quitado; y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta que El fuera cortado de la tierra de los vivientes por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida?
Se dispuso con los impíos su sepultura, pero con el rico fue en su muerte, aunque no había hecho violencia, ni había engaño en su boca.
Pero quiso el SEÑOR quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. Cuando El se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del SEÑOR en su mano prosperará.
Debido a la angustia de su alma, El lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos.
Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado, llevando El el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores.
Dios, el único viviente, el único real, el infinito, el supremo, el creador del Cielo y de la Tierra, había establecido que cada ser humano necesariamente iba a tener un cuerpo corruptible y mortal que se degradaría hasta su muerte. Pero naceríamos y moriríamos una sola vez físicamente.
1Pedro 2:24 y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.
La muerte del Hijo de Dios nos redime de la muerte. Nos restaura. Nos permite nuevamente la posibilidad de ya no morir.
Acabará nuestro cuerpo cayendo a la tierra de donde vino, pero después que aceptamos que la sangre de Cristo fue derramada por nosotros, alcanzamos el perdón y la restauración de la vida eterna.
Hebreos 9:27 al 28 Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.
El escritor de la carta a los Hebreos es muy claro. Moriremos una sola vez. No hay muerte ni reencarnaciones futuras.
Cuando fui bautizado Dios me reveló el sentido espiritual de aquel acto: al sumergirme en el agua estaba muriendo, y la mano que me tomaba del brazo para sacarme nuevamente a la superficie era la de Jesús, que me traía de la muerte a la vida, que me hacía renacer espiritualmente como un ser que ya no volvería a morir.
Lo creí, y lo sigo creyendo.
Aquella noche en que mi cuerpo fue sumergido completamente en el agua oscura y fría, conocí la muerte y fui traído otra vez a la vida… esta vez para siempre.
En mi Biblia, cuando es Jesús el que habla las letras van pintadas de rojo.
En el evangelio según Juan, capítulo 3 no caben dudas. Si me digo creyente, no puedo dejar de creer y hacer carne en mí estas palabras:
Juan 3:13 al 17 Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en El vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
Cuando Jesús se hace hombre ya no tuvo sentido pensar en la reencarnación. Aceptándolo como nuestro Salvador y Redentor, alcanzamos la vida eterna.
Felizmente para nosotros, basta con que nos entregemos y hagamos nuestro el misterio de su plan de salvación, y lo hagamos realidad en nuestra vida para que Él diga, cantando de alegría: «Rompo las cadenas del pecado y nacen de nuevo el hombre y la mujer. Y juntos viviremos eternamente.»
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