I
… Oigo una voz que dice:
“No eres una cobarde”,
y otra, “que es lo mejor”,
“Que no es tan grave”,
“Que tienes que ser feliz
y que aún no es tarde…”
… ¿Para qué, me pregunto;
es que soy yo el culpable
de que estés en este lugar,
de que llores, madre..?
Sólo quiero ver tus ojos,
poder al fin abrazarte,
seguro en tus brazos,
mirándote , madre…
deleitarme en tu belleza
sin que lo impida nadie …
… Mas, no sé qué pasa,
para qué no es aún tarde,
qué haces en este lugar,
para qué no eres cobarde…
¿Por qué estás llorando…
…Qué te hacen, madre…
No dejan de reconvenirte?
¡por favor, no les hables,
no escuches, ni les mires;
vámonos cuanto antes!
Dicen que será rápido
y podrás al fin marcharte,
que no dudes ya más,
que nadie puede obligarte.
… Porque eres una mujer
antes que ser madre…
Que no te dejes asustar
por ignorantes dispares,
que juzgan sin conocer
de tus sueños y afanes…
II
… Y al fin se apodera de mí
un dolor que llega lento
arrancándome cruel
de tu piel y tu cuerpo…
Me marcho sin querer
de un espacio perfecto
donde te amé, madre,
esperando en silencio
conocerte al fin un día
y que se hiciera cierto
el deseo de abrazarte,
y aferrarme a tu pecho,
y que el sonido de tu voz
saciara tanto anhelo,
Tanto deseo de amarte
y de sentirme pleno …
… Pero ya no sucederá,
ya no hay remedio …
No sé qué has ganado,
… mas, yo sé que pierdo.