Ayer por la mañana compartí aquí en Tandil en la querida
iglesia “Vida para Todos” una reflexión sobre el tremendo multiplicador que hay
detrás de nuestra siembra, de cuánto crecimiento potencial hay en aquello que
hoy podemos definir como menor e insignificante. Insistí en que no se trata del
tamaño de nuestra semilla, sino que se trata de lo que Dios puede hacer cuando
no retenemos aquello que Él nos ha dado.
Hoy lunes feriado aquí en la Argentina recordé algo que había
publicado en libro “Buen Ánimo más allá de todo 2”. Cuando escribí esa nota la
pensé como una forma de aliento para aquellos que estén en un tiempo de sombrías
dudas acerca del sentido de su siembra. Bueno, aquí va con el deseo de edificar
a los que hoy estén desanimados:
“Esta reflexión va dedicada especialmente a quienes puedan
estar desanimados porque no ven un resultado positivo de aquello que dieron
hacia otras personas. Nunca podemos llegar a medir exactamente el alcance de lo
que hacemos por los demás. Si no me crees, presta atención.
Una persona me comentó una experiencia suya que produjo en mí
una muy grata sorpresa. Empezó su relato mencionando que venía de atravesar un
proceso de intenso dolor y angustia. Estaba muy desgastada por una serie de
problemas que había vivido recientemente. Una tarde, estando muy triste, salía
de hacer unas compras del supermercado. De repente, algo golpeó su pierna. Era
un día de mucho viento. El “viento", en una de sus tantas travesuras, trajo
volando, a toda velocidad y con mucha fuerza, un ejemplar de una revista que
chocó contra su pierna.
Como si no tuviera demasiadas contrariedades,
tenía ahora que sufrir que la naturaleza se ensañara con ella. Miró al piso con
algo de fastidio. Cuando uno está mal, obviamente es más propenso a irritarse.
Cada pequeña molestia que se suma a la experiencia cotidia na, se transforma en
una gran molestia.
Levantó la revista. El nombre de la misma era "Cambio de
Rumbo". ¿Sabes, por casualidad, como se llama una publicación que edita mi
iglesia? Sí, adivinaste: “Cambio de Rumbo”. La persona empezó a hojear el
contenido. De repente, se detuvo un instante frente a una nota. Era un artículo
que habíamos escrito sobre las claves para salir de la depresión.
No podía creer lo que le estaba sucediendo. Era justo lo que
necesitaba. Me comentó que lo sintió como un regalo de Dios para ese momento que
estaba viviendo. Los consejos que allí descubrió le sirvieron mucho para
enfrentar ese difícil momento. Reconoció el cuidado de Dios por el solo hecho de
hacerle llegar la revista. Además encontró herramientas específicas para esa
situación.
¿Cuándo escribíamos el artículo sobre la depresión podíamos
imaginar esta historia? Seguro que no. No alcanzamos a imaginar el impacto que
puede tener lo que hacemos a favor de otras personas. Muchas tareas se hacen en
forma anónima. Otras son más públicas. Ahora bien, préstame un poco más de
atención: Nunca, absolutamente nunca, subestimes lo que haces por los demás.
Dios puede transformar ese servicio imperfecto en un arma poderosa que se
esparza de las formas más inesperadas.
Dios te ha dado una
semilla para sembrar. Son tus capacidades, tu fuerza, tu salud o tus recursos.
Siembra esa semilla. No te la guardes. Esa es tu tarea. No te desanimes cuando
no se vea la cosecha en lo inmediato. El resultado de esa siembra ya queda en
manos de Aquél que proveyó l a semilla”.
Aquí estoy nuevamente escribiendo desde el
2013. Vivía en ese momento en Capital Federal; hoy vivo en Tandil. Han pasado
cerca de diez años en relación al momento en que construí esa reflexión.
Pudieron haber cambiado algunas cosas en estos años, pero al día de hoy puedo
reafirmar esto cada vez con mayor convicción:
Dios tiene un tremendo poder
multiplicador.
Sólo se trata de seguir sembrando… sin
desmayar.
GUSTAVO BEDROSSIAN