Existen momentos en los que tienes claridad, otros donde
comprendes a medias y, por último, circunstancias en las que estás totalmente
perdido.
Hace algunos años, no muchos, viví una experiencia un tanto
movilizadora (por decirlo con suavidad). Fue un domingo. Estaba compartiendo una
reunión con mucha querida de la Iglesia “Cristo es el Cambio”. Nos encontrábamos
viviendo un momento fantástico. De repente, un mensaje muy fuerte resonó en mi
interior: “Andá despidiéndote de todo esto”. Los que me conocen saben que no
ando a cada instante afirmando “Dios me dijo esto o aquello”. Pero las veces que
he experimentado ese tipo de mensajes, tarde o temprano, se cumplió lo
dicho.
“Andá despidiéndote de todo esto”… Todo esto sucedía en medio
de un clima de celebración en medio de la reunión. Mi lectura del mensaje fue:
“Zas, se termina mi tiempo en la tierra. A preparar las valijas”. Comencé a
recorrer con mi mirada el auditorio. Observé a amigos entrañables, parte de mi
familia, mi esposa que estaba allí al frente y, en mi interior, me iba
despidiendo de ellos. Sentí un gran vacío. Algunas lágrimas comenzaron a rodar
de mi rostro. Atesoré esa palabra en mi corazón y no la compartí con nadie.
Quizá me había caído pesado el almuerzo del mediodía y punto…
A mi entender ese presente no podía ser mejorado demasiado.
Todo estaba impecable en cada área de mi vida. Me pregunté “¿por qué tiene que
acabar algo tan bello?”. Cuando algo es tan bueno, uno se asocia con la canción
que expresa “quisiera que esto dure para siempre”. Pero claro, como hay
canciones para todos los gustos existe también el “nada es para siempre, nada es
para siempre”.
Cuatro robos a mi hijo Rodrigo en la vía pública en poco
tiempo, un ritmo de vida con el que no congeniábamos, y algunas cosas más, nos
llevaron a un replanteo con Fabiana, mi esposa. ¿Queríamos seguir viviendo en
Capital Federal? Otro día puedo contarte más detalles pero la realidad es que en
poco tiempo, luego de una cantidad de puertas que se fueron abriendo, nos
encontramos con un nuevo escenario: la mudanza a la bella ciudad de Tandil. Para
los que han hecho alguna “movida” por el estilo saben todos los cambios y
esfuerzos que se deben hacer para concretar semejante locura.
Próximo a concretar el traslado un día me crucé con un hombre
sensacional como Afif Chaikh. Él me hizo una pregunta sencilla y contundente: -
¿Cuál es el propósito detrás de esta mudanza?
Afif es de esos hombres
espirituales que nos desafían a buscar propósito en todo lo que hacemos. Él
insistió: - Hay que encontrar el propósito.
No quise inventar algo. Sólo
sabía que se había terminado un tiempo en Capital y no mucho más que eso.
Vamos al presente. Hace dos años y medio que ya vivimos en
Tandil con la familia. Hoy puedo ver todo más claro. En primer lugar, parece que
la valija puede esperar un poco más y el mensaje “Andá despidiéndote de todo
esto” se trataba de iniciar una nueva etapa de vida en otra ciudad. En segundo
lugar, hoy ya podría darle una respuesta muy concreta a Afif. Están pasando
cosas maravillosas aquí y vemos que Dios no nos trajo sólo para disfrutar una
hermosa ciudad, sino para cumplir una misión en este lugar. No tengo dudas en
este momento acerca de cuál es nuestro propósito en Tandil.
Cierro con esto, amigo querido. Existen momentos en los que
tienes claridad, otros donde comprendes a medias y, por último, circunstancias
en las que estás totalmente perdido. Paciencia. Si sigues en la búsqueda, Dios
te va a dar claridad. Ahora bien, en medio de la confusión, avanza en lo que sí
tengas claro. Aunque quieras que esto dure para siempre, nada es para siempre.
Dios reinventa a las personas y a las familias y ¡qué bueno que así sea!
GUSTAVO BEDROSSIAN