Miqueas trae a nuestra atención una de las profecías más gloriosas de todo el
Antiguo Testamento. Él profetizó de un pueblo que seguirá al Señor a nuevos
pastos. “De cierto te juntaré todo, oh Jacob; recogeré ciertamente el resto de
Israel; lo reuniré como ovejas…en medio de su aprisco” (Miqueas 2:12).
Miqueas vio al pueblo de Dios siendo liberado, un pueblo cuyo corazón late
como uno solo, un pueblo tan guiado por el Espíritu que serían llamados
marginados por la iglesia apóstata. “En aquel día, dice Jehová, juntaré la que
cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí; y pondré a la coja como
remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos
en el monte de Sion desde ahora y para siempre” (Miqueas 4:6-7).
¿Quiénes conforman este santo remanente? No los soberbios, los ministerios
egocéntricos, los “lustrosos” ni las estrellas aplaudidos. ¡No! Son las personas
que han pasado por el fuego de la prueba. Incluidos los desconocidos, los
marginados, los que se consideran laicos en comparación con la poderosa y
elevada iglesia establecida y los que levantan sus voces contra la corrupción en
la casa de Dios.
Dios dice: "¡Voy a juntarlos!" Todos los esfuerzos humanos de juntar a los
siervos de Dios son en vano. Dios tiene que hacerlo y lo único que trae este
remanente en unidad, haciendo que se ven a los ojos, es un corazón arrepentido
en unión con Cristo.
Jerónimo, uno de los padres de la iglesia y un estudioso de la Biblia, los
describe como “aquellos hijos de Dios que están arrepentidos y que se elevan por
encima de las cosas mundanas y aspiran al cielo”. Éste es un pueblo con la mente
celestial, cansados de la ligereza y de la transigencia, un pueblo que anhela
la santidad en la casa de Dios. Incluso ahora hay un remanente santo surgiendo
de entre los hombres. Cada hombre y mujer de Dios, cuyo corazón está quebrantado
por el pecado y la corrupción en la casa de Dios ¡puede sentir este brote del
Espíritu! ¡Hay una salida, un estallido justo por delante!
David Wilkerson