¿Amor o acostumbramiento?
Romanos 15:5 al 7 Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir el uno para con el otro conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.Por tanto, aceptaos el uno al otro, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios.
Aquellos que siguen mis artículos o escuchan mis programas de radio, saben que me apasiono especialmente cuando el tema está relacionado con el matrimonio y las cuestiones de pareja. Es que siento que la mujer que me acompaña desde la adolescencia es el mayor tesoro que Dios puede haberme dado nunca jamás. Es un verdadero privilegio llevar una vida junto a ella.
Aún sintiendo lo que expreso, debo admitir con la mano en el corazón que también el matrimonio es el mayor desafío que nunca he vivido en cualquier área de mi vida. Nada ha estado tan necesitado de constante atención, de permanente preocupación, de amor incondicional, de confianza total.
Ayer visitamos a nuestro hijo de 30 años en la ciudad donde vive, quien nos recibió con toda la calidez de siempre. Estaba con algunos amigos, algunos de los cuales hacía mucho que no veíamos.
Uno en particular, que vive a 3000 km de distancia y estaba de visita, fue con quien se desarrolló un diálogo especial. Entre las cosas que conversamos, hablamos de sus padres. Él dijo: “ahí están, cada uno con sus rollos sin abrir. Ya se les pasó el tiempo de separarse, por lo que no se lo cuestionan más y siguen juntos”… pero hace tiempo que debían haberlo hecho.
Volvimos a casa, en un viaje de un poco más de 300 km en nuestro vehículo, y tuve tiempo suficiente para cuestionarme: “¿estaríamos nosotros en igual condición? ¿Llevamos 34 años de casados y seguimos juntos porque “se nos pasó el tiempo de pensar en separaciones? ¿Nos mantiene unidos la costumbre de tanto tiempo de convivencia, el miedo a la soledad, a la vejez o algún otro factor?
Venía reflexionando sobre estos temas cuando me acordé de Miguel y Salvelina. Ellos justamente ayer cumplían 35 años de casados y nos habían invitado a participar de una reunión de culto especial en la iglesia que pastoreaban.
Hace unos meses durante una reunión de domingo, Salvelina se desvaneció sentada en su silla, mansamente. Inmediatamente su esposo y otras personas corrieron a ver qué pasaba, y se dieron cuenta que no tenía pulso, su corazón no latía.
Afortunadamente no esperaron, y la cargaron en un vehículo. Estuvo varios minutos en la guardia del hospital sin reaccionar, sin volver, pese a los intentos de los médicos.
Luego de varios intentos se consiguió hacer funcionar al corazón. Había estado muerta por alrededor de 10 minutos.
Claro que el peligro no había pasado. Seguía inconsciente y nadie podía predecir si esa recuperación era permanente o si era cuestión de unas horas hasta que se fuera definitivamente a la casa del padre.
Pasó la noche del domingo. El lunes fui a visitarlo a Miguel a su casa, sabiendo que no encontraría un panorama fácil. Me recibió con una sonrisa y nos sentamos en su living. Yo estaba preparado mentalmente para dar consuelo, esperanza, había estado hablando con Dios para saber qué decir o qué no decir.
La actitud de Miguel me sorprendió. Estaba lleno de paz, y esa sonrisa no venía de él, indudablemente era sobrenatural y estaba sostenida por un amor mucho más profundo del que pudiera entender con mi limitado razonamiento humano.
“Salvelina está al filo entre la vida y la muerte” me dijo. “Los médicos no creen que pase de este día”. “sin embargo, estoy tranquilo. Él me permitió vivir muchos años con ella, que hemos disfrutado. Tuvimos hijos, construimos una hermosa familia. Seguramente que si le toca irse la extrañaré mucho, pero estoy lleno de agradecimiento a Dios porque hemos vivido un tiempo maravilloso. Ha sido un privilegio acompañarnos mutuamente todo este tiempo”.
¿Qué mejor definición de matrimonio que esta?
Indudablemente ellos no estaban “aguantándose” hasta que llegara el momento, porque ya estaban acostumbrados a estar juntos, porque se había pasado el tiempo de pensar en separarse”. Se amaban, se habían demostrado amor cada momento de esos 35 años juntos, y ahora igual que había sido siempre, ese vínculo estaba en las manos del Padre en el que confiaban.
Seguramente que como en todas las parejas humanas, habrá habido discusiones, crisis, enojos. Lo vivieron ellos, lo vivimos nosotros, seguramente lo has vivido vos que leés o escuchás.
Pero el amor es más fuerte. No es costumbre, no es miedo a la soledad, ni a la vejez.
Lo que trasuntaba miguel con su mirada, con sus palabras, con su abrazo, era un corazón agradecido y lleno de amor.
Salvelina se recuperó, para gloria de Dios, porque todos coincidimos en que fue un verdadero milagro. Hoy corretea igual que lo ha hecho siempre celebrando cada domingo al Padre en alabanza durante los cultos. Con su esposo todos los días de la semana además, justito a las 20 hs, tienen reunión de oración en el templo con los feligreses que quieran acompañarlos.
Otro testimonio, el de Araceli y David. También con muchos años de casados, ya con hijos grandes y con dos nietos ya jóvenes. Han sabido construir una de esas familias en las que el amor cimienta, nuclea, edifica, nutre.
En finales de 2011 mientras estaban de visita en nuestra ciudad, David comenzó a sentirse mal. No había un diagnóstico claro, de modo que al finalizar la estadía con nosotros comenzaron los estudios de todo tipo para un hombre de más de 65 años. Finalmente, después de varios meses, David partió a la casa del Padre. Araceli fue inmediatamente rodeada por todos los abrazos de hijos, nietos, amigos. Todavía hoy seguimos mimándola y acompañándola. Lo extraña mucho, sigue con su plan y sus proyectos de vida, pero se fue su compañero de toda la vida.
Hablando con mi esposa, hace un par de meses, le dijo algo que nos impactó muchísimo: “David se fue, ya no está físicamente a mi lado. Pero el amor queda. Su amor no ha muerto, porque es eterno. Su amor me acompaña a cada momento y permite que yo siga caminando esta tierra que él dejó”.
“Su amor sigue conmigo” dice Araceli, desde una certeza que no viene de un razonamiento intelectual sino de sentir que las dos almas están enlazadas por la eternidad. Ella escribió mucho sobre los años de matrimonio vividos, pero a modo de ejemplo te transcribo una de sus poesías:
Como duele tu ausencia......
Ha transcurrido un largo año desde
tu partida, te fuiste una sombría
y dolorosa mañana de mayo.
Cuando lo único que podía separarnos,
llegó de manera imprevista y sin anunciarse,
te llevó consigo, dejando en mi alma el dolor terrible de tu ausencia, el amargo sabor de la angustia de saber que ya no estás, que no volverás, y que tampoco
podré volver a escuchar tu voz.
Como duele tu ausencia...
me deja la congoja de saber que esa mano protectora, que un día, hace tantos años tomo la mía para no soltarla mas, haciendome sentir protegida, amada, segura y feliz,
de pronto la soltó y finalmente
partió infinitamente lejos de la mía...¡Tan lejos!
No querías dejarme yo lo sé, ni podías evitarlo,tampoco yo podía retenerte,
era el tiempo de Dios.
Como duele tu ausencia...
¿Me resigno a no verte? ¿A no abrazarte?
¿O acaso a olvidarte? ¡No! ¡Jamas!
Sé muy bien cuan grande fué tu amor por mi,
lo fue tanto como el mío hacia ti,
tanto así, pero sabes?
El verdadero amor no muere, no termina,
tampoco desaparece, al contrario.
Permanece por siempre en nuestro corazón,
vive en el recuerdo de los momentos gratos
de alegrías y penas compartidas, de los gestos, y atenciones dedicadas con tanto amor y sacrificios.
Ese amor maravilloso con que Dios nos bendijo, vive.
Vive en mi corazón cada día, aunque ya no estés, en mis pensamientos, en mi recuerdo constante.
Si, vive en nuestros hijos que tambien recibieron tu amor, tu constante ejemplo de lucha, perseverancia y nuestra unidad.
Vive en nuestros nietos, en el recuerdo del amor de su abuelo,
acompañandolos siempre en todo lo que quisieran hacer.
El amor no muere, es eterno, y como nos prometimos hace casi medio siglo, cuando sea el tiempo, mi amor, estaremos nuevamente juntos, por la eternidad.
Pero mientras tanto, amor, ¡como duele la ausencia...como duele!
Araceli
No, definitivamente el amor existe, no se apaga, y cuando está sostenido y alimentado por la eternidad de Dios, que se define a sí mismo como “Amor”, que es Amor en su propia e íntima escencia, no se acaba, y vive para siempre más allá de la vida y más allá de la muerte.
Tengo mucho que aprender, y es necesario, indispensable, pero además tener esa posibilidad de vivirlo de ese modo es el mayor deseo de mi corazón.
Cuenta una vieja leyenda de los Indios Sioux que, una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de al tribu.
-Nos amamos-, empezó diciendo el joven, -y nos vamos a casar- dijo ella. –Y nos queremos tanto que tenemos miedo, por eso venimos aquí, a pedirle un hechizo, un conjuro o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte-.
-Por favor- repitieron. ¿Hay algo que podamos hacer?
El viejo los miro tiernamente y se emocionó al verlos tan jóvenes y al verlos tan enamorados, tan enamorados estaban que tenían miedo de que ese amor no dure para siempre. Y estaban muy anhelantes, esperando su consejo y su sabiduría de los años.
–Hay algo-, dijo el viejo. – pero no se, es una tarea muy difícil y sacrificada.
A la joven, Nube Azul, el viejo le dijo -¿Ves el monte al norte de nuestra aldea?, deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos. Deberás cazar allí en ese monte al halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas deberás transportarlo aquí con vida, el tercer día después de la luna llena, ¿comprendiste esto hija?-.
-Y a ti, Toro Bravo- siguió diciendo el Brujo, -deberás escalar la montaña del Trueno y cuando llegas a la cima encontraras la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mi, viva. El mismo día que vendrá Nube Azul, aportarás tu el águila-.
-Ahora salgan, si es tan importante para ustedes la pareja, vayan a cumplir su misión-.
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la tarea encomendada por el anciano. Nube Azul hacia el norte y el joven hacia el sur.
El día establecido frente a la tienda del Brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.
Nuevamente el anciano salió de su tienda, lleno de ternura por ver el inmenso amor que esos jóvenes tenían. El viejo les pidió que con mucho cuidado sacaran las aves de las bolsas.
Eran verdaderamente hermosos ejemplares, el mejor halcón encontró Nube Azul y un águila perfecta encontró el joven. –
Y ahora, ahora que haremos-, pregunto el joven - los mataremos para beber el honor de su sangre-.
-No-, dijo el Viejo, -los cocinaremos y comeremos el valor en su carne, propuso la joven..-No-, repitió el Viejo - ahora van a hacer lo que yo les digo: tomen las aves y atenlas entre si por las patas con esta tira de cuero, cuando las hallan anudado suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron a los pájaros atados entre si, unidas sus patas con una tira de cuero.
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo, pero solamente consiguieron revolcarse por el piso, unos minutos después irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse.
-Este es el conjuro- dijo el viejo, -jamás olviden lo que han visto.
Ustedes son como el águila y el halcón.
Si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no solo vivirán arrastrándose sino que además, tarde o temprano, empezaran a lastimarse el uno al otro.
Querido amigos-, dijo el anciano,- si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás vuelen atados-.
Dios nos muestra los mismos conceptos de otro modo, que expreso en versión para matrimonios (en realidad es una paráfrasis de la versión Reina Valera de la Biblia:
1 Pedro (versión para matrimonios) 3: 8 y 9: en fín, vivan en armonía el uno con el otro; compartan penas y alegrías, practiquen el amor matrimonial, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados a la vida matrimonial, para heredar una bendición.
¡Vivan en armonía! Dice Pedro. ¡Bendigan, porque fueron llamados para heredar bendición!
Aquello que construimos “ladrillo a ladrillo” en nuestros matrimonios es semilla de bendición que heredaremos a las generaciones de nuestros hijos, de nuestros nietos.
Podría asegurarte que en esta sociedad que bastardea la institución matrimonial, nuestra experiencia de vida, nuestros corazones abiertos y expuestos que muestran la autenticidad de un amor eterno alimentado por el Espíritu Santo de Dios, son una imagen que el mundo necesita para que a sus ojos, el Dios del amor y la plenitud de vida sigue vivo y caminando en medio de los hombres.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos
Argentina
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