Una lección de humildad
1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; 4un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5un Señor, una fe, un bautismo, 6un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos[1]
Acabamos de regresar con mi esposa de un viaje en que fuimos partícipes de una experiencia espiritual muy fuerte, de la que apenas comenzamos a encontrar la razón por la que se nos permitió vivirla.
Muchos me han pedido que dedique tiempo a hablar, escribir, compartir con otros y no ha resultado fácil. No porque no me guste hacerlo sino porque cuando la integridad de nuestro ser es impactada tan fuertemente, los hechos suceden más rápidamente y con mayor intensidad que lo que nuestro consciente puede procesarlo.
Hoy descubro por ejemplo que fue necesario pasar por un proceso de preparación previo que llevó meses y sin el cual no hubiera sido posible.
Y descubro también las pruebas que fue necesario atravesar, imposibles de superar sin la ayuda de Dios y de un grupo de hombres y mujeres puestos estratégicamente alrededor mío en ese tiempo.
Esta cita bíblica de la carta de Pablo a los Efesios resultó ser el disparador que comenzó a ordenar ideas y sistematizar un relato. Por eso me están escuchando o leyendo hoy. Encuentro en esas palabras apostólicas la congruencia con mucho de lo que el Espíritu Santo quería que viviéramos.
En el mes de febrero pasado recibimos una invitación a participar de un evento en Miami, EEUU. Se trataba de una convergencia de pastores y líderes de toda América de habla hispana con el objeto de buscar entre todos las señales necesarias que nos muestren cómo debe prepararse la Iglesia de Jesús para los próximos años, en medio de los desafíos y amenazas que vive la sociedad de nuestro tiempo.
Buscamos en oración la confirmación de que debíamos viajar, ya que no queríamos movernos si no era el Señor quien nos impulsaba. He cometido muchos errores por tomar decisiones a partir de la emoción o del discernimiento humano.
El pasado 2012 comenzó con el regreso de nuestra tercera experiencia misionera transcultural y segunda a un país de África. Después del regreso nos sumergimos con mi esposa en un tiempo de elaboración, de silencio. Un Kairós marcado por buscar entender “los por qué”, y sobre todo “los para que”.
Después de esta etapa, creímos haber entendido la tarea que se nos proponía, que es ayudar a abrir puertas para la discusión justamente de estos temas como el del congreso en EEUU. Focalizarnos en quienes estuvieran dispuestos a escuchar, entendiendo que la próxima generación, aquellos que conducirán los destinos de la Iglesia de Jesús en los siguientes decenios enfrentarían situaciones nunca vividas en la historia del cristianismo.
Después de meses de ahorro y preparación partimos a fines de junio de 2013, para encontrarnos en esa ciudad de EEUU con algo que como digo arriba fue verdaderamente único. Pastores y líderes de Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Puerto Rico, México y EEUU reunidos y convocados por el mismo llamado y la misma necesidad, de intercambiarnos las piezas del puzle que teníamos cada uno, buscando armar el mapa del plan de Dios.
Y parte de las sorpresas que nos esperaban fueron quienes nos recibieron, dispuestos a debatir y compartir con nosotros. Líderes del Evangelio a quienes desde la distancia habíamos seguido a través de la lectura de sus libros, su música, sus grabaciones de video, sus mensajes. Hablo de personas como Marcos Witt, Danilo Montero, Marcos Vidal, Max Lucado, Daniel Calveti, Rick Warren, Luis Palau, Alberto Motessi, Lucas Leys, entre otros.
Con el devenir de las charlas comenzamos a apreciar la magnitud de lo que venía por delante.
Una primera consigna, enmarcada en la cita de Efesios que encabeza este artículo, fue no hablar de denominaciones. Por un tiempo, como en la canción de Serrat, nos olvidamos de quiénes éramos, de dónde veníamos y a qué estructura eclesial pertenecíamos. La convocatoria nos marcaba poner a Cristo en medio, y asumir que la experiencia a vivir tendría sentido si podíamos asumir como verdadero en nuestra alma lo dicho por Pablo: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos[2]
Pero lo que realmente actúa como gatillo para que me haya sentado a escribirte es la extrema humildad de estos grandes que e sentaban a discutir con nosotros. Absolutamente ninguno de ellos se paró en el lugar donde la fama o el prestigio lo habían puesto.
Todos pudimos hablar desde nuestra experiencia de vida, desde nuestras cuestiones y luchas personales, desde las cosas que nos pasan. De igual a igual y sintiéndonos compañeros de batallas.
Creo que hasta puedo decir que se esforzaban en mostrarse como “personas comunes”. Y claro que lo son, pero perfectamente podrían mostrar una distancia, subir al púlpito a dar su mensaje y marcharse. Su nombre ya hubiera significado suficiente como para “prestigiar el evento”.
No fue así.
Además de los plenarios generales, se dieron encuentros y talleres en pequeños grupos (que en algunos casos no fueron de más de 5 o 6 personas, ya que la gente se repartía entre alrededor de 10 simultáneos). Allí se debatieron temas como Coaching, teología en el siglo XXI, uso de los medios de comunicación, recursos tecnológicos para las congregaciones, uso de las redes sociales y muchos otros.
Cito uno en particular, dictado por Danilo Montero. Creo que si llevás un tiempo de vida cristiana lo debés conocer, ya que desde los años 80 ha marcado presencia ministerial con su música y ha grabado 18 discos. Ha escrito también varios libros y actualmente y desde setiembre del año 2012 pastorea la congregación hispana de Lakewood Church, anteriormente guiada espiritualmente por Marcos Witt (alrededor de 6000 miembros).
Hago una descripción más detallada de este hombre, porque tuve la oportunidad de escuchar uno de sus talleres sobre mentoring y luego charlar bastante con él. Podría hablarnos de aconsejamiento desde su profesión, desde las muchas personas a las que seguramente le tocó acompañar espiritualmente, etc. Sin embargo y con toda humildad lo hizo desde un inmenso reconocimiento a quienes hicieron de él quien es. Comenzó por hablar de su viejo pastor de Oasis de Esperanza, la congregación cristiana donde vivió su experiencia de conversión en 1973 en su Costa Rica natal. Todavía hoy en día y después de toda el agua que pasó bajo el puente, sigue hablando dos veces al mes pidiéndole consejo y contándole sobre su vida y ministerio.
Con lágrimas en los ojos, pudo compartirnos a quienes lo escuchábamos cómo el mentoreo (consejos, guía, acompañamiento) de Marcos Witt en su juventud allá por 1986 fue el anda nivel que le permitió comenzar su carrera musical.
También habló entre lágrimas de que hace años sin ese aconsejamiento pastoral que mantiene contra viento y marea, no hubiera podido salir de la adicción a la pornografía en que había caído.
Lo decía Pablo en Efesios: “os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre”.
¿El que Danilo Montero hablara con su corazón abierto de sus debilidades humanas y pudiera dar un taller de mentoreo a partir de desnudarse frente a su audiencia hizo que le perdiera respeto a su imagen? ¿Qué se nos cayera un ídolo?
¡De ninguna manera!
Todo lo contrario. Pude expresarle mi admiración y decirle que con su actitud estaba marcando un camino hacia adelante para mi vida.
Creo que en este mundo en que muchos clérigos se cargan títulos de obispos, profetas, apóstoles, etc. buscando destacarse y sentirse alguien, construir un personaje, nosotros traemos de este encuentro de pastores en Miami el enorme aprendizaje de la humildad de grandes hombres y mujeres de Dios que son plenamente conscientes de que su servicio es a Dios y que tienen la enorme responsabilidad de guiar a muchos en su camino hacia Jesús.
Posiblemente la Iglesia de los próximos decenios necesite personas como ellos, que se preocupan por mostrarse tal como son, de modo de construir una relación auténtica primero que nadie con Dios, y a través de Él con sus prójimos.
Te invito a que reflexionemos sobre cuánto de lo que mostramos es quien realmente somos, y cuánto una máscara que disimula lo que suponemos como “imperfecciones”.
Es que finalmente, conscientes de que Dios es luz, Él necesita atravesarlo todo en nosotros. Lo que queda en oscuridad no está en contacto con Él, y se descompone, se pudre, se muere.
¿Qué ofrecemos a los demás? ¿Qué ofrecemos a nuestro Padre?
Si aquello que tenemos en nuestras manos en el momento de la ofrenda no está inundado por el Amor de Dios, no ayudará a nadie sino que intoxicará y hundirá al otro en una oscuridad más profunda de la que ya se encontraba.
Te ofrezco que frente al espejo veas tu realidad (que es la que quiere ver Dios) y puedas cantar aquella vieja canción en tono de oración, de Jesús Adrián Romero:
Tal como soy Señor
Sin nada que ofrecer
Mas que mi canción
No tengo mas que darte
Pues todo es, tuyo Señor
Tal como soy Señor
Sin nada que entregar
mas que el corazón
me entrego todo a Ti
Tómame Señor, tal como soy
Aceptame como ofrenda de amor
como un sacrificio agradable en tu honor
Grato perfume, yo quiero ser Señor
Grato perfume fue en nuestras vidas lo que percibimos de hombres como Danilo Montero o Marcos Vidal en este encuentro en Miami.
¿Grato perfume perciben de vos los demás?
Seguramente seguiré escribiendo sobre este evento que abrió la puerta para una nueva etapa en mi vida. Por hoy, creo que debo detenerme aquí. Ya hay mucho para pensar y revisar.
¿Estás de acuerdo?
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
[1] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ef. 4.1–6). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
[2] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ef. 4.1–6). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.