BÁLSAMO DE LUZ, NIÑO “El Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros” (Evangelio de Juan)
Ahora que inhabitas mi carne, Niño de la Navidad, y sabes que mis ojos, dolidos ya de sombras, apenas si descubren los asideros de la barca en la que zozobramos; y que ha enmohecido el pan en los armarios; y que pasan, rugientes, vendavales amamantados en las altas torres de Babel --torres KIO, torres Petronas, Wall Street, el Lehman Brothers-; y hay corvos picos sedientos de pájaros negros –el Ídolo y la Bestia- acechando desde las altas cúpulas marmóreas del Templo y de la Patria, abre nuevamente corredores de luz a mis pies de Sísifo, fortalece mis hombros a punto de derrotas, prende los leños entumecidos de mi estancia. Por si aliviaras, Niño, los agrios fríos de este invierno con el fulgor de tus bienaventuranzas.
No imploro sino el mismo calor de tus manos que acarició la frente de los niños en las plazas cuando abril, que roturó las cárcavas leprosas y dibujó nuevos amaneceres en las cuencas vacías de los ciegos. El mismo que sembró los pedregales y las sendas de horizontes azules y de espigas. Que sea también bálsamo de Luz para estas manos mías, heridas de soledumbres y de olvidos.
Cuando cae hoy la tarde hacia la noche y están ardiendo ahí fuera los fuegos de artificio de la Farsa, solo espero de ti, Niño de la Navidad, un ardoroso beso de Luzque incendie nuevamente la tibia epifanía de tu Carne en mi carne por si la Amanecida.
QUINTIN GARCIA |