mesa puesta,
no sé que sería de mí.
Sin Tu Nombre
la claridad del mundo no me acoge,
es cruel luz quemante sobre todos.
Yo necesito por detrás del sol
del calor que no se pone y ha engendrado mis sueños,
en la noche más cerrada, lámparas fulgurantes.
Porque permaneces encima y abajo y alrededor de lo
que existe,
yo descanso mi rostro en esta arena
contemplando las hormigas, envejeciendo la paz
como envejece lo que tiene un amoroso dueño.
El mar sería tan pequeñito ante lo que lloraría
si no fueras mi Padre.
Oh Dios, aún así no es sin temor que te amo,
ni sin miedo.