Busqué, mirando al cielo, inspiración
y me quedé "colgao" en las alturas.
Por cierto, al techo no le iría nada mal
una mano de pintura.
Juan Manuel Serrat
Sobre la cama me dejo llevar por la letra y la música de la canción de Serrat No hago otra cosa que pensar en ti y busco que llegue la inspiración para mis escritos, pues, como él, me quedo colgada en las alturas, con un montón de palabras gastadas y como él, veo que al techo le hace falta una mano de pintura.
Pienso, entonces, en las diferentes modalidades y necesidades que tenemos de hacer limpieza y el nombre que le damos según la suciedad que vemos.
Continúo con el techo. Por un lado distingo lo que llamamos "una manita de pintura": El techo no está demasiado mal. Con una mano clara sería más que suficiente para que se vea bien.
Otra modalidad: "una buena mano de pintura": Consideramos que necesita ser pintado con una espesa capa, que le hace mucha falta, que hay que entretenerse en corregir todos los defectos que se le han formado para dejarlo dotado de hermosura.
De momento, aparto mi mente del techo, o el techo de mi mente y rebusco en ella, en mi mente. Noto que mi cerebro tiene algunos desperfectos desde siempre. Intento concentrarme en los deterioros y cierro los ojos para visualizarme mejor.
No. No le hace falta una manita de pintura color hipocresía, ni una mano de pintura espesa de conveniencia. Este remedio no sirve, al contrario, dejaría ocultos mis fallos y se pudrirían bajo la capa. A mi mente le hace falta una buena limpieza con agua jabonosa a presión y aclarado en caliente.
No soy perfecta, lo sé, pero quiero serlo sin llegar a ser insoportable. Se supone que soy lo que pienso y lo que pienso no me gusta a veces. Deseo corregirme. No aspiro a ser como los demás, sino a ser yo misma en versión mejorada. Si para conseguirlo he de sufrir, sufriré.
Con la práctica se llega a la perfección , reza un refrán. Reconozco que en ocasiones se me aclara el pensamiento y la vislumbro cerca, creo tenerla al alcance de la mano y en ese instante se me aleja. Pierdo el norte, no la encuentro y vuelta a empezar. Por eso creo que cuanto más practique y me conozca, mejor sabré cuales son mis imperfecciones.
Quiero ser como la flor que se muestra al campo en todo su esplendor, poseer sus colores, su fragancia, su esbeltez. Aspiro a dejarme brotar en mis cualidades. Pienso, además, que las espinas forman parte de su belleza, son otro aspecto de ella misma, algo legítimo, algo que aceptar, por tanto, de una misma.
Quizás la perfección conlleve eso también. Ser yo en mis insuficiencias. Admitirme en el deseo de darme tal cual soy sin exigir o pedir de otros nada a cambio. El amor y sólo el amor es el camino para la perfección , decía Teresa de Lisieux, Teresa de Jesús. Esta máxima encierra mucha verdad y la quiero para mí.
Sí. Estoy segura. Un buen lavado, hacer limpieza general y urgente de pensamientos superfluos en mi cerebro me ayudará, dejará lugar disponible para amar. Luego veré si pinto el techo.
y me quedé "colgao" en las alturas.
Por cierto, al techo no le iría nada mal
una mano de pintura.
Juan Manuel Serrat
Sobre la cama me dejo llevar por la letra y la música de la canción de Serrat No hago otra cosa que pensar en ti y busco que llegue la inspiración para mis escritos, pues, como él, me quedo colgada en las alturas, con un montón de palabras gastadas y como él, veo que al techo le hace falta una mano de pintura.
Pienso, entonces, en las diferentes modalidades y necesidades que tenemos de hacer limpieza y el nombre que le damos según la suciedad que vemos.
Continúo con el techo. Por un lado distingo lo que llamamos "una manita de pintura": El techo no está demasiado mal. Con una mano clara sería más que suficiente para que se vea bien.
Otra modalidad: "una buena mano de pintura": Consideramos que necesita ser pintado con una espesa capa, que le hace mucha falta, que hay que entretenerse en corregir todos los defectos que se le han formado para dejarlo dotado de hermosura.
De momento, aparto mi mente del techo, o el techo de mi mente y rebusco en ella, en mi mente. Noto que mi cerebro tiene algunos desperfectos desde siempre. Intento concentrarme en los deterioros y cierro los ojos para visualizarme mejor.
No. No le hace falta una manita de pintura color hipocresía, ni una mano de pintura espesa de conveniencia. Este remedio no sirve, al contrario, dejaría ocultos mis fallos y se pudrirían bajo la capa. A mi mente le hace falta una buena limpieza con agua jabonosa a presión y aclarado en caliente.
No soy perfecta, lo sé, pero quiero serlo sin llegar a ser insoportable. Se supone que soy lo que pienso y lo que pienso no me gusta a veces. Deseo corregirme. No aspiro a ser como los demás, sino a ser yo misma en versión mejorada. Si para conseguirlo he de sufrir, sufriré.
Con la práctica se llega a la perfección , reza un refrán. Reconozco que en ocasiones se me aclara el pensamiento y la vislumbro cerca, creo tenerla al alcance de la mano y en ese instante se me aleja. Pierdo el norte, no la encuentro y vuelta a empezar. Por eso creo que cuanto más practique y me conozca, mejor sabré cuales son mis imperfecciones.
Quiero ser como la flor que se muestra al campo en todo su esplendor, poseer sus colores, su fragancia, su esbeltez. Aspiro a dejarme brotar en mis cualidades. Pienso, además, que las espinas forman parte de su belleza, son otro aspecto de ella misma, algo legítimo, algo que aceptar, por tanto, de una misma.
Quizás la perfección conlleve eso también. Ser yo en mis insuficiencias. Admitirme en el deseo de darme tal cual soy sin exigir o pedir de otros nada a cambio. El amor y sólo el amor es el camino para la perfección , decía Teresa de Lisieux, Teresa de Jesús. Esta máxima encierra mucha verdad y la quiero para mí.
Sí. Estoy segura. Un buen lavado, hacer limpieza general y urgente de pensamientos superfluos en mi cerebro me ayudará, dejará lugar disponible para amar. Luego veré si pinto el techo.