Una niña de cuatro años se había accidentado en su bicicleta, y el doctor temía que podría haberse fracturado la muñeca. La mandó a hacerse algunas radiografías para ver qué había sucedido. La niña, sin embargo, se mostró muy ansiosa al respecto. Por más que su madre le dijera que todo iba a estar bien, la niña se quejaba y lloraba mientras la llevaban al salón de radiografías.
Cuando salió, sin embargo, estaba tranquila y risueña. "Sólo le tomaron fotos a mis huesos", le dijo a su madre. "Sí, querida", le dijo su madre, "ya te había dicho que era algo muy sencillo. ¿Todo te fue bien?"
"¡Oh, sí!" exclamó la niña. "¡Fue maravilloso! ¡Ni siquiera me tuvieron que quitar la piel, ni nada!" Pobre niña. ¡Había pensado que le tendrían que quitar la piel para poderle hacer las radiografías! Muchas veces les tenemos temor a ciertas cosas, simplemente porque no las conocemos bien. Tenemos ideas equivocadas acerca de lo que significan.
Una de las cosas que asusta a muchos creyentes es el tema del evangelismo. Lo vemos como algo muy complicado, como algo que es sólo para los profesionales o para personas que tienen un don especial para el evangelismo. Es verdad que no todos los creyentes tienen el don del evangelismo. Hay personas como Billy Graham o Luis Palau que Dios ha dotado con una capacidad especial para evangelizar.
Aunque no todos tenemos el don del evangelismo, sin embargo, todos hemos sido llamados a testificar. ¡Hay una diferencia entre las dos cosas! El evangelista se dedica a llevar el evangelio a muchas personas, pero el testigo aprovecha las oportunidades que tiene en su diario vivir para hablar a otros de Cristo.
Hoy vamos a ver un buen ejemplo de alguien que hizo precisamente esto. Te invito a leer conmigo en el evangelio de Lucas, capítulo 5, los versículos 27-32 Después de esto, Jesús salió y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: Sígueme. Y él, dejándolo todo, se levantó y le seguía. Y Leví le ofreció un gran banquete en su casa; y había un grupo grande de recaudadores de impuestos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos. Y los fariseos y sus escribas se quejaban a los discípulos de Jesús, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los recaudadores de impuestos y con los pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
Pidámosle a Dios que su Espíritu nos guíe en nuestra meditación sobre su Palabra.
Nos encontramos cerca del comienzo del ministerio de Jesús. No es un desconocido; ya ha realizado varios milagros, y su fama se extiende. Sin embargo, todavía no ha terminado de reclutar el equipo de doce discípulos a quienes prepararía para continuar su misión en la tierra.
Cierto día, se encontró en el camino a un recaudador de impuestos, un hombre llamado Leví. Este hombre también se llamaba Mateo, y es por este nombre que es más conocido. Por lo tanto, durante el resto de este mensaje, le llamaremos Mateo. Jesús vio a Mateo sentado, probablemente en el cruce de dos carreteras, recolectando los impuestos.
Aunque mucha gente llegaba a hablar con él y darle dinero, ¡no era por su gran popularidad! Al contrario, los cobradores de impuestos eran odiados por la mayoría de la gente. Pero Jesús no lo miró con odio; más bien, lo llamó a ser uno de sus seguidores. Mateo, de inmediato, respondió. Lo dejó todo y siguió a Jesús.
Esto es lo que significa ser cristiano. Significa dejar de aferrarnos a las cosas de este mundo y poner a Jesucristo en primer lugar en nuestra vida. Significa aprender de Él y esforzarnos por obedecerle, porque Él nos llama - y porque El dio su vida en la cruz para pagar por nuestros pecados. ¿Has respondido al llamado de Jesús?
Fíjate ahora en la primera cosa que hizo Mateo después de convertirse en seguidor de Jesús. Hizo un banquete en su honor. Mateo hizo algo muy interesante. No invitó solamente a Jesús y sus discípulos, su nuevo círculo de amistades. Invitó también a los amigos de su vida pasada - otros cobradores de impuestos y gente que no era muy bien vista por la sociedad.
La palabra que se traduce aquí "banquete" también lleva el sentido de "recepción". Esto nos ayuda a comprender lo que sucede aquí. Recientemente, una de nuestras Iglesias hermanas recibió a un pastor nuevo. Durante las primeras semanas de su ministerio, se realizó una recepción en la sala de compañerismo de la Iglesia. El pastor y su familia estaban allí presentes, había comida, y la gente llegaba simplemente para conocer al nuevo pastor.
Esto es lo que Mateo le hizo a Jesús. Invitó a todos sus amigos y les sirvió una comida simplemente para presentarles a su nuevo Maestro, su nuevo Señor. Mateo no lo conocía todo acerca de Jesús; había muchas cosas que no comprendía. Lo que sí sabía era que había decidido seguir a Jesús, y quería que los demás lo conocieran también. Simplemente les invitó a que lo conocieran.
Sin embargo, había gente que no veía bien todo esto. Corrió la voz de lo que estaba sucediendo en la casa de Mateo, y algunos de los líderes religiosos más estrictos se lo reclamaron a los discípulos de Jesús. La secta de los fariseos en particular ponía mucho énfasis sobre la separación de cualquier clase de impureza. Tenían razón en su deseo de evitar el pecado, pero perdieron de vista el corazón del asunto - el amor y la misericordia.
Para ellos, con su enfoque sobre la separación, les parecía incoherente que un supuesto maestro de la religión se pusiera a comer con gente de la calaña de Mateo. Pero Jesús respondió a sus críticas con un proverbio muy sabio. ¿Quiénes son los que necesitan la atención de un médico? ¿Son los sanos? No, son los que están enfermos.
Jesús, el médico del alma, no había venido para juntarse con los que ya se consideraban sanos. El vino para llamar a los que reconocen su necesidad de Dios a que se arrepientan y se sanen. Si sólo se juntara con gente decente, su mensaje no llegaría a los que estaban preparados para recibirlo.
¿Será que los fariseos realmente no necesitaban arrepentirse? Más bien, no se daban cuenta de su enfermedad. Por lo tanto, Jesús no los podría curar. Sería una pérdida de tiempo juntarse con ellos. El pasó su tiempo con la gente que sabía que necesitaba ayuda, porque para esto vino - para llamar a los pecadores a arrepentirse y recibir la salvación.
Esta pequeña historia nos enseña varias cosas importantes. Quiero señalar tres de ellas. En primer lugar, aprendemos del ejemplo de Mateo que, si tú conoces a Jesús, puedes invitar a otros a conocerle. ¡No tienes que esperar! No sé cuántas veces he escuchado la frase: "Todavía no puedo hablarles a otros de Cristo. No he aprendido lo suficiente."
Creo que a veces pensamos que tenemos que entrar en debate con la gente cuando les compartimos de Cristo y poder contestar todas sus preguntas. Pero Mateo nos demuestra que no es así. Cualquier persona puede invitar a sus amigos a conocer a Jesús.
En las próximas semanas estaremos presentando un programa para hacer esto, pero no es necesario hacerlo por medio de un programa especial. Puedes invitar a tus amigos a la Iglesia, puedes invitarles a ver un video cristiano en tu casa, puedes invitarles a participar con tu familia en la célula familiar. Cualquiera lo puede hacer.
La segunda cosa que vemos en el ejemplo de Mateo es que puedes invitar a todos, sin distinción, a que conozcan a Jesús. Simplemente invita a tus amigos y a la gente que frecuentas. A veces decimos algo que Jesús jamás diría. Decimos: "A él no le interesarían las cosas de Dios. ¿Para qué se las comparto? De todos modos me va a rechazar."Mateo no dijo esto. No dijo: "Son cobradores de impuestos. ¿Qué van a querer con Jesús?" Simplemente invitó a todos.
De seguro, algunos le dijeron que no, o simplemente no llegaron. Pero muchos más tuvieron la oportunidad de conocer a Jesús, de conversar con Él y escuchar su Palabra. No le cerremos la puerta a nadie, pensando que de seguro no le interesa la salvación. Invitemos a todos, porque muchas veces es la persona menos esperada la que responde al llamado.
La tercera cosa que vemos en esta historia es una advertencia. Cuando ya tenemos algún tiempo en la familia del Señor, es fácil que crezca en nuestro corazón la actitud de los fariseos. Ellos señalaban a los que se acercaban al Señor, en lugar de ayudarles. Veían los defectos en su vida, en lugar de ver a una alma amada por Dios y preciosa para El.
¿Qué haríamos tú y yo si entrara a esta Iglesia una pareja de lesbianas tomadas de la mano? ¿Qué haríamos si entrara un alcohólico, oliendo a licor? ¿Les daríamos la bienvenida en el nombre de Jesús? ¿O nos fijaríamos tanto en sus defectos que dejaríamos de ver las almas preciosas para el Señor?
No podemos aprobar las cosas que Dios prohíbe, y Jesús no lo hizo tampoco. A menudo, después de ayudar a alguien, le decía: "Ve, y no peques más". Pero tenemos que aprender a ver más allá de su mala facha para ver una persona por quien Jesús murió, y que necesita de Él. Podemos amar a la gente que quiere saber más de Jesús, sin participar en las cosas mundanas que arrastran.
¿Estás preparado para ser un testigo? ¿Estás preparado para ser un Mateo? De tu simple testimonio pueden salir cosas grandes. Ofrécele al Señor tu vida y tu hogar, como lo hizo Mateo, para que otros lo puedan conocer también.
Pastor Tony Hancock