* Hay que procurar guardar el corazón para Dios, porque el Señor es un amante celoso y quiere el corazón entero. Poned los medios: es preciso darle todo, también la carne. ¡No le vamos a ofrecer cosas de segunda mano!, lo que no se haya podido dar o no hayan querido las criaturas.
Yo, entero, soy de Cristo, por Amor. Pensadlo en vuestra meditación personal. Entiendo perfectamente el amor de Juan, que no era afeminamiento.
Es necesario darle todo: alma y cuerpo, sentidos y potencias, sabiendo ser y vivir enteramente pendientes del Amor de Dios; hacerse amigo, hermano y enamorado de Cristo, ¡quererle mucho! Pongamos los medios.
* Nuestra verdad es ésta: la entrega, amor —amor a Dios y, por El, al prójimo—fundamentado en el sacrificio.
* El Señor os espera. No le quitéis ningún rincón de vuestro corazón. Entregadlo todo. Decidíos a ser verdaderamente piadosos, a ser verdaderamente sinceros, a ser verdaderamente almas que no viven más que por Jesucristo.
* Desasimiento. Vuestro corazón debe estar en el Cielo. Sólo así podréis luego ponerlo, en su justa medida, en las cosas de la tierra.
* Vuestros pensamientos, vuestros deseos, vuestro trabajo, vuestra mirada tienen que estar en los cielos: que Cristo no comparte el corazón, lo quiere entero.
* Querría, hijas e hijos míos, que os sintierais siempre animados y santamente responsables. Cuando, en vuestra vida cristiana, algo os cueste un poco más, no os preocupe: considerad — saboreándolo — que se os ha metido Dios en el corazón, que os lo pide entero, y no perdáis la seguridad de estar haciendo la misma labor divina de aquellos primeros Doce, que acompañaron a Jesús. Así seréis muy felices.
* Dios nos espera siempre en el Sagrario. Pero, además, ha querido bajar hasta la profundidad de nuestro corazón: para perdonarnos, para consolarnos, para llenarnos de paz. ¡No podemos sentirnos solos! Por eso, es muy importante que todo el amor de nuestras almas sea para ese Señor, que ha querido asentarse dentro de nosotros.
* Amad mucho la santa pureza. A veces pesa; pero también les pesan las alas a los pájaros. ¿Y qué sería de ellos sin alas? Estarían siempre en la tierra, llenos de barro y de miseria. Amad mucho la santa pureza.
* Hay que entregar el corazón indiviso, entero, porque —si no— el corazón se apega a cualquier nadería de la tierra. A mí se me apega a mis hijos; no lo oculto y creo que lo notáis, pero es algo que me lleva a Dios: ellos me empujan a ser más fiel, y yo deseo ser siempre más fiel, también por ellos.
* Hijos míos, estamos llamados a vivir el Amor de Cristo, no los amoríos. Jesús Señor Nuestro nos ha ganado la felicidad eterna, que todos barruntamos en la tierra, y que lograremos si procuramos obrar con la caridad de Dios. Esta caridad nos hará fieles y sobrenaturalmente valientes, dentro de nuestra humana cobardía; alegres, en medio de las tristezas y de las trapisondas de este mundo; fuertes, si llegan penas —que a veces nos inventamos: no son objetivas—, porque nos enseñará a extender los brazos con Jesucristo en la Cruz. Así estaremos serenos y llenos de paz.
S. JOSEMARIA –